12/16/2008

Moratorias o rectificaciones

Aunque el ABC lo titula "Una moratoria para Ciudadania en inglés desbloquea el conflicto" lo cierto es que el gobierno valenciano, ante la amenaza de una huelga en todos los sectores de la educación, exceptuando la universitaria, ha rectificado la jaimitada para boicotear la nueva asignatura de Educación para la Ciudadanía impartiendola en inglés, para desesperación de los alumnos y asombro de propios y extraños, ante tanta desvergüenza y burla de la ley. Tenian que haber sido consecuentes con sus principios y hacer como Groucho cuando dijo "No piense mal de mi, señorita, mi interés por usted es puramente sexual", es decir, tenían que haber advertido desde el principio que estaban en contra de esta asignatura como alternativa a la enseñanza de la religión y no que querian reforzar el conocimiento de la lengua inglesa en su escolares. Habrian sido mas honestos si siguieran las indicaciones de la Conferencia Episcopal, que tachó la asignatura EpC como "ataque a la familia" y del Foro Español de la Familia, que llamó a la objeción.

Va a ser todo cosas del lenguaje y donde dice Moratoria debería decir Rectificación, y donde dice :

"el consejero de Educación ha presentado a los distintos sectores educativos un modelo plurilingüe, que con un presupuesto de siete millones de euros sólo para el próximo año tiene como objetivo conseguir que los escolares valencianos logren una adecuada competencia lingüística tanto en castellano como en valenciano e inglés y que incluye la introducción de lenguas extranjeras como lenguas vehiculares...",

debería decir que han fracasado en el intento de disfrazar su ferrea oposición a la nueva asignatura, bajo una terminología pomposa y sin contenido.
Sobre esta moda del lenguaje que no atiende a la comprensión y al ahorro de las palabras, que el define como "Archisílabos", escribe hoy Aurelio Arteta en El Pais.

Archisílabos

AURELIO ARTETAAlgún lector habrá que recuerde la serie que aquí inicié ¡hace ya 13 años! y de la que este artículo es su tercera entrega. Me había empeñado en reunir esas palabras que se van incorporando al uso cotidiano del hablante y que, preferidas por su mayor largura o inventadas a fuerza de estirar el número de sus sílabas, bauticé como archisílabos. Aún siguen rodando, y con tal naturalidad que ya casi nadie reconoce ni usa el vocablo más corto del que procede o al que viene a suplir. Si entonces recopilé cerca de 200, ahí va otro buen puñado de archisílabos que quedaron sin mencionar.

Contagiados de la jerga empresarial, los discursos son cada vez más ampulosos y más faltos de ideas No se hace caso a Orwell, que prefería las palabras cortas a las largas Echemos la red en ese caladero de términos que nacen de pegar a otro la desinencia -ción. Así obtendremos la limitación en lugar del "límite", la estimulación para indicar el mero "estímulo" (lo mismo que la incentivación ha dejado atrás al artificioso "incentivo"), la formulación por la "fórmula" o la capacitación en vez de la "capacidad". La "compatibilidad" de funciones se dobla para algunos en compatibilización, ahí es nada. Somos objeto de actuaciones administrativas, es decir, de algo más que simples "acciones". El médico nos da una citación y no una "cita" vulgar. En la calle no leemos "rótulos", sino rotulaciones, de parecida manera a como el hombre del tiempo anticipa que habrá "lluvias", sí, pero sobre todo precipitaciones.

¿Y por qué volver a los gastados "nombres" cuando tenemos a mano las denominaciones? A ver quién se contenta con una "característica" si puede pronunciar caracterización, o con un "enunciado" teniendo al lado una enunciación o con un rápido "contraste" estando ya dispuesta la contrastación. Les juego doble contra sencillo a que descubren por todas partes individuos con motivaciones, pero sin apenas "motivos". Ya verán cómo la complementación acaba engullendo al "complemento", la expoliación al "expolio" o la exterminación al "exterminio". Quien esto firma ha escuchado renunciaciones en vez de "renuncias" y hace poco dio un respingo al enterarse de que una empresa había alcanzado una mejorización, que no "mejora", de sus resultados. Rizando el rizo, en cierto impreso oficial se escribe exceptuación para señalar una "excepción".

Los verbos ofrecen un buen pasto a la afición archisilabizadora. Ahora nos prestamos a referenciar, para no ponernos a "referir", "aludir", "citar" o "nombrar", que son términos más humildes por más breves (y, en lugar de lo referido, etc., lo referenciado). O a regularizar, cuando a menudo lo propio sería "regular" y hasta "reglar". O a sobredimensionar, para evitarnos "ampliar" o "exagerar", lo mismo que hay que hostilizar al contrario que hasta ahora noslimitábamos a "hostigar". No nos conformamos con el modesto "formar" lo que haga falta y recurrimos en cambio al conformar (y es que la conformación deja en la boca un regusto más rotundo que "forma"). El comportarse de un modo u otro ha vuelto casi ridículo al "portarse", el desvincular debe prevalecer sobre el "desatar" o "separar" y penalizar exhibe el empaque que le falta a "castigar". ¿Y aún no han oído recepcionar para dar lustre a los trillados "recibir" o "acoger"?

George Orwell ya sabía algo de este fenómeno y no dejó de denunciarlo en su día. Lo que pasa es que la regla que dictó para la buena prosa en inglés ("Nunca use una palabra larga donde pueda usar una corta") parece que no vale hoy para el hablante ordinario de español. Ni siquiera para los sumos sacerdotes de la palabra pública, el político y el periodista. Contagiados de la jerga empresarial, solemos priorizar alguna tarea respecto de otras, porque no nos basta con "primar" esa tarea. Pero también nos conviene flexibilizar nuestras posiciones, que es como "adaptarlas" o "amoldarlas" a lo necesario, a fin de no tensionar -o sea, "tensar"- las cosas y evitar esos tensionamientos que antes eran "tensiones". Que a nadie se le ocurra "interactuar" con otros, porque ahora se lleva interaccionar, ni "objetivar" una situación cuando está en sus manos objetivizarla. Les gustará saber que hay quienes se dedican a compartimentalizar sus trabajos. Y en cuanto me entere de qué significa modelizar o sustancializar, se lo cuento.

Llevo años indagando el misterio de que la gente, tan poco dada a vicios intelectuales, se pase el día disfrutando en medio de abstracciones como éstas que colecciono. Porque habrán notado que las personas ya no gozamos de "crédito" (salvo del bancario, en todo caso), sino de credibilidad, ni cometemos "faltas", "delitos" o "deslices", sino como mucho irregularidades. Donde antes se palpaba el "peligro", ahora todo se carga de peligrosidad, lo mismo que el pedante ya no relata un "hecho" sino más bien una facticidad. ¿Qué había en nuestra relación personal, afectividad o un simple "afecto"?; y el temblor colectivo que aquel día nos invadió, ¿era de "emoción" o de emotividad? Cuando algún engranaje de nuestro organismo falla, ¿hemos sufrido una "disfunción" o suena mejor una disfuncionalidad? Quizá no me crean, pero hay estiramientos verbales que convierten al "significado" (ya travestido como significación) en pomposa significatividad y al "atractivo" de alguien o de algo en una atractividad irresistible...

No piensen que hemos agotado la cosecha de archisílabos. Se reproducen a diario. Cuando se informa de que una manifestación ciudadana tuvo un seguimiento de tantos miles, quiere decirse que suscitó una "respuesta" o "adhesión" así de numerosa; hay muchas comisiones llamadas de seguimiento porque esta voz le gana en sílabas a "control", que es el cometido encargado a tales comisiones. Tampoco hacemos "méritos", sino merecimientos, unos méritos más largos; y una "acogida" muda con frecuencia en acogimiento. Cualquier "aumento" del número de parados o de algún índice económico queda al instante transformado en incremento. Para no abrumarles, me aceptarán en fin que el adjetivo existente (y no digamos lo realmente existente) o está de más o equivale a "real" y "presente". Claro que mi versión de todo esto, más que "aproximada", resulta tan sólo aproximativa...

Así las cosas, rebosantes de términos ampulosos, nuestros discursos se vuelven a un tiempo más largos de palabras y menos sobrados de ideas. Váyase lo uno por lo otro, dirán los necios, aunque me temo que lo uno busca tan sólo encubrir lo otro.

Aurelio Arteta es catedrático de Filosofía Moral y Política de la UPV.

