6/15/2010

Cuatro gatos

Buena nos espera, es lo mismo que el agua nos ahogue y nos corte las carreteras o que, aún peor, nos anuncien que vienen los alemanes al rescate de nuestra maltrecha economía, la avalancha del mundial de futbol puede con todo, ya estamos metidos en la vorágine de las retransmisiones de esa singular tropa que son los periodistas deportivos, una raza especial de periodista que no solo no oculta sus preferencias sino que presume de ellas, enturbiando la información que debería ser aseptica, o al menos no tan parcial como nos tienen acostumbrados. En ninguna parte de los periodicos y del resto de medios, es tan arbitraria, tendenciosa e injusta la información como en el apartado deportivo, y es en el fútbol donde llega a la exceso, tal vez porque este extraordinario juego se dan, como en casi ninguno, la estrategia, la fuerza, el contacto y la inteligencia. Aquel "deporte de caballeros jugado por gente del pueblo", en oposición al rugbi, "deporte de gente del pueblo jugado por caballeros", se ha convertido en el campo de batalla donde se enfrentan barrios, ciudades, paises y hasta regímenes en una contienda no siempre incuenta.
De unos días en Barcelona me traigo buenos recuerdos y en especial de la visita al cafe 4 Gatos (Els quatre Gats), muy cerca de la catedral, en donde aún se respira el sabor de las tertulias de finales del XIX y la mitad del siglo pasado. Un lugar encantador en el que además se puede comer bien sin excesos, y del que me he traido un cartel de Ramón Casas, digno de la colección de curiosidades biciclísticas de nuestro compañero Fico.


Hay cucarachas en África

José Manuel Ponte

Comenzó la locura mediática de los campeonatos mundiales de fútbol, que a todos nos alcanza por mucho que escondamos la cabeza debajo del ala. Los periódicos, las radios y las televisiones dedican amplios espacios al acontecimiento, y han desplazado un ejército de enviados especiales a Sudáfrica, la nación más al sur de lo que hasta no hace mucho se denominaba el "continente negro". Algunos de esos enviados trasmiten emociones propias de un primerizo expedicionario blanco enfrentado a los peligros de la selva. Uno de ellos describió la aparición en el cuarto de su hotel de una cucaracha como si hubiese tenido un encuentro peligroso con una fiera. Tal parece que en España fuese una cosa insólita encontrarse con esa clase de bichos. En las películas sobre África que veíamos de niños, lo normal era que la guapísima protagonista abandonase temerariamente el campamento para dar una vuelta, o bañarse en pelota en un río, sin caer en la cuenta de que era acechada de cerca por un león, un cocodrilo, o una serpiente pitón. Afortunadamente, el chico acudía a su rescate, ahuyentaba o mataba al animal y ella, muerta de miedo y de amor, se refugiaba en sus brazos. Pero nunca supimos que hubiera que salvar a nadie del ataque de una cucaracha, por muy grande que ésta fuera. La decisión de la FIFA de llevar los campeonatos mundiales a territorio africano desató en su momento una gran polémica en los medios occidentales ante el riesgo de que el país anfitrión no estuviese a la altura de esa responsabilidad y la organización adoleciera de graves fallos de seguridad. Al final se impuso el argumento de premiar el espectacular desarrollo del fútbol africano e incorporarlo al sistema, no como elemento exótico sino como miembro de pleno derecho de la comunidad internacional. En los últimos años, las selecciones nacionales africanas tuvieron un destacado papel en las grandes competiciones y los jugadores de ese continente se han convertido en estrellas de las ligas europeas, con el mismo nivel de emolumentos que los grandes jugadores sudamericanos, que eran hasta ahora el vivero de que echaban mano los clubes más importantes. Pese a todo ello, los viejos prejuicios coloniales sobre la superioridad innata del hombre blanco continúan funcionando y los enviados especiales, además de transmitir encuentros peligrosos en el dormitorio con cucarachas de tamaño gigantesco, nos informan puntualmente sobre robos en los hoteles, y sobre los riesgos de salir a pasear de noche por la calle. Cualquiera que conozca Madrid o Nueva York, por no citar otras grandes urbes, sabe que esos sucesos, y otros peores, son cosa habitual y no por ello se echan las manos a la cabeza ni sacan conclusiones descabelladas. Después de los trágicos acontecimientos que se han vivido en los estadios europeos, con decenas de muertos y heridos en tumultos y agresiones, ¿qué le tenemos que enseñar a nadie en punto a civilidad? Todos los fines de semana, en casi todas las ciudades europeas, la policía que pagamos con nuestros impuestos lleva hacia el estadio, fuertemente protegidos, como si se tratase de un rebaño valioso, a numerosos grupos de hinchas del equipo visitante para ubicarlos en una grada especial con la suficiente antelación al inicio del partido. Y lo mismo hacen al final. Normalmente estos honorables ciudadanos dejan tras de sí un reguero de urinarios, vallas y sillas destrozadas. En ocasiones, se produjeron agresiones físicas y hasta homicidios. La memoria es frágil y sólo recordamos, o vemos, lo que nos interesa.

