Una pena que nuestro particular experto en cuestiones eclesiasticas, y hasta eucaristicas, no puede asistir a la proxima tertulia porque el asunto entre el Gobierno y la Iglesia está que arde, y es un buen tema para tratar. Valga para documentarse, pero poco, el articulo de Raul del Pozo de hoy en El Mundo, aqui reproducido, o tambien el de Umbral en el mismo periodico. En todo caso, nuestro paisano Alvaro Cuesta ha encendido la mecha que esta conectada con el polvorin de los dineros, que es el resorte que mueve a los obispos. Ardo en deseos (ya se que aqui no suena muy bien) de ver la gran manifestación que estan preparando para diciembre con las monjitas portando pancartas y los Legionarios de Cristo, como servicio de orden, los "Kikos" vendiendo escapularios y los del OPUS haciendo socios.
Alvaro
Ruido de casullas Por Raúl del Pozo El Mundo (09/11/04, 04.51 horas)
Los neocon, cuya diplomacia es la guerra y la guerra una nueva cruzada contra los infieles, los abortistas y los gays que quieren casarse, han triunfado en los Estados Unidos. En España se consolida el Gobierno Zapatero contra los norteamericanos, contra las manos muertas de los curas, contra los militares de cetrería y contra la Biblia en verso. Zapatero propone el matrimonio entre galanas, eutanasia en la Seguridad Social y la definición de Cataluña como nación. Mariano Rajoy define esa política como estulticia detrás de la sonrisa tonta (estulticia significa tontería, sandez, bobada). Mientras en la metrópoli se consolidan las nuevas corrientes del cristianismo, la reconstrucción de la familia, las nuevas cruzadas, en España asciende un Gobierno laico, pacifista, anticlerical, eutanásico, federalista, azañista. La oposición de Rajoy-Aznar conecta con la nueva sensibilidad de unos Estados Unidos que van a sustituir la Constitución por la Biblia.
Zapatero recuerda a los obispos -aún no son neocon- que Jesucristo les dijo a los apóstoles: «A quien quiera quitaros la túnica, dadle también el manto, mirad las aves del cielo que no siembran ni siegan y el Padre celestial las alimenta». Los cardenales le contestan que esas enseñanzas eran para los apóstoles bohemios, en una sociedad de camelleros; ahora los apóstoles necesitan dinero para el taxi. Zapatero les dice que la Iglesia debe mantenerse con las aportaciones de los católicos. Y contestan los obispos: con eso no tenemos ni para el incienso, no nos llega con lo que recaudamos en los cepillos, ni en la casilla del IRPF. Zapatero les recuerda que han recibido «transferencias brutas» hasta de 450 millones de euros en los últimos cuatro años, prepara un Estatuto de Laicidad y aspira a que la Iglesia se autofinancie. Los católicos son muy susceptibles; como comentó Borges, en Occidente hay mucha gente que no está segura de ser cristiana, pero está absolutamente segura de no ser budista. En resumen, están ofendidos, hay ruido de casullas y además ruido federalista, alentado por las clerecías nacionalistas y la versión española de la Liga Norte.
Del asalto a los templos y la quema de santos sólo hablan los hispanistas; vivimos un problema artificial, entre los neocon y los viejos progres, alentado por el marketing político y por el clientelismo de los políticos de la periferia. Otra vez como cuando Miguel Hernández: «Un fantasma de estandartes/ una bandera quimérica /un mito de patrias: una /grave ficción de fronteras».
Mientras, los curas piden firmas en los templos a favor de la Religión, se preparan folletos contra la eutanasia, se hace agitación clerical contra el matrimonio de homo-sexuales. A los socialistas le sale la vena anticlerical. «Estamos como con Franco: un país con una Iglesia de Estado» dice Alvaro Cuesta, un político cercano a Zapatero. Zapatero habla del fin de la gresca -del catalán y caló, bulla, algazara, riña, gritería- pero la vocería, la pelotera, la zapatiesta, siguen detrás de las sonrisas. Y aún vamos por el prólogo.
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