11/21/2008

Generación espontánea

Dice un refrán castellano "las cosas en su momento y los nabos en adviento" es lo que debió pensar Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, para ilustrarnos en el 33 aniversario de la muerte del dictador con su peculiar memoria histórica sobre el pasado de otros partidos politicos, ya que el suyo, los liberales conservadores, por no llamarlos la derecha tradicional, todo el mundo sabe que son puros y de generación espontanea. Nada que ver con aquellos desalmados de otros tiempos que al poco fueron alcaldes y devotos de Maria, como el matarife Rafael Medina (en la imagen con el mono blanco) cuando dirigía una partida de falangistas en la retaguardia andaluza a la busqueda de victimas que colgar con los ganchos de carnicero.

Que bien retrató Umbral a la entonces Ministra de Cultura:

"Tiene mi dama cara de roedor
cuerpo de malvestida, maldesnuda
y tiene achares de mujer cornuda
que se muere de amores sin amor.

Tiene nuestra ministra su bravura,
frígido ministerio del calor,
tiene cuerpo y no tiene, tiene horror,
porque es que a nadie se la pone dura.

Ministra de la cosa, y un palor
de visita pesada y de cuentera,
rancia y envejecida primavera,
su cultura ha llegado a Campoamor.

Tiene mi dama jeta cuartelera.
No se la folla ni el Comendador."


La Presidenta Historiadora

Esperanza Aguirre es muy observadora. Se ha dado cuenta de que el PSOE es un partido centenario y, claro, tiene una larga historia. Tan singular descubrimiento ha llevado a la presidenta de la Comunidad de Madrid a denunciar que en sus sedes haya retratos de los líderes históricos socialistas, de Pablo Iglesias a Largo Caballero, Julián Besteiro o Indalecio Prieto. Asustada, la pobre, de que semejantes criminales aún tengan un hueco en algunas paredes, nos ha recordado que fueron los socialistas, aquéllos, éstos y los próximos, se supone, quienes mataron a Calvo Sotelo. Siguiendo la estela de los deplorables cesaresvidales, píosmoas y otros falsificadores, ha tenido la osadía de repetir la patraña de que fueron ellos quienes provocaron la Guerra Civil, y no los golpistas Franco, Mola o Queipo de Llano.
En el PP no tienen retratos de gente tan malencarada como aquella, que formaron Gobiernos elegidos por los votos de los ciudadanos. Ca. Allá no los necesitan. Para qué, si tienen en persona al presidente fundador del partido, que puede empapelar las paredes de Génova con sus retratos junto a Franco, de cuando una y otra vez fue ministro con el dictador.
Y si en la transición todos perdimos la memoria, y se ha llamado don Manuel a Fraga Iribarne, y así va aseguir,afortunadamente, no parece oportuno que nadie del PP dé a ningún partido lecciones de historia de la democracia. Porque entonces tendremos que recordar a la presidenta historiadora, de vista avezada pero memoria frágil, que ahí donde hoy asienta ella sus reales, el dirigente comunista Julián Grimau fue defenestrado por la policía franquista en 1963, antes de ser fusilado. Esposado y golpeado, alguien le tiró por una ventana de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, sede de la actual presidencia de la Comunidad de Madrid. Y el encargado de inventarse un surrealista salto voluntario para justificar cómo se rompió la cabeza y las dos muñecas aquel famoso detenido fue, cosas de la vida, el actual presidente fundador de los populares, don Manuel Fraga Iribarne.
Lo dicho, todo olvidado. Pero callen, por favor, quienes tanto y tanto tienen para callar.

11/04/2008

Reinonas

En medio de la polvareda levantada por las declaraciones intimas de la reina Sofia en el libro de Pilar Urbano "La reina muy de cerca", alguien comentaba que "Al menos se han quitado la máscara... basta de tanto márketing con la Casa Real, dejad que se expresen, veréis lo que duran cobrando de nuestros bolsillos...".
Yo tambien creo que la discreción es una virtud escasa y que como alternativa la neutralidad no está mal y si bien ya nos imaginabamos que la Reina Sofia no era marxista leninista, como dijo una columnista del ABC echandole la culpa a la relatora del libro, tampoco tenía porque cumplir el modelo de lo que entiende Rosa Montero hoy en El Pais por una "abuela convencional y conservadora", porque conocemos a muchas abuelas convencionales que entienden mejor que ella, y con mas caridad, la marginación y el desprecio hacia los homosexuales, los conflictos y tragedias que encuentran solución en las interrupciones del embarazo y las ayudas al bien morir. Que desde luego, porque lo han sufrido, se ponen en el lugar de las mujeres maltratadas sin ambages y por supuesto hace tiempo que dejaron de creer que la iglesia catolica o las otras dan una explicación convincente de la vida o del mundo, mas allá de un consuelo personal comprensible.
Va siendo hora que a esta familia que hemos heredado de otros tiempos le cantemos algo para que se vayan poniendo en situacion....

Que bonita es La Zarzuela
con sus parterres y tejos
aún mas bonita sería
con su inquilinos lejos

10/27/2008

Crisis

Hay veces que oyendo a algunos politicos me viene a la cabeza la frase de Oscar Wilde "un tonto nunca se repone de un éxito" y esta pasada semana he tenido tiempo de acordarme del genio irlandes despues de las declaraciones del expresidente español, Jose Maria Aznar (al que sin duda se le atribuye algún éxito, aunque solo sea en su fortuna personal), con su petulancia habitual, exponer sus teorias sobre el cambio climático y su condición de "ecologista razonable", en contraposición a los "ecologistas catastróficos" que representan a los "nuevos comunistas" que nos quieren imponer el pensamiento único sobre la dramática deriva del medio ambiente. Y es que en medio de esta crisis global que nos aflige, vamos descubriendo algunas de las actitudes que la han originado. Muy interesante la reflexión de Ignacio Escolar en los "Siete pecados del capitalismo", en donde señala algunos de los motivos de la crisis, tal como el mercado de futuros, Los paraisos fiscales, la avaricia de directivos y la codicia de los especuladores, la crisis alimentaria en el marco del cambio climático y las dudas sobre la fiabilidad de los indicadores del desarrollo.


Los siete pecados capitalistas
Ignacio Escolar

1- La lujuria especuladora
Un barco petrolero tarda más de cuatro semanas desde que sale del Golfo Pérsico hasta que llega a Estados Unidos. En ese tiempo, puede que la carga se haya devaluado tanto que el dueño del barco se arruine con el trayecto, que haya pagado por el crudo un precio mayor en el puerto de origen de lo que cobrará cuando llegue a la refinería. Para evitar este riesgo -en el petróleo y en otros mercados de materias primas-, se inventaron los contratos de futuros: una fórmula que consiste en pactar de antemano el precio de venta del pedido para una fecha determinada. Cuando se cierra el contrato, ni el comprador ha pagado ni el vendedor ha entregado la mercancía; pero el compromiso es igual de firme.
En aquel momento parecía una buena idea. El problema vino después, cuando los especuladores se aprovecharon de este mercado ideal para los trileros, pues se puede vender y comprar lo que aún no se tiene. Si apuestas con cientos de millones de dólares en el mercado de futuros a que el petróleo subirá, en efecto, el petróleo sube y tú ganas; en economía las profecías tienden a cumplirse si hay dinero suficiente. Los mismos inversores que primero crearon la burbuja punto com y después la burbuja del ladrillo, consiguieron elevar el precio del barril de crudo de 40 hasta 140 dólares en solo cuatro años. Impunemente.

2- La pereza de los reguladores
Por suerte, la burbuja del petróleo explotó a mediados de este verano. ¿La razón? Un pequeño cambio en la regulación de la SEC (el organismo que controla la bolsa estadounidense) obligó el 14 de julio a los especuladores que estaban jugando a la baja contra la cotización de los bancos a que respaldasen sus apuestas con acciones, por lo que tuvieron que sacar su dinero del mercado de futuros del petróleo para no perderlo en banca. Desde esa medida, que no buscaba atajar la burbuja petrolífera sino proteger a los bancos de los caníbales, el precio del crudo no ha dejado de bajar. El 14 de julio, cada barril costaba 144 dólares. El viernes rozó los 60 y sigue cayendo, pese a que la OPEP ha recortado su producción un 5%. Si basta con un pequeño cambio regulativo, tan sencillo que ni siquiera se vota en ningún Congreso, para evitar comportamientos tan dañinos para la economía mundial como la burbuja del petróleo, ¿por qué tanta pereza a la hora de evitar la especulación?
Han tenido que temblar las catedrales de Wall Street para que la mayoría de los organismos reguladores, también la CNMV española, se atreviesen a prohibir determinadas prácticas especulativas. De momento, estas restricciones son temporales, aunque en el debate mundial sobre el nuevo capitalismo muchos piden que sean permanentes. Para ello hace falta un paso previo, tal vez el único que se dé en la cacareada cumbre del 15 de noviembre: la puesta en marcha de un organismo supranacional para vigilar la economía globalizada. Alguien con algo más de prestigio internacional que el FMI.