6/03/2010

Papistas

A la luz de la reacción de la prensa israelí, muchas de las cosas que se han oido estos días por aquí sobre el asalto a los barcos con destino a la franja de Gaza muestran que no importan los motivos ni las circunstancias, algunos son mas papistas que el Papa, incluso son mas sionistas que el propio gobierno conservador de Israel, que se niega a dar su brazo a torcer reconociendo que ha cometido un tremendo error de consecuencias imprevisibles. Algunos de los que han apoyado sin ambages la operación del ejercito contra, lo que parece, una misión de ayuda y propaganda sobre la situación de aislamiento de Gaza, pretenden utilizar el argumento falso y sectario que hay que escoger entre la democracia israelí y los terroristas de Hamás, pero la realidad es mucho mas compleja y nunca se llegará a acuerdos justos dinamitando las conversaciones de paz.

Impunidad

M. Á. BASTENIER 02/06/2010

Ni dérapage sobre el terreno, ni historias. Pero aun deplorando la gravísima pérdida de vidas humanas en el asalto israelí a la flotilla turca que se dirigía a Gaza, la cuestión de fondo no cambia. Aunque el asalto se hubiera realizado como un minué versallesco y el pasaje no hubiese sufrido más inconveniencia que la de haber viajado en balde, la operación constituiría una nueva transgresión del Derecho Internacional; la autoatribución del Estado sionista del derecho a actuar contra quien quiera, donde quiera, con cualesquiera consecuencias, por tierra, mar y aire. Israel obra, como decía Edward Said, en la impunidad más absoluta. El Gobierno de Benjamín Netanyahu nunca defrauda al antisemitismo universal.

El Estado sionista se cree con derecho a actuar contra quien quiera, por tierra, mar y aire

Las consecuencias políticas del atropello en alta mar son muy negativas para un país cuya imagen se deteriora a ojos vista; pero ninguna de ellas, aunque no fueran las oficialmente deseadas en cada momento, contradice la política a largo plazo del Estado.

La actuación de un Ejército, cuyo lema es la pureza de las armas, torpedea las conversaciones de proximidad -próximas, pero no cara a cara- entre palestinos e israelíes con intermediación norteamericana. Podrá decirse que sus probabilidades de éxito se expresaban en partículas de protón, pero las partes participaban en la charada esperando que fuese el otro quien rompiera la baraja. Y no causaría por ello disgusto a Netanyahu que los palestinos paralizaran los contactos.

Desploma las relaciones de Israel con Turquía, puesto que tres de los seis buques eran turcos y la expedición tenía el beneplácito de facto del Gobierno de Ankara. Las relaciones entre ambos países ya no serán nunca más lo que fueron porque llueve sobre mojado. El cambio fundamental se produce por la reorientación de la política exterior del antiguo aliado de Israel hacia el mundo árabe, en particular con Siria e Irak, y la mediación para evitar que Irán sufra nuevas sanciones internacionales.

