11/09/2011

Pasar el agua


Como ha muerto el boxeador Joe Frazier han parecido varios artículos referidos al gran rival de Cassius Clay y Alvite no podía ser menos...

(...) Pertenezco a una generación de muchachos que se despertaban de madrugada para ver por televisión los combates de Cassius Clay y de Joe Frazier, de Jimmy Ellis, Ocar "Ringo" Bonavena, Karl Mildemberger, George Chuvalo, Ceveland Williams, Ernie Terrell… y todos aquellos tipos atléticos, rudos y algo bocazas que se subían a un ring en Las Vegas o en Atlantic City, se zurraban durante quince asaltos y de regreso en el rincón, ensangrentados y exhaustos, escupían en el embudo del manager y se retiraban luego al hotel a moler el cuerpo en una cama de tres mil dólares con cualquiera de aquellas preciosidades rubias en cuyas cabecitas hervidas por el tinte y yermas de talento acababa de gotear, como una perla de flujo, el incomensurable óvulo de la lujuria. No digo que aquello no fuese en cierto modo terrible, pero, ¡que demonios!, al menos a quienes cayeron por el camino les estuvo permitida la gloria de que en el informe de la autopsia nadie pudiese negar haber visto el rastro indeleble de la letra de Norman Mailer, uno de aquellos escritores vitalistas e intensos por cuyas frases yo siempre he visto correr, como cicatrices, la genuina sintaxis de la vida, la sedienta jauría de la literatura.

También me ha gustado mucho un artículo de Andrés Trapiello sobre el humor, tan necesitado en estos tiempos. La recomendación es buena y si no es suficiente para pasar el mal trago, el actual y el que nos espera, un consejo para "Pasar el Agua" y saber tu futuro sin engaños en la Luz de María ...

En serio: ríase un poco Andrés Trapiello
EL humor ha tenido mala prensa entre los intelectuales. Hablamos de los intelectuales españoles. No entre los ingleses a los que el humor ha parecido tradicionalmente una cortesía de la inteligencia, y como tal lo cultivan. En España no; en España el humor suele estar bajo sospecha, y eso pese a que el mejor libro de su literatura, el Quijote, es un libro de humor. Claro que esa fue probablemente la causa de que tardara tanto en ser considerado aquí un libro serio.

No obstante ha habido entre nosotros un buen número de escritores que trataban de arrancar en sus lectores una sonrisa, a riesgo de parecer frívolos a los intelectuales, que siempre van a encontrar motivos para cubrir de ceniza sus cabellos y rasgarse las vestiduras. Aún hoy, cuando leemos a esos escritores, cien años después, siguen haciéndonos mucha gracia. Que algo gracioso siga siéndolo un siglo después es un milagro, porque el humor es lo primero que se marchita. Cuánto nos hemos sonreído, incluso reído, con Baroja, cuando este finge ponerse serio barbarizando. Y desde luego con Gómez de la Serna, cuya prosa cosquillea en la nariz como el agua de sifón. Y con los gallegos. Los gallegos han sabido reírse mucho siempre de todo, empezando por sus esencias, al menos los antiguos. Fueron maestros del humor Valle Inclán, cuyas repentizaciones hilarantes se hicieron célebres; y Fernández Flórez, y el gran Camba, y Castelao, y Dieste y Cunqueiro, finísimo siempre... En realidad los gallegos llevan dentro un sutil humorista. Aunque, sin ánimo de molestar a nadie, no todos serán desternillantes, y gallegos habrá que sean tristes y solemnes, como en todas partes. ¿Y quién no ha disfrutado con Pla de su humor honesto y vago? Incluso los poetas nos han hecho sonreír a menudo: lo hace Machado con su Juan de Mairena y Juan Ramón en sus aforismos. Y claro, la que se llamó la generación de los humoristas: Tono, Mihura, Jardiel, Neville, desopilantes a menudo.
Estos eran todos de derechas, y acaso por ello se creyó que el humor era franquista por naturaleza (aunque hubiera grandes humoristas en el exilio, como Antoniorrobles). Fue necesario esperar a la generación de los Chumy Chúmez, El Perich o El Roto para empezar a reírnos sin temor a ser considerados reaccionarios. ¿Y qué sucede ahora? ¿Ha perdido uno la capacidad de reírse? ¿Es que ya no le hace gracia casi nada o es, sencillamente, que los escritores no están de humor? ¿Ha cambiado quizá este, la forma de hacerse, de entenderse? ¿Cuántas novelas o ensayos nos arrancan hoy la sonrisa y aun la carcajada, como el Quijote? Comprende uno que las cosas están para poca broma, pero precisamente por ello necesitaríamos de nuevo ese humor, como lo fue el de La Cordorniz en los años tétricos de la dictadura, “más audaz para el lector más inteligente”, que sólo algunos pocos siguen cultivando. Es probable que las palabras de Muñoz Seca antes de ser asesinado en 1936 no fuesen del todo ciertas. “Podéis quitármelo todo, incluso la vida, pero no el miedo”, dicen que dijo. Sí, las cosas se han puesto serias en el mundo, y acaso por ello se necesita hoy más que nunca del humor, lo único acreditado para quitar el miedo, sobre todo cuando se practica con la poética seriedad de Chaplin o de Buster Keaton.
[Publicado en el Magazine de La Vanguardia el 6 de noviembre de 2011]

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