3- La envidia del paraíso fiscal
Una cadena es tan débil como su eslabón más débil. En un mundo donde las fronteras existen para las personas pero no para el dinero, de poco vale que el G20 se comprometa a asumir nuevas normas si no aísla a un G40 del que apenas se habla: los 40 países ladrones, los 40 paraísos fiscales. Según la OCDE, en estas cuevas piratas se esconden de los impuestos entre 5 y 7 billones de dólares, una cifra que equivale al 13% del PIB mundial. La mitad de las multinacionales que cotizan en el español Ibex 35 tienen empresas en estos paraísos fiscales, con lo que eluden pagar impuestos a ese mismo erario público al que ahora piden ayuda. En los últimos 20 años, el dinero que guardan estos países se ha multiplicado por seis. Curiosamente, la distancia entre los sueldos de los altos directivos y los trabajadores ha crecido en ese tiempo en una proporción similar.

4- La codicia de los directivos
En 1980, un alto ejecutivo estadounidense ganaba de media 42 veces más que un trabajador. Hoy gana 364 veces más: en solo un día lo que los demás en todo el año. El problema no es solo la desigualdad social, que también. Lo más preocupante es que se premie a los ladrones y a los inútiles. En palabras de la canciller alemana, Angela Merkel, “comprendo que gane mucho quien hace mucho por su empresa y sus empleados; pero ¿por qué se debe ahogar en dinero a los incompetentes?”. Es lo que a veces pasa cuando la retribución del primer ejecutivo está supeditada al corto plazo de la bolsa y no al largo plazo de la empresa. En muchas ocasiones (Enron es el ejemplo más sonado pero no el único), los fuegos artificiales que tanto gustan a los inversores bursátiles van contra los intereses de la propia compañía. A la larga, la cotización bursátil también se hunde. Pero suele ser después de que el alto directivo haya vendido sus stock options.

5- La gula de los inversores
Lo que es bueno para el directivo no es bueno para su empresa. Lo que es bueno para el especulador del petróleo no es bueno para la economía mundial. Lo que es bueno para el vendedor de hipotecas subprime no es bueno para el banco que presta el dinero. En todos los fallos del capitalismo que ahora han aflorado hay un elemento común: una distorsión perversa en el sistema de recompensas donde no se premia al que genera riqueza sino al que la destruye.
El capitalismo ha funcionado sobre una premisa que suele ser cierta: del egoísmo individual se obtiene un progreso colectivo. La ambición de los empresarios también es buena para los trabajadores, pues todos ganan aunque sea en menor medida. Sin embargo, el castillo de naipes se hunde cuando se premia al pirómano, cuando la recompensa del que da préstamos hipotecarios a gente sin trabajo no está supeditada a que esas hipotecas se paguen sino a vender todas las posibles -su comisión iba en ello-. Lo mismo sucedía en el siguiente nivel, donde el que respaldaba estas hipotecas subprime tenía como negocio agruparlas con otras miles y venderlas en el mercado. Que se cobrasen o no tampoco era su problema. Tampoco era problema de las agencias de calificación, que estuvieron garantizando la salud del sistema hasta dos minutos antes del hundimiento; por algo cobraban de los mismos bancos a los que avalaban. No era problema de nadie y ha acabado siendo problema de todos.
Aunque las subprime es el pastel más famoso, no es el único tóxico que ha engullido el mercado en estos últimos años de dinero fácil y hambre financiera voraz. El capital se empachó porque no sabía qué comía: el mercado de derivados consistía en vender paté de cerdo como si fuese foie gras de oca; cuestión de una bonita etiqueta. Funcionó bastante bien hasta que a alguien se le ocurrió mirar qué había dentro de la lata.

6- La ira del planeta
Dice José María Aznar, y no es el único inconsciente, que ahora que los bancos van mal no hay dinero para salvar el planeta. La realidad es la contraria, pues detrás de uno de los fenómenos más preocupantes de la economía están precisamente los desastres generados por el cambio climático en la agricultura mundial. La crisis alimentaria es un problema económico en su realidad más cruda, pues aquí no se pierden ahorros sino vidas humanas. La lucha contra la contaminación es, en realidad, el mejor ejemplo de los males del capitalismo: solo se soluciona con regulación estatal, hace falta coordinación internacional, sus beneficios son indudables y, en resumen, nunca lo abordarán aquellos que solo piensan a corto plazo, aunque sea la inversión más rentable, con diferencia. ¿Hay acaso alguna mejor que salvar el planeta?

7- La soberbia del PIB
¿Un país más rico es un país mejor? No siempre. Según los datos del PIB, México está a punto de superar a España. ¿Es un país como México, donde hay familias que pierden su casa porque no pueden pagar las letras de una licuadora, un país mejor que España? México también es el país desarrollado donde mayor es la brecha entre ricos y pobres, según el último informe de la OCDE que se presentó hace unos días. Por desgracia, la desigualdad, la educación o la sanidad no cuentan con indicadores tan precisos como la inflación, el paro o el PIB. Los datos económicos son difíciles de esconder. Sin embargo, los indicadores de desarrollo humano no son homogéneos ni sistemáticos, los políticos pueden apostar a que, con una buena campaña publicitaria, hasta la sanidad pública más deteriorada pasará por buena.
Una vez más, es un problema de recompensas. Lo que es bueno para el PIB no siempre es bueno para la sociedad, de poco sirve que aumente la riqueza si solo se benefician de ello los que ya son ricos, los mismos que nunca lo pasarán verdaderamente mal por mucho que se agrave la situación económica. En España, por ejemplo, la crisis va por barrios. Esta semana abrirá en la milla de oro de Madrid la exclusiva joyería neoyorquina Tiffany’s. Los hay que siempre desayunarán con diamantes.

10/07/2008

Fracasados

De la inolvidable Mafalda del dibujante Quino nos queda un personaje que ha resultado ser el mas querido por sus lectores, se trata de Felipe, el mejor amigo de Mafalda, el mas imaginativo, soñador, despistado y perezoso de cuantos acompañan a la protagonista, que se reconocia un fracasado de nueve años al que sus defectos podian mas que su voluntad. tambien con el que mejor se identifica su autor.

Escribe hoy Miguel Angel Aguilar sobre el fracaso de que nuestra economía no tenga hasta ahora ningún gran banco con graves problemas, ni siquiera aportemos nada propio al itinerario de quiebras que se está produciendo en toda Europa.


El prestigio del fracaso

MIGUEL ÁNGEL AGUILAR

En busca de alivio y de razón, algunos han dado en aceptar que "de Wall Street ha venido un barco cargado de... crisis". Es una versión actualizada de aquel juego de palabras infantil referido al emporio cubano. Entonces, el estribillo era "de La Habana ha venido un barco cargado de...", y la obligación de los participantes sucesivos consistía en encontrar un vocablo que empezara por la misma letra que el elegido por quien fuera el primero en responder. Pero residenciar las causas fundamentales de la crisis en lugares distantes desazona en nuestro país. ¿Por qué escudarse en las hipotecas subprime y en otros juegos malabares con las acciones, en los ocultamientos de las pérdidas, en las trampas de las auditoras, en los manejos de las agencias de rating y en los fraudes de los gestores más respetados, cuando se puede imputar directamente el origen de todos los desastres al presidente Zapatero?

Así lo ha visto el líder del principal partido de la oposición, Mariano Rajoy, en sus intervenciones sucesivas durante las sesiones de control al Gobierno en el Pleno del Congreso de los Diputados, aferrado cada miércoles a que sólo hay un problema: el presidente Zapatero. Como si su antagonista fuera capaz sin más ayudas de desencadenar la que estamos viendo en Wall Street. A Rajoy le asiste en estos trances su consejero áulico, Cristóbal Montoro, quien en línea con Francis Fukuyama, proclamó hace años el fin de los ciclos en economía, se apuntó al mito del progreso indefinido y sostuvo que los ingresos del Estado se multiplican en la misma proporción en que se reducen los impuestos. Inútil que John Kenneth Galbraith escribiera en La economía del fraude inocente (Editorial Crítica. Barcelona) que el comportamiento de la economía y, en especial, la secuencia y duración de auges y recesiones no puede ser previsto y que no existe indicios de que la reducción de impuestos tenga algún efecto positivo sobre la recesión.