La agresión israelí, en la que murieron varios pasajeros turcos, es por ello combustible para un incendio declarado. Turquía había cimentado una estrecha alianza con Israel a partir de su mutuo renacimiento en el siglo XX, la primera como república sucesora del Imperio Otomano y la segunda como Estado sionista, en medio de un mar árabe hostil, cuando no enemigo de ambos países. Pero también en este caso el sentimiento político israelí puede aprobar que Turquía haya pagado por su traición.

La UE, aparte de tajantes condenas verbales, alguna vez podría mostrar prácticamente su disgusto por el ataque a un convoy en el que viajaban parlamentarios y personalidades europeas. El propósito de la flotilla era sin duda propagandístico y propalestino, pero de una total inocencia humanitaria para provecho de millón y medio de habitantes de la franja. Si es cierto, como Israel asegura, que gracias al corredor terrestre por el que permite que discurra un hilo de suministros Gaza no pasa sed, ni hambre -solo de justicia- ¿qué inconveniente podría haber para que le echaran una mano desde el exterior? Naturalmente, esa es una pregunta retórica porque el Estado sionista lo que quiere es castigar a Hamás por lo que dice que le haría a Israel, aunque difícilmente por lo que hace, que es nada. Pero la salvajada sirve para reiterarle a Europa que su papel es y será insignificante en todo lo que se negocie en Oriente Próximo.

Y también es teóricamente fatal para las relaciones con Estados Unidos porque, además de abortar el viaje que el primer ministro israelí tenía que realizar ayer a la Casa Blanca, marca una nueva demora en los planes para desencadenar la paz que, tenazmente, mantiene el presidente Obama. Pero la intransigencia marítima de Israel equivalía a decirle a Washington que no le impresionaba la severidad de sus recriminaciones; y que no perdiera el tiempo pidiendo lo que no se le iba a conceder.

El gran periodista israelí Gideon Levy escribió el 18 de marzo en el diario Haaretz lo que podría ser una explicación ad hoc, muy terrenal, que son las que valen, de por qué lo que perjudica a Israel no necesariamente contradice los designios últimos de su Gobierno. "Israel no busca seriamente la paz porque la vida del ciudadano es lo bastante buena incluso sin ella; y la ocupación no pone en peligro su futuro". Mientras el coste de mantener la ocupación de los territorios palestinos no sea mayor que el beneficio que, pretendidamente, se derive de retenerlos, no hay ningún motivo para pensar que la paz esté a la vista.

6/01/2010

debate nacional

En un debate improvisado en plena fiesta de San Melchor de Quirós, (¿a quien coño le puede interesar poner de patrono de un club deportivo a un santu que fue descuartizado a los 37 años en Tonkin y canonizado por el papa polaco? con las mismas podía haber escogido al fundador de los Legionarios de Cristo, al tal Marcial Macien, también muy querido del anterior Papa y al menos se dice que esti había hecho deporte de joven...) discutiamos sobre la conveniencia de quemar el monte como método de "explotación racional" de nuestras zonas de montaña; como el argumento más sólido que defendía mi contertulio, apoyando las quemas del monte, era que los ganaderos siempre lo habían hecho así, y las cosas parecían ir bien, mi (elaborada, como suele ser) argumentación técnica y medioambiental en contra no recibió mas que rechazo en función de ser excesivamente teorica, es decir, antes de opinar tendría que dedicarme a la noble tarea de llindar vaques para comprender la magnitud de la benefactora acción de hombre con su medio. Afortunadamente la conversación siguió otros derroteros mas amables, gracias a la sidra y a un DJ empeñado en triunfar entre la concurrencia, la pista de baile hizo el resto y ya no tuvimos que debatir mas allá de lo curiosa que esta fulanita o de lo bien que baila zutanita, y de lo "vertical" que se mantiene aquella otra....
En el panorama nacional tal parece que falta una distracción semejante para dirigir los debates hacia cuestiones menos dramáticas, el futbol y los toros han entrado en la misma espiral que el resto de asuntos polémicos y ya no hay consenso con ninguna de nuestras "glorias nacionales" como antaño, lease Rocio Jurado, Raphael o Julio Iglesias, a pesar de las pocas cosas que los separan, como señala Francisco Bustelo respecto a los dos partidos mayoritarios.