Porque, además, está comprobado que los directivos y accionistas no se gastan la renta adicional derivada de la reducción fiscal y, por lo tanto, la medida carece de efectos sobre la economía. Sucede, amigo Montoro, que el único remedio fiable para la recesión es una demanda sostenida por parte de los consumidores. De donde pudiera ser que, vía rebajas impositivas, haya más dinero disponible para quienes no lo gastan; mientras, al mismo tiempo, se proyectan privaciones para quienes sí lo harían. Así que, como escribe Galbraith y tenemos averiguado, la recesión exige un flujo constante de poder adquisitivo, especialmente para los más necesitados, que son los que con más seguridad gastarán. Otra cosa es que, pese a estar garantizado el efecto positivo, las medidas que favorecen ese flujo son rechazadas por quienes las consideran una compasión inútil.

De otra parte, es de conocimiento general que el sistema financiero se basa en la confianza y que ningún banco sería capaz de resistir una ola de pánico que precipitara a la totalidad de sus cuentacorrentistas ante las ventanillas de las sucursales para retirar sus depósitos. ¿Qué banco sería ese cuyos activos líquidos superaran el pasivo que ha sabido captar? De modo que la quiebra de la confianza del público sobre la disponibilidad permanente que tiene de retirar sus fondos de cualquier institución financiera acarrearía su quiebra instantánea. Por eso, sorprende que Montoro, en su día ministro de Hacienda con el inolvidado Ánsar, es decir, supuesto conocedor de la dinámica del sector, dijera el domingo que el PP propone crear un aval de 30.000 millones de euros para reforzar el fondo de garantía de depósitos. Una manera de sumar incertidumbre que resulta muy de agradecer. Todo ello en línea con la emisora Intereconomía y la bendita Cadena Cope, que vienen propiciando desde sus antenas la caída de alguna Caja de Ahorros para que dé comienzo el ansiado festín.

Volvamos al título de esta columna, El prestigio del fracaso, sobre el que teorizó en su día Oscar Peyrou. Nada produce más entusiasmo entre nosotros, y por eso al conmemorar el centenario del desastre en 1998 estuvimos a punto de incurrir en otro de semejantes proporciones. Se desploman los bancos de más campanillas, los que andaban objetando nuestra modesta economía. Lo hacen en Estados Unidos, en Gran Bretaña, en Francia, en Irlanda, en Holanda y aquí se diría que cunde el desánimo porque las gentes se preguntan qué país de tercera es el nuestro, incapaz de hacer aportaciones en ese itinerario de quiebras. Claro que nada debe descartarse por completo. Tal vez lo que se precisa es que nos unamos en un esfuerzo mayor hasta que logremos incurrir en algún desastre de relieve. Recordemos el entusiasmo que suscitaron las dificultades de la peseta cuando bordeaba el límite de oscilación del sistema monetario europeo. Las emisoras se ocupaban de la cuestión con los mismos tonos anhelantes dedicados a la búsqueda del gol en un partido de la selección. Todo sea por Montoro. Tal vez así se faciliten las movilizaciones sociales que anima.


9/30/2008

La Bolsa o la vida

"Es usted la mujer mas bonita que he visto... lo cual no dice mucho en mi favor", ni siquiera Groucho Marx había perdido el sentido del humor despues del desastre del 29 de la bolsa de Nueva York en el que se arruinó, y hasta ahora la cosa la manteniamos a raya, espectantes ante esta nueva crisis, a la vista de que en nuestro entorno no parece haber grandes afectados, pero viene Pedro de Silva hoy
 a pedir "luz y taquígrafos" para que el Banco de España salga de su mutismo y desvele la realidad de la situación de bancos y cajas españolas ante la marea que ha llegado a Europa de quiebras y suspensiones.  Nos estabamos conformando con las noticias de que el Banco de Santander seguía "pescando" en las aguas revueltas de la economía inglesa a la compra de entidades en apuros, y tambien a la afirmación del presidente del Gobierno de la fortaleza de nuestro sistema financiero no ha encontrado gran oposición, mas allá de algún chascarrillo ligero, pero lo que llega desde  Belgica, Holanda, Inglaterra o Alemania no deja mucho lugar al optimismo. Al final, según Jorge Edwards sobre el crack del 29 y la crisis actual, probablemente no se salve  nadie y no consigamos tampoco aprender nada, a todo lo mas, lo que dijo el maestro, "He aprendido de mis errores, estoy seguro que puedo repetirlos".

La seriedad del humor

JORGE EDWARDS 

La virtud central del capitalismo clásico era el trabajo. Marx partió de ahí, de esa noción burguesa esencial, para elaborar sus ideas sobre el materialismo dialéctico y el socialismo. El capitalismo moderno estaba relacionado con la revolución protestante, con el calvinismo, con una ética del rigor, del esfuerzo. Hay que leer a los clásicos, desde Adam Smith hasta Max Weber. Y entender a Carlos Marx y a Federico Engels. Pero tengo la impresión de que los teóricos de la economía actual se olvidaron de los autores fundamentales, de los maestros, de los grandes precursores. El valor del trabajo se degradó y se convirtió en el de la especulación, de las burbujas financieras, de la riqueza fácil. He leído y recordado en estos días algunas páginas de humor sobre la crisis de 1929, además de algunas anécdotas reveladoras. Groucho Marx, que no pertenece a la misma familia que Carlos Marx, describe en sus memorias una época en que las acciones de Wall Street, todos los valores bursátiles, subían todos los días. Todo el mundo quería comprar en la Bolsa, y él mismo Groucho fue contagiado por la fiebre especulativa. Cerraba los ojos, ponía un dedo en algún lugar de la lista, compraba la acción respectiva y ganaba. Todos ganaban y compraban como locos. Groucho no sabía, hasta ese momento, que se podía vivir en el lujo, en la opulencia, en la extravagancia, sin trabajar, pero había comenzado a saberlo. Hasta que un día cualquiera, un inversionista cualquiera, un poco preocupado, dominado por un soplo vago de incertidumbre, hizo cálculos y resolvió vender. Otra persona se contagió con su pesimismo, o al menos con su vacilación, con su incertidumbre, y también puso sus acciones en venta. Hasta que la Bolsa de Wall Street, un buen día, o un día negro, para decirlo de un modo más preciso, se derrumbó en forma estrepitosa.

Los gurús y magos de las finanzas se reían de los viejos valores, pero ellos han caído cual saco de papa. Washington llega tarde, con voz alterada y manotazos de ahogado

Los economistas nos hablan en difícil, pero Groucho Marx es tanto o más certero que ellos. Porque Groucho nos habla de la crisis desde adentro, como persona que participaba en el delirio colectivo y que de repente, de un día para otro, perdió hasta la camisa. Hemos vivido rodeados de gurús, de magos de las finanzas, de poseedores de ciencias infusas, de ricos repentinos y que se han reído de los valores tradicionales, y de pronto se han caído al suelo como sacos de papas o de patatas. Me parece que la explicación de un humorista, aunque no tenga terminachos, aunque huya de la jerga técnica, es mejor que muchas otras. Una vez, hace ya largos años, di una conferencia en algún recinto madrileño o de las Islas Canarias, ya no me acuerdo con exactitud, y conseguí que la audiencia se riera a carcajadas. Al final de la charla se me acercó el escritor y ensayista Juan Marichal, marido de Soledad, Solita, Salinas, hija del gran poeta Pedro Salinas, y me dijo las siguientes palabras textuales: "Es que la gente no se ha dado cuenta de que el humor es una cosa muy seria". Leí hace poco una anécdota de Kennedy el mayor, el padre de los hermanos Kennedy. En vísperas de la crisis, Kennedy el mayor po-

seía una cantidad importante de acciones de Wall Street. Una mañana se dirigió a los recintos de la Bolsa y se detuvo en una esquina, en la mitad de su camino, para lustrarse los zapatos. El lustrabotas, mientras le pasaba cera y le sacaba lustre, le hacía comentarios sobre sus propias compras en la Bolsa y sobre las alzas que habían obtenido los títulos suyos. Kennedy el mayor, con sus zapatos relucientes, se dirigió de inmediato a la oficina de sus corredores y les ordenó que vendieran todo. Si hasta los lustrabotas compraban acciones, algo estaba podrido en el Reino de Dinamarca. Vendió todo, y esa decisión de vender a tiempo fue uno de los pilares más sólidos de su futura fortuna. Pero el problema, claro está, consiste en vender a tiempo, y en comprar a tiempo. Parece fácil, pero no lo es tanto. El capitalismo especulativo es uno de los grandes vicios del mundo moderno (para citar al poeta Nicanor Parra). Y el otro, el de los calvinistas, el de los artesanos hugonotes, el de los banqueros de la Comedia Humana de Honorato de Balzac, pertenece a un pasado remoto, anacrónico, desaparecido.

Lula, el presidente brasileño, nos habló en la Asamblea General de las Naciones Unidas de fiebre especulativa, y Michelle Bachelet, en tonos acusatorios, recurrió a los conceptos de codicia y desidia. Fueron nociones éticas, severas, esgrimidas en la mayor tribuna internacional. Pero el problema de gobernar consiste en conocer la naturaleza humana y actuar para controlarla, encauzarla, llevarla por caminos decentes, de solidaridad, de justicia, de progreso auténtico. Porque si usted coloca a un gato en una carnicería, no puede pedirle que se abstenga de comer la carne. Es necesario, en consecuencia, conocer la naturaleza de los seres humanos, y la naturaleza de los gatos. En mis años de formación, el héroe de la economía moderna, a lo largo y lo ancho del mundo capitalista, era John Maynard Keynes. Parecía que Keynes había sacado al capitalismo de su etapa salvaje, descontrolada, primitiva, y lo había canalizado, moderado, humanizado. En resumidas cuentas, si la crisis derivaba de un estado anterior de libertinaje, los keynesianos aplicaban medidas para salvar en definitiva, en sus componentes básicos, el sistema. Era otra versión de lo que proponía el Príncipe de Salina en El Gatopardo:cambiar para que todo siga igual. Es lo que sostiene ahora el Gobierno de Washington, pero lo sostiene tarde, con voz alterada y sofocada, con manotazos de ahogado. No hacer nada, dice, es lo peor y lo más peligroso que podemos hacer. Y lo dice mientras hace esfuerzos desesperados para tapar los hoyos, los feroces agujeros financieros, inmobiliarios, hipotecarios, con el dinero de los contribuyentes.

Lo que ocurre es que lo más abstracto del mundo, lo más enigmático del mundo, son las altas finanzas. Se barajan cifras en un tablero electrónico, se hacen fortunas y se deshacen en cuestión de horas, pero, ¿dónde están los respaldos, el oro, el dinero efectivo? Muchas veces, casi siempre, no están en ninguna parte. En la Comedia Humana, para volver a Balzac, hay dos especies de personajes: los avaros, los que atesoran riquezas lenta y trabajosamente, los Primos Pons, que guardan una fortuna en muebles, en cristalerías y porcelanas, en cuadros, en luises de oro, debajo de los colchones, en espacios de pocos metros cuadrados, y los barones del primer imperio, los Nuncingen, que especulan y manejan valores puramente abstractos, y que anuncian algunos de los rasgos del capitalismo de este siglo XXI. Algunos comentan, con visible entusiasmo, con acentos triunfalistas, que los fanáticos del neoliberalismo quedaron en evidencia. Quizá sea verdad. Pero tiendo a ver las cosas de otro modo. Toda la economía, en casi todas partes, en Occidente, pero también en China, en Rusia, en la India, había entrado en una forma de delirio, en una fiebre que iba en aumento y que nos contagiaba a todos. Y de repente, por la fuerza de los hechos, por obra de las circunstancias, hemos despertado y nos hemos tenido que restregar los ojos. ¡Adiós, sombras fugaces!, hemos exclamado, como los personajes del drama clásico. Despertamos, aterrizamos en la realidad, y la fuerza, el drama de la experiencia viva y reciente, nos marea y nos perturba. En Chile, dice alguien, estamos más preparados que antes, que en 1982 y en 1929, para resistir la crisis. Más preparados hasta cierto punto, y siempre que las cosas no lleguen a mayores. Pero lo más probable es que no se salve nadie, y que no consigamos, tampoco, al final del tormentoso recorrido, aprender nada.

Jorge Edwards es escritor chileno.

 

9/15/2008

Psicoestetas

Dejó dicho Ortega y Gasset que "De querer ser a creer que se es ya va la distancia de lo trágico a lo cómico" (un amigo mas prosaico dice "Don (título) si din (dinero), mis cojones en latín, no tiene relación apenas, pero no importa), y me lo trae un artículo absolutamente sensacional (disculpe la adjetivación pero estoy influido por algunos a los que les quedan cortos todos los adjetivos para calificar sus experiencias) que firma nuestro psicoesteta de guardia, Ramiro Fernández, que no contento con ser un buen peluquero y maestro de peluqueros, incluso de futbolistas y politicos varios, ha encontrado en la discutida teoría psicoestética del "profesor" Muñoz Espinalt (aquel que avanzaba la independencia de Cataluña para el año 2000 y que decía como debian vestirse, que debian leer, que música escuchar y como hablar y comportarse en público los catalanes modernos) su razón de ser profesional y personal.

Nos dice Ramiro que "El espejo es el mejor amigo del hombre (en genérico, supuestamente) y el utensilio que nos presenta la realidad tal cual es", contraviniendo aquello que se decía que lo que devuelve el espejo es la imagen del alma o del espiritu, y que mas tarde descubrimos que el espejo devuelve una imagen alterada por la leyes de la reflexión, y mas tarde alguien advirtió que muchos otros animales son conscientes de su imagen sin saber cual es el grado de consciencia de su misma existencia o muerte. Por si fuera poco, la imagen que nos devuelven los espejos, no ya aquellos azogados de plomo o estaño, sino los perfectos de plata o aluminio, son veneno para el alma de los que sufren desordenes alimenticios, en los que nunca ven una imagen satisfactoria de si mismos.



9/09/2008

Romanos en Oviedo

Nadie parecía imaginar que las obras de ampliación del museo de Bellas Artes de Oviedo fuera a poner en duda la que se tenía por fecha de su fundación, y todo por el hallazgo de los restos de una fuente cuya cronología romana pone en evidencia los análisis de carbono 14 en los restos orgánicos que la acompañan. A las reacciones iniciales de sorpresa y prudencia por parte de los expertos se han sucedido manifestaciones de todo tipo, alguna de las cuales causan sonrojo, como la del columnista de La Nueva España Javier Neira, que parece que él ya lo intuía e incluso se permitió colarse en la excavación para ratificarlo de primera mano. También la de especialistas que sostienen lo contrario o que ya habian advertido el origen romano de la fuente de Foncalada, hasta ahora único monumento civil del arte prerrománico. Pero la mas llamativa de las reacciones la protagoniza Gustavo Bueno junior, a la sazón hijo de conocido filosofo y intelectual de cabecera del gabinismo ovetense, que habia recibido el sabroso encargo de organizar los fastos de los XII siglos de existencia oficial de Oviedin; para él nada cambia con la descubrimiento arqueologico y "La historia de Oviedo sigue igual, lo que cambia es su prehistoria", se defiende antes de que alguien le venga con que el "Oviedo XII siglos" está en entredicho, pero además se permite reconvenir a "muchos historiadores que pontificaban que el monastario (San Vicente) se hizo en un desierto y empeñados en restar importancia a la romanización".
Mucho mas interesante y esclarecedor el artículo de Javier R. Muñoz sobre las implicaciones de la cronológia romana de la fuente de la Rúa, publicado en LNE.

¿Qué cambia en la historia de Oviedo la fuente de la Rúa?

JAVIER RODRÍGUEZMUÑOZ
La cronología romana de la fuente hallada hace apenas dos meses junto a la calle de la Rúa puede dar un vuelco total a lo que hasta ahora era la historia conocida del Oviedo urbano. No debiera sorprendernos que dentro del espacio que ocupara la urbe medieval, el delimitado por la muralla de Alfonso X, aparezcan unos restos arqueológicos de época romana. En el entorno de Oviedo ya eran conocidos testimonios de esa cronología y, en las dos últimas décadas, con la intensificación de las prospecciones arqueológicas, se han multiplicado.

Cuando a comienzos de los años setenta del pasado siglo, José Manuel González escribió el capítulo de la «Historia preurbana» para «El libro de Oviedo», señalaba que por el futuro emplazamiento de la capital asturiana había pasado una vía romana que comunicaba Asturica Augusta (Astorga) con Lucus Asturum (Lugo de Llanera). Este último lugar era por entonces uno de los yacimientos tópicos de lo romano en Asturias, donde ya desde el siglo XIX se venían produciendo hallazgos fortuitos y, desde luego, uno de los muy escasos núcleos asturianos mencionado en las fuentes documentales.