La España agitada

FRANCISCO BUSTELO 01/06/2010

La agitación política tan grande que padece España se ha recrudecido últimamente por causa de las medidas contra el déficit público que ha tomado el Gobierno y por la suspensión del juez Garzón, pero en realidad ya existía antes, desde hace años, cuando menos desde 2004. Y es que en España sucede algo insólito, que no se da en otros países avanzados, a saber, el fiero y poco civilizado enfrentamiento entre el partido que gobierna y el principal partido de la oposición.Aflora hoy un trasfondo histórico que la Transición soterró malamente

La Transición fue imperfecta. El franquismo quedó impune a la fuerza

Tal cosa, digo, es insólita, puesto que uno es de centro-izquierda y el otro de centro-derecha, con lo que, pese a las apariencias, la distancia ideológica que los separa en cuestiones de fondo es pequeña. Nada de lo que antaño dividió tanto a los españoles: democracia, monarquía, propiedad privada, Estado de bienestar, alianzas exteriores, es hoy motivo de discrepancia. Como mucho, hay diferencias sobre el Estado de las Autonomías, aunque no parecen irreductibles. Tampoco en materia económica se explica por razones de peso la gresca continua, cuando llegar a acuerdos sería casi necesario y muy conveniente para todos.

¿Por qué, entonces, esas acerbas descalificaciones mutuas? A decir verdad, en cuanto se analizan, ninguna de ellas se tiene en pie. Lo prueba el que, una tras otra, se vayan desmoronando acusaciones que en su momento se presentan como hechos incontrovertibles, para luego olvidarse con rapidez y verse sustituidas por otras que se anuncian igualmente terribles y definitivas.

Recuérdese, por ejemplo, lo que, según el Partido Popular, ha hecho el Gobierno desde 2004: no aclarar los atentados del 11-M, negociar traidoramente con ETA, usar a policías y jueces para inventarse casos de corrupción, enfrentarse con Estados Unidos y aliarse, en cambio, con Gobiernos populistas de América Latina, acabar con el espíritu de la Transición y volver a la mentalidad frentista de finales de la Segunda República, ser el principal culpable de la crisis económica y no tomar medidas para atajarla o bien tomarlas, pero todas ellas equivocadas. Ante tanto vituperio, quizá con la atenuante de ser el agredido, el PSOE reacciona con talante parecido. Según él, el PP se niega a aceptar el resultado de las urnas, está influido por el autoritarismo de sus ancestros, no se distancia suficientemente del dinero, está plagado de corruptos, no dice más que vaguedades, solo sabe descalificar.

Rebatir tamañas afirmaciones no merece la pena, pues son falsas o bien exageraciones tan burdas que se caen por su propio peso. Si fuesen ciertas, como ambos partidos representan con sus votos a más de las trescuartas partes de la población, resultaría que los españoles nos identificamos mayoritariamente con quienes en uno u otro lado son antidemócratas, sectarios, mentirosos, ineptos y corruptos. Excuso decir que en tal caso habría que apresurarse a borrar a España de la lista de países desarrollados.

La situación, por fortuna, no es tan grave, aunque sí parece que algo falla en nuestra convivencia. ¿Por qué? Descartadas las interpretaciones genéticas o psicológicas por carecer de toda base científica, una posible explicación podría ser que el pasado está más presente de lo que se creía. Existiría así un trasfondo histórico que solo habría quedado malamente soterrado con la Transición y ahora ha aflorado.

Esa sería la verdadera memoria histórica, la que nos impide olvidar que los españoles vivieron durante 200 años duramente enfrentados entre sí. Absolutistas y liberales, patriotas y afrancesados, moderados y progresistas, conservadores y revolucionarios, librepensadores e integristas, sindicatos y patronales, nacionalistas españoles y nacionalistas "periféricos", rojos y azules, casi no hubo esfera en que no hubiera conflictos, por lo general enconados y más de una vez a muerte. Sin esos antecedentes, ¿cómo se explicaría, por ejemplo, el mucho enojo que suscita en tanta gente de derechas el que la izquierda gobierne, con independencia de que lo haga bien o mal y aunque esa izquierda sea nada radical?