En los entornos de Oviedo, los restos de mayor entidad eran los de la villa de Paraxuga, descubiertos por el citado José Manuel González y excavados de urgencia antes de que quedaran enterrados definitivamente bajo el edificio de la Facultad de Medicina. En Paraxuga se constató la existencia de un establecimiento del siglo IV-V, que se puso en relación con la vía que atravesaba Oviedo. En época imprecisa se localizó en la iglesia de San Miguel de Liño una estela funeraria romana dedicada a un tal «Cesarón, hijo de Tábalo», y en un muro de contención cerca de la puerta de Santa María del Naranco otra estela dedicada a un personaje llamado Quinto Vendirico por su hijo Agedio. Estas dos estelas, junto con el hallazgo de restos de tégulas (la característica teja romana plana) y ladrillos, hizo suponer que en Liño había existido una villa romana. Otros restos imprecisos y la toponimia nos hablaban también de una notable romanización en la ladera del Naranco y en otras zonas del entorno de Oviedo.

Desde que José Manuel González escribiera el citado artículo hasta la actualidad, la arqueología vino a confirmar su buen ojo arqueológico. En Paredes (Lugones), donde también había señalado la existencia de una villa romana, se excavó hace unos años una necrópolis bajorromana, de la que parte aún se conserva en la zona de aparcamiento del centro comercial Parque Principado. El castro de Llagú, al sur de Oviedo, reveló que además de una potente y larga ocupación prerromana, también fue habitado en época romana, hasta mediado el siglo II. En Priañes, en términos del concejo de Oviedo, se localizaron los restos bastante arruinados de una villa romana con cronología en torno al siglo IV. El puente de Colloto, sobre el Nora, ya hace algún tiempo que se constató que su cronología original era también bajorromana. Posiblemente, el puente de Olloniego también sea en su construcción original de la misma época romana.

Fuera de los términos de Oviedo, pero dentro de la zona central articulada en torno a esa vía de Asturica a Lucus, los hallazgos han sido aún más importantes. Al ya viejo hallazgo de la villa Memorana en Vega del Ciego (Lena), de la que se recuperó un completo mosaico que se instaló en el Museo Arqueológico, y varios hallazgos de fines del siglo XIX en Ujo (Mieres), se vinieron a sumar en los últimos años otros yacimientos. Los hornos de fabricación de material de construcción de Venta del Gallo (Llanera), la excepcional y temprana villa de Valduno (Las Regueras); una larga ocupación en el territorio de Lucus Asturum, junto a la destruida y desaparecida iglesia de Lugo; la villa de Veranes, que, aunque conocida desde hacía tiempo, sólo en los últimos años se ha descubierto en toda su magnitud e importancia; la Campa Torres, posiblemente la ciudad prerromana de Noega, pero que fue ocupada por los romanos desde el momento mismo de la conquista, y donde debió de existir un faro romano, en forma de torre, como el de La Coruña. Y, por último, la ciudad de Gijón, cuyas murallas, termas, fábrica de salazones, y otros múltiples hallazgos, nos hablan de una ciudad de gran importancia en el norte hispano en los siglos bajorromanos.

Hay muchos más hallazgos (Beloño, Andallón, Bañugues...), pero no vamos a hacer ahora un mapa de la ocupación romana en Asturias. Hoy nadie con un mediano conocimiento de nuestra historia Antigua puede sostener que Asturias no fue romanizada intensa y extensamente. Clarín no podría empezar hoy su cuento Doña Berta tal y como lo hizo hace ya más de un siglo: «Hay un lugar en el Norte de España adonde no llegaron nunca ni los romanos ni los moros...».

Este largo discurso introductorio nos sirve para hacer ahora una pregunta: ¿Nunca aparecieron restos romanos en el solar del Oviedo medieval?

Y la respuesta es: sí. Pero no los quisimos ver o no los supimos interpretar. Máximo y Fromestano nos vendieron tan bien la historia de su presura de un Oviedo, yermo y deshabitado, que desde siempre se consideró imposible la existencia en ese lugar de otra presencia humana anterior al siglo VIII. En el Museo Arqueológico se conservan al menos dos hermosos capiteles corintios romanos y algún fuste de columna que se supone proceden del palacio de Alfonso III, y que pudieron ser efectivamente aprovechados para este edificio, pero que a la luz de lo que ahora conocemos pudieron ser tomados de alguna construcción romana preexistente en el mismo solar. Hay otro capitel del mismo estilo y procedencia, al parecer, en el Tabularium Artis Asturiensis. Más excepcional aún es el conocido como sarcófago de Ithacio, cuya tapa, labrada en mármol blanco, contiene diversos motivos vegetales y otros que entroncan con el mundo artístico bajorromano y cristiano de los siglos IV-V, y que se encuentra en el llamado Panteón de los Reyes de la capilla del Rey Casto, en la Catedral. Una tradición, que recogió José Cuesta en su pionera Guía de la catedral de Oviedo, y cuya antigüedad se desconoce, dice que en esta urna fueron trasladados los restos de Alfonso III a Oviedo desde Zamora.

Hace ya casi veinte años que en una «Historia de Asturias» (tomo 11 de la Enciclopedia Temática de Asturias), y en el capítulo referido al periodo del Reino de Asturias cuestionábamos la idea generalmente aceptada de que varios restos visigodos que se conservan en las iglesias de ese periodo hubieran sido traídos de fuera. «Resulta inconcebible la idea», escribíamos entonces, «de que tan pesadas piedras formasen parte del botín de las expediciones guerreras asturianas por territorio de la Meseta». Lo mismo podemos decir del valioso sarcófago de Ithacio. No hubo que traerlo de ningún sitio, muy posiblemente estaba allí al lado, junto a otros muchos restos escondidos bajo el subsuelo de la Catedral y de otros antiguos edificios, o que desaparecieron para siempre reaprovechadas sus piedras en otras vetustas construcciones. Debemos concluir en que no hemos sido finos en la apreciación de restos evidentes que teníamos ante nuestros ojos.
Pero volvamos ahora al engaño de Máximo y Fromestano. Está fuera de duda de que el documento que recoge el pacto monástico suscrito por el abad Fromestano y su sobrino Máximo, con Montano y los otros monjes, sobre la fundación por ellos del monasterio de San Vicente, es falso. Isabel Torrente ha puesto de relieve últimamente las incongruencias y anacronismos del mismo. Podemos seguir pensando que a mediados del siglo VIII, en 761 si queremos una cifra exacta, unos monjes se instalaron en el solar donde luego creció y se expandió el monasterio de San Vicente. Otros más lo hicieron en el solar de esa vieja colina, de cuyas fundaciones apenas si nos queda la mención del nombre de sus monasterios. Lo que hoy ya no se puede creer es que Máximo encontró aquel lugar desierto. El lugar, que según dice el documento llamaban «Oveto», no era «nemine posidente» (no poseído por nadie) como se dice en él. No era un solar desierto y lleno de maleza que con sus siervos fue desbrozando Máximo, algo había allí, y posiblemente muy importante, aunque en algún momento haya podido estar deshabitado.

En realidad, la evidencia ahora constatada de la existencia de un «Oveto» anterior a Alfonso II y a los otros reyes de la monarquía asturiana explica mejor o aclara el porqué de la elección de ese lugar como capital de su Reino. Y también la anterior decisión de su padre, Fruela I, de fundar allí una iglesia dedicada a San Salvador y vivir en ese lugar por algún tiempo, pues no se olvide que el futuro Alfonso II nació en Oviedo. Él mismo lo dice en el documento suscrito el 16 de noviembre de 812, por el que hizo a la Iglesia de Oviedo una generosa donación. Este documento, conocido en la bibliografía medieval como el «testamentum» de Alfonso II, no es más que eso, una donación por la que confirmaba la que anteriormente había otorgado su padre Fruela a la misma Iglesia, «para alcanzar perdón para él y el venidero para nosotros», muy posiblemente, como apunta Isabel Torrente, para alcanzar el perdón por el crimen cometido al haber matado con sus manos a su hermano Wimara, «por rivalidades en torno al reino», explicaba la Crónica Albeldense. Sin justificación ni fundamentación documental alguna, se sostiene por algunos que ese año de 812 fue el momento en el que se fundó o estableció la Corte de Oviedo, de lo que no hay ninguna mención en este testamentum, pese al discurso histórico que le precede.

Hay, en lo que estamos tratando dos conceptos que a veces se confunden y se solapan: 1) el establecimiento de una primera población de forma estable en el lugar que luego se llamaría Oviedo, y 2) la institución de ese lugar llamado Oviedo como sede del trono del Reino de Asturias por parte de Alfonso II. Pero de esto, nos ocupamos en el capítulo siguiente.

¿Qué cambia en la historia de Oviedo la fuente de la Rúa? (y II)

En un momento indeterminado, unos primeros habitantes se instalaron en el solar de lo que fue el Oviedo medieval, y esa primera presencia se mantuvo de forma ininterrumpida hasta consolidar un poblamiento estable, cuyas características urbanas desconocemos totalmente. El hallazgo de la fuente de la Rúa nos viene a decir que eso se produjo, al menos, en el siglo IV de nuestra era.

La entidad del hallazgo, una fuente con cierto carácter monumental, invita a pensar que no fue construida en un descampado, sino que en su entorno había una cierta población que demandaba el servicio que ella prestaba, ya fuera el mero aprovisionamiento de agua o una función religiosa como posible «ninfeo». Vamos a tratar de aclarar mínimamente lo que significa esta palabra, que en estos días se ha repetido más de una vez en boca de arqueólogos e historiadores, pero que para el público en general, incluso para los más ilustrados, es posible que no diga mucho. Un «ninfeo» era un lugar natural o artificial donde existía una fuente y en el que se podía recibir a través del agua las benéficas influencias de las Ninfas. Había «ninfeos» en rincones naturales, como las cuevas, y otros construidos en ciudades, imitando en cierto modo las formas naturales por medio de cúpulas y bóvedas de cañón, como la de la Foncalada, y fuentes adornadas incluso con mosaicos y estatuas, y varios estanques. Nuestras Xanas y fuentes de las Xanas, serían la versión asturianizada de las Ninfas y los «ninfeos».


Que una fuente romana, de mayor o menor monumentalidad, existiera en el solar de Oviedo no nos permite suponer que la población que allí hubiera fuera de una gran magnitud. Podía, en algún caso, pertenecer a una villa más o menos lujosa, pero aislada, sin más población que la del señor y su familia, y los sirvientes domésticos y rurales del establecimiento. Pero la posibilidad de que también la fuente de la Foncalada sea en realidad de la misma época romana abre todo un campo de posibilidades explicativas. La Foncalada, calificada hasta ahora como la única construcción de época altomedieval dedicada a fines públicos que se conoce en España, siempre tuvo una serie de elementos que la separaban del resto de las construcciones del arte asturiano, nombre que cada vez tiene más sentido, y no el de Prerrománico. El edículo de la Foncalada está enteramente construido en sillares de piedra, incluso las dovelas que forman su bóveda de cañón. A su parentesco con otras construcciones similares romanas ya se han hecho muchas referencias. En realidad, el elemento que hasta ahora ha servido para su adscripción al período del Reino de Asturias es la presencia de la conocida como Cruz de la Victoria, con las letras alfa y omega, que corona su frontón triangular, y los restos de la inscripción «Hoc signo tvetvr pivs. Hoc signo vincitvr inimicvs» y «Signvm salutis...», habitual en otras construcciones del reinado de Alfonso III. Pero tales elementos, está claro, pudieron ser añadidos en los siglo VIII o IX a una fuente y edículo ya existentes, para cristianizarla, como se hizo con otros muchos monumentos de carácter pagano.


Aceptada como hipótesis, a la espera que la datación por carbono 14 pueda aclarar definitivamente el tema, que la Foncalada es romana, se ampliaría notablemente el área de extensión de ese primitivo Oviedo romano, lo que nos obligaría a pensar en un tipo de poblamiento de mayor entidad que una simple villa.


Oviedo está emplazado en un cruce natural de caminos, Norte-Sur y Este-Oeste. Ya hablamos antes de la vía que, con dirección Sur-Norte, unía Asturica Augusta (Astorga), la capital del conventus Asturum, y también Legio (León), con Lucus Asturum. Pero también por el entorno de Oviedo debía de cruzar otra vía que enlazaba con el Oriente, aprovechando el pasillo natural que brindaba la llamada por los geólogos depresión mesoterciaria, que se extiende más o menos desde Grado a Cangas de Onís, sin apenas ninguna pendiente. Para servir a esa vía se habría construido el puente de Colloto, en las inmediaciones de Oviedo. Examinado bajo esa consideración de cruce de caminos o de vías romanas, se podría pensar que el Oviedo romano del siglo IV hubiera sido lo que se denomina un «vicus viarii», una aglomeración urbana tejida en torno a ese cruce de caminos, sin formar un centro agrupado densamente, sino con diversos establecimientos dispersos a lo largo de las vías. Una calificación similar fue propuesta por Carmen Fernández Ochoa y otras arqueólogas que excavaron a principios de los años noventa en el área de la antigua iglesia de Santa María de Lugo (Llanera), donde también se daba otra encrucijada de caminos, entre la vía Norte-Sur ya descrita, que proseguía hacia Gijón, y otra que se dirigía hacia el Oeste, a la ciudad de Lucus Augusti (Lugo de Galicia).


Por otra parte, Carmen Fernández Ochoa viene insistiendo en los últimos años en la importancia del enclave urbano de Gijón en la bajorromanidad. Numerosos restos arqueológicos confirman esa opinión y el reciente hallazgo bajo el claustro del antiguo convento de las Recoletas-Fábrica de Tabacos reafirma lo ya supuesto. Gijón desempeñaría un importante papel, junto con Asturica Augusta, en la parte astur, en esos siglos del final del Imperio romano, en el mantenimiento de la llamada «via annonaria», por la que se aprovisionaba a las legiones romanas que luchaban en el limes (frontera militar) germano, en un pulso mantenido durante siglos y que al final terminaría con la entrada o invasión de los llamados pueblos bárbaros.


Todo lo anterior es pura hipótesis, pero desde luego va siendo hora de que los historiadores revisen sus ideas sobre la historia de Asturias en los siglos de transición entre el mundo antiguo y el medieval. Porque, pese a todo lo que se viene descubriendo, sigue todavía latente la idea de que los astures eran un pueblo muy bárbaro y atrasado, según la descripción que de ellos hizo el geógrafo griego contemporáneo de la conquista, Estrabón, y que, pese a que fueron conquistados, la romanización no pasó de ser un barniz superficial. Claudio Sánchez Albornoz, en su notable historia del Reino de Asturias, calificó a los asturianos que poblaban la zona donde se produjo el levantamiento contra los árabes como «bravos montañeses mal romanizados y peor sometidos a los godos». Y no hace tanto tiempo que los profesores Barbero y Vigil sostuvieron con gran aceptación la tesis de que en la zona limítrofe entre cántabros y astures, articulada en torno a Covadonga y Cangas de Onís, se había formado un poder autónomo que fue el primero que se levantó contra la invasión musulmana. O, para no insistir en lo mismo, la obstinación de muchos historiadores, incluso asturianos, en negar al primer rey, Pelayo, su naturaleza asturiana.


El conocimiento cada vez mayor del período romano y de los oscuros siglos siguientes debe hacer cambiar muchas de las cosas que se han escrito sobre la historia del Reino de Asturias.


Pero volvamos ahora al segundo punto que planteábamos al final de la anterior entrega de este artículo, el referido a la instalación en Oviedo del «solio del trono», es decir, al momento en que Oviedo se convirtió en sede de la corte y asiento del trono, reinando Alfonso II. Ningún documento ni crónica concretan ese momento. La crónica de Alfonso III, en sus dos versiones, rotense y a Sebastián, dice que Alfonso II «fue el primero que estableció en Oviedo el trono del reino», en año que no precisan. Y una denominada «Nómina de los Reyes Católicos leoneses» que acompaña a la crónica albeldense dice que Alfonso el Casto «fundó Oviedo».


Antes que en Oviedo, la Corte había estado en Pravia, donde la asentó Silo, según referencia aportada esta vez por la crónica albeldense. Pravia está en el medio de una zona donde son muy abundantes los restos de la presencia romana, algunos de los cuales todavía alcanzó a ver Juan Antonio Bances y Valdés a comienzos del siglo XIX, e hizo de ellos una memorable descripción titulada «Noticias históricas del concejo de Pravia», que fue publicada por la Academia de la Historia un siglo después, en 1911. Pravia, por otra parte, es muy posible que haya sido la Flavionavia que citan las fuentes romanas.