¿Qué cabría hacer? Por lo pronto no echar más leña al fuego, pues la que arde es más que suficiente. Quizá si se tuvieran más presentes los enfrentamientos heredados del pasado, se actuaría con más prudencia. Ni Garzón debería haber intentado condenar al franquismo judicialmente, ni mucho menos un juez del Tribunal Supremo debería haber incoado una causa contra él por supuesta prevaricación, ni el Tribunal Constitucional debería anular, como parece que podría hacer, buena parte del Estatuto de Cataluña.

¿Cómo habría que proceder entonces? El franquismo, por ejemplo, ha sido sobradamente condenado por la historia y está tan muerto y enterrado como sus protagonistas. Es cierto, sin embargo, que nuestro pasado es muy peculiar, pues la transición a la democracia, donde se encuentra el principio de nuestra convivencia actual, fue imperfecta y, aunque desmontándolo, hubo que dejar por fuerza impune al franquismo.

¿Tendría sentido rebobinar la historia y condenarlo judicialmente? Yo creo que no, tanto más cuanto que franquistas hoy no existen, salvo grupúsculos de los que ni se sabría si no fuera porque algún magistrado atiende a sus demandas. Además del tiempo transcurrido, hubo y hay personas de relieve que fueron franquistas y luego contribuyeron decisivamente a traer la democracia. Sin ellas (junto a la tal vez excesiva pero inevitable generosidad de la izquierda), no hubiera sido posible la reconciliación. Baste citar al propio Rey, a Adolfo Suárez, a Fraga, al tan homenajeado Samaranch... Claro que el franquismo cometió crímenes. No es que no mereciera una condena judicial, que sí la merecería, es que tal cosa nada añadiría a nuestra historia ni contribuiría a mejorar nuestro presente. Más bien lo empeoraría, al aumentar el enfrentamiento entre izquierda y derecha.

A mí no hace falta que nadie me recuerde lo que fue la dictadura del Caudillo, pues como antifranquista activo padecí cárcel y exilio. A mí lo que me alegra es que, pese a lo que dicen algunos, el franquismo sea cosa del pasado. No veo, pues, la necesidad de que un juez o tribunal diga ahora que hubo crímenes. Claro que los hubo desde el comienzo mismo, con la sublevación contra un Gobierno legítimo.

Como también los hubo durante la Guerra Civil en el lado republicano, por más que algunos digan, con su parte de razón, que no se puede comparar lo que ocurrió en uno y otro bando, aunque solo sea porque la guerra duró tres años y la dictadura casi 40 y porque la represión franquista fue planificada y la republicana en buena medida fruto del caos. Es muy cierto, además, que las "fuerzas del orden" saben reprimir más y mejor que las "hordas marxistas", pero en materia de crímenes ningún balance, sea cuantitativo o cualitativo, exime de culpa a nadie.

Otra cosa muy distinta es que, como se ha repetido muchas veces, se ayude a los familiares a recuperar ¡70 años después! los restos de quienes fueron asesinados y enterrados en cunetas o fosas anónimas. Todo lo que el Gobierno y las Comunidades Autónomas hagan en este sentido será poco y lo inexplicable es que se haya tardado tanto.

Terminaré con una nota optimista. Si el Partido Popular pierde por tercera vez consecutiva las elecciones generales de 2012 tendrá que renovar a su personal y con ello variará muy probablemente su línea política. Si, en cambio, gana, una vez en el poder tendrá que olvidarse de todo afán descalificador, pues tarea no le faltará. Claro que en este último caso correspondería al PSOE una difícil y meritoria labor: no comportarse en la oposición como hace hoy el PP. Entonces España dejaría de ser un país inútilmente agitado.

Francisco Bustelo es catedrático emérito de Historia Económica y rector honorario de la Universidad Complutense de Madrid.