Cuando Alfonso II, que había desempeñado un destacado papel en la corte de Silo en Pravia, accedió al trono y decidió trasladar éste a Oviedo, su decisión sólo podía tener como fundamento, por lo que hasta ahora sabíamos, el cariño que a ese lugar tuviera por haber nacido en él. Fuera de motivos sentimentales, tal decisión siempre resultó un tanto extraña, ya que parecía ilógico elegir como sede de la Corte un lugar casi deshabitado y desprovisto de toda infraestructura, cuando existía no muy lejos una población como Gijón, que, por lo que hoy sabemos, estaba dotada de unas muy sólidas murallas y numerosas edificaciones que podían servir de asiento sin ningún esfuerzo a la Corte de Alfonso II.


Está claro que no sabemos casi nada de lo que era y había en Oviedo a fines del siglo VIII, cuando Alfonso II accede al trono. Pero, desde luego, no debía de ser un lugar casi yermo, en el que sólo se alzaban una iglesia dedicada a San Salvador y un pequeño oratorio dedicado a San Vicente, con muy pocas construcciones anexas. Tenemos que pensar que había mucho más, aunque buena parte de ello debió de resultar muy dañado tras las incursiones que sobre Oviedo hicieron los hermanos Ibn Mugait, reinando en Córdoba Hixem I. Y ahora volvemos al tema de cuándo se instaló la Corte en Oviedo. Ya dijimos que ningún documento ni crónica señalan año alguno, y, desde luego, no fue el de 812. Pero podemos pensar con bastante fundamento que Alfonso II se instaló en Oviedo ya desde el comienzo de su reinado. Los citados hermanos Ibn Mugait dirigieron sus campañas estivales de 794 y 795, lógicamente, contra la capital del Reino, Oviedo, porque allí esperaban encontrar al rey asturiano, y consecuencia de ello fue la destrucción, al menos, de la iglesia de San Salvador fundada por Fruela, y suponemos que de buena parte de lo que sería entonces la capital del Reino.


Alfonso II, según cuentan todas las crónicas, llevó a cabo en Oviedo una importante labor constructora, al menos en lo que se refiere al núcleo articulado en torno a la actual catedral, donde levantó de nuevo la iglesia dedicada a San Salvador, otra en honor de Santa María y una tercera a la memoria del mártir San Tirso. Según la crónica albeldense, «todas estas casas del señor las adornó con arcas y con columnas de mármol, y con oro y plata, con la mayor diligencia y, junto con los regios palacios, las decoró con diversas pinturas». Y también edificó fuera de Oviedo, como cuenta la crónica de Alfonso III, «distante del palacio casi un estadio, una iglesia en memoria de San Julián Mártir, poniendo alrededor, aquí y allá, dos altares decorados con admirable ornato. Mas también los palacios reales, los baños, los comedores y estancias y cuarteles, los construyó hermosos, y todos los servicios del Reino los hizo de lo más bello».


Las crónicas dan cuenta de las más admirables construcciones de Alfonso II, las realizadas en piedra, pero el Oviedo de entonces debía de ser mucho más y, a lo que parece, no había nacido de la nada. Los monjes de San Vicente para defender su parcela inventaron una bella historia, pero qué lejos de la verdad parece ahora. Oviedo ya no tiene fecha fija de fundación, el año 761, sino un pasado mucho más lejano e interesante que esperemos se pueda perfilar en los próximos años.

8/12/2008

La Tierra

Me pasa un habitual del local de la tertulia una nota en una servilleta referida al locutor estrella de la cadena radiofonica de la Conferencia Episcopal, COPE, Federico Jimenez Losantos, que mas que una evidencia es una gregería, si atendemos a los problemas judiciales que le ha ocasionado utilizar el insulto y la maledicencia en su programa de radio.

En las antípodas sobre la forma de entender el periodismo, y la estética, del mencionado locutor está Manuel Vicent que nos deleita cada semana desde El Pais con sus crónicas, y ahora con un especial sobre las imágenes que cambiaron nuestra vida que dedica la última semana a La Tierra, con un artículo que no me resisto a copiar.


Adiós a la Tierra MANUEL VICENT
El 17 de febrero de 1600, en Campo dei Fiori de Roma, los servidores del Santo Oficio descargaron un carro de leña a media mañana para preparar la hoguera donde iba a arder Giordano Bruno, condenado por blasfemia, herejía e inmoralidad. Todo lo que había dicho este filósofo en su cátedra para merecer el fuego había sido que la Tierra ya estaba en el Cielo, puesto que navegaba por el espacio. En la tolerante ciudad de Venecia se creía a salvo, pero fue juzgado por la Inquisición, encerrado en las mazmorras del Vaticano durante siete años y finalmente entregado por el papa Clemente VIII al brazo secular para que lo mandara al infierno, puesto que no se retractaba. Lo que no sabía Giordano Bruno es que la tierra navega por el espacio a treinta kilómetros por segundo, una velocidad pareja al fanatismo y a la maldad de algunos hombres, como sabe cualquiera en nuestros días.
Cuando las cenizas de Bruno fueron aventadas, Galileo tomó su relevo en el excitante enigma de los astros. Uno de sus primeros trabajos consistió en perfeccionar el telescopio holandés y cuando consiguió una lente de veinte aumentos convocó al Consejo de Venecia en la cima del campanile de San Marcos y la enfocó hacia la luna para mostrar a los clérigos y prebostes civiles los accidentes geológicos que había en su superficie. Este descubrimiento echó abajo la teoría física aristotélica que consideraba los astros como esferas celestes, puras, perfectas e inmutables. Galileo fue condenado a la hoguera y sólo un falso arrepentimiento de última hora le libró de convertirse también en un excelente asado.
Durante la Edad Media todo lo que se conocía del hombre se sabía a través de Dios, centro del Universo, pero en el Renacimiento el hombre ocupó su trono. El humanismo volvió la mirada a la antigua Grecia. El Pantocrator de las iglesias bizantinas fue sustituido por el David de Miguel Angel, los científicos comenzaron a enfrentar los experimentos a los dogmas y los astrónomos por su parte ensancharon el concepto del universo cada vez más profundo y misterioso. El impulso del humanismo duró varios siglos, hasta que finalmente una máquina rompió la atracción de la Tierra y puso al hombre a flotar por el espacio con los mismos movimientos neumáticos del feto en una nueva placenta.
La carrera espacial de rusos y norteamericanos no era sino la fuerza centrífuga de la humanidad, que de forma ciega la impulsaba a abandonar el vientre de la madre. La llegada del hombre a la luna el 20 de julio de 1969 fue realmente otro Renacimiento. La huella de Neil Armstrong sobre el polvo lunar era la señal que marcaba el inicio del fin de la naturaleza carbónica del hombre. El humanismo había terminado. A partir de esa bota de astronauta los metales comenzarían a ser inteligentes. Los replicantes estaban al llegar. Las naves que ardían más allá de Orión eran los reflejos de la hoguera de Giornano Bruno, que en forma de rayos T iban a alcanzar muy pronto la puerta de Tannhäuser.
La imagen de la Tierra vista desde fuera como un ente extraño ha revolucionado la conciencia humana. Somos pasajeros de una nave que navega por el espacio sometida a unas leyes inexorables del universo. Alrededor de la Tierra flotan ahora 6.500 instrumentos metálicos, algunos de los cuales aun son humanos vestidos de amianto. Desde la órbita terrestre preparan nuestro futuro hogar en otros planetas, pero alguno de estos metales inteligentes está destinado a vigilar todavía nuestros pensamientos y son capaces de contar los pelos que cada uno de nosotros tiene en el fondo de la nariz, muy cerca del cerebro. Desde esa altura la humanidad es sólo una aventura bioquímica que se mueve sobre una película infinitesimal de la superficie de la Tierra, que ha brotado en su piel como un eczema. Por otra parte nuestra soledad es absoluta. La estrella más próxima de nuestra galaxia está a cuatro años luz, pero en nuestra mente existen miles de millones de planetas donde los monstruos de la vida son nuestros congéneres hermanados en la química universal.
Después de ver la Tierra en una visión extracorpórea la conciencia colectiva ha generado una nueva forma de pensar. Nada que no sea global, planetario y universal tiene ya sentido. Todos los sueños de la humanidad se disparan hacia las galaxias y al mismo tiempo han instalado en el fondo de nuestro cerebro un principio insoslayable: en esta nave o nos salvamos todos o perecemos todos. Este pensamiento nuevo, que se deduce de la cosmonáutica, podría convertir a esta nave, dentro de la atmósfera, junto con los animales, bosques, mares, ríos y montes una categoría metafísica, de modo que la Tierra recobraría la idea de perfección con que Aristóteles dotaba a las esferas celestes. Todo empezó en el Campo dei Fiori de Roma donde ardió un profeta de los astros.