9/22/2007

Educacion y Ciudadanía

Se cuenta en el ambiente hostelero de la zona que un conocido personaje local, con antecedentes en el descuido ajeno, no importa que sean bolsos, propinas o consumiciones, incluso en su propio y en cierta manera prestigioso trabajo, estando como único cliente en la barra en un restaurante de la localidad le comió la cena al dueño en un descuido en que este fue a servir a unos clientes, naturalmente el pájaro levantó rapidamente el vuelo sin siquiera felicitar a la cocinera. La anécdota no viene al caso porque de lo que se debate aqui es de la polémica alrededor de la nueva asignatura que trata de hacer Educación para la ciudadanía, y lo de este punto es dipsomanía y cleptomanía y a la que nadie ha puesto coto hasta ahora. El empeño parece ser en comparar la nueva asignatura con aquella que nos tocó aguantar en nuestro bachillerato de formación del Espiritu Nacional, en la que se nos "instruia" sobre los principios de aquella democracia orgánica que se habian inventado alrededor de la familia, el municipio y el sindicato.


Instruir educando.Fernando Savater

Creo que fue Azorín quien dijo que "vivir es ver volver". Razón no le faltaba, al menos en cuestiones de debate intelectual. Yo estoy tan escarmentado de la manía de suponer que ciertos conceptos periclitan o que algunas polémicas han sido definitivamente superadas que no me extrañaría mañana encontrarme con defensores de la doctrina del éter, del flogisto o de la infalibilidad del Papa. Cuestión de paciencia, nada más. Aun así, me ha sobresaltado un poco tropezar de nuevo con la oposición irreductible entre instrucción y educación, suscitada en un artículo de Sánchez Ferlosio ("Educar e instruir", EL PAÍS, 29-VII-07) y prolongada después en otro de Xavier Pericay ("Educación, instrucción y ciudadanía", Abc, 14-VIII-07). Como telón de fondo y pretexto ocasional está la polémica en torno a la Educación para la Ciudadanía, que no parecía en sí misma muy estimulante -en los términos truculentos en que se ha planteado- pero que quizá vaya a tener la inesperada virtud de traer a primer plano cuestiones importantes sobre la educación en general. Si es así, bendita sea.

En principio, la instrucción -que describe y explica hechos- y la educación, que pretende desarrollar capacidades y potenciar valores, son formas de transmisión cultural distintas pero complementarias, es decir, en modo alguno opuestas ni mutuamente excluyentes. Por poner un ejemplo: dar cuenta objetiva de ciertos sucesos y procesos es instructivo; verificar así lo valioso de la objetividad para el conocimiento humano es educativo. Otro: constatar la reprobación casi universal del asesinato dentro de las comunidades humanas es instructivo; deducir de ello el notable valor de la vida del prójimo (aunque no así, ay, el de los menos próximos) para los hombres resulta educativo. Etcétera... Perdónenme la obviedad, mañana les prometo volver a ser ingenioso. La instrucción promueve el conocimiento de lo que hay, la educación se basa en ella para conseguir destrezas y hábitos que nos permitan habérnoslas lo mejor posible con lo que hay. Pero ello no implica que la instrucción carezca de propósito referente a cómo vivir ni que la educación tenga licencia para convertirse en mero voluntarismo contrafáctico. A mí no me parece tan difícil de entender, pero quizá sea yo demasiado simplón.

La contraposición instrucción-educación es semejante en más de un aspecto a la que en periodismo se establece entre información y opinión. Sostiene la sana doctrina que nunca debe confundirse en un medio de comunicación la una con la otra: la información de lo que sucede no debe contaminarse con la opinión que interpreta y valora lo que sucede. Pero todos sabemos que incluso la información más objetiva implica elementos opinativos, sea en la forma de redactarse, en la selección de lo relevante frente a lo negligible o en la importancia que se concede a unos hechos sobre otros similares, que no siempre coincidirá con lo que preferiría la subjetividad de cada cual: si el mismo día muere mi padre y fallece el Rey (q. D. g.), los medios de comunicación primarán el segundo acontecimiento sobre el primero, aunque para mí el impacto de ambos sucesos sea inverso. De modo paralelo, los artículos de opinión y los comentarios más fiables serán -o creo yo en mi simpleza optimista que deberían ser- los que se apoyen en una información mejor documentada, sin la cual las opiniones son meros caprichos o exabruptos. Por tanto, distinguir y presentar separadamente información y opinión dentro de lo posible es muy aconsejable, pero ello en modo alguno comporta que la información nunca opine o que la opinión deba estar desinformada. Pues bien, la distinción (y la vinculación necesaria) entre instrucción y educación es de un corte bastante parecido.

Me parece que enfrentar la instrucción y la educación, incluso llegando a valorar una como recomendable y la otra como manipuladora, resulta absurdo cuando se considera en su conjunto el sentido de la transmisión cultural. Ambas responden a la necesidad de proporcionar a los jóvenes los elementos que consideramos más útiles para que su vida y la armonía social tengan esperanza de prosperidad. Según este cri-terio, tan importante es que el neófito conozca el dato objetivo de que la carne humana es comestible como la pauta moral que recomienda enérgicamente otro tipo de dieta. Y así llegamos a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que parece destinada a nacer bajo el sol melancólico de Saturno, devorador de sus propios hijos.

Entre los adversarios que ya tiene la neonata, los menos virulentos admiten que debería centrarse solamente en la enseñanza de los Derechos Humanos y de la Constitución, pero sin pretender referirse a cuestiones éticas (que por lo visto son atribución exclusiva de los padres y no pueden ser generalizadas gubernamentalmente sin incurrir en totalitarismo). La primera pregunta que se me ocurre ante este asombroso planteamiento es: ¿cómo puede instruirse a nadie sobre tales derechos y tal ley fundamental sin mencionar las implicaciones morales de que están llenos y los principios éticos en que se basa? Si un alumno pregunta por qué debe respetar tal legislación... ¿qué habrá que contestarle? ¿Que si no cumple con lo que mandan las autoridades irá a la cárcel y sanseacabó? Al hablar de los Derechos Humanos, ¿podrá contarse su historia, las luchas de que provienen contra poderes y tradiciones, sus enemigos seculares... el primero de los cuales por cierto fue el papado? Al instruir sobre la Constitución, ¿cabrá mencionar que ampara libertades y garantías que fueron negadas por la pasada dictadura y por otras actuales? ¿Podrá subrayarse su carácter de acuerdo histórico y que como tal puede ser modificada si parece conveniente a la mayoría, para reforzar los valores que pretende establecer? ¿O tales explicaciones deben ser cuidadosamente omitidas para no caer en lo tendencioso?

Aún hay duros de mollera que se escandalizan al escuchar que ciertas disposiciones éticas responden a las exigencias mayoritarias de convivencia y no a la conciencia de cada cual. Pues sin embargo así es, al menos en las democracias del siglo XXI. Por eso también la Educación para la Ciudadanía no puede ni debe confundirse sin más con la formación moral. Hay una dimensión ética que corresponde a las convicciones de cada cual y en la que ninguna autoridad académica puede intervenir: nadie debe imponerme la obligación moral de considerar aceptable la homosexualidad o el aborto, si mis creencias o mi razón me dictan otro criterio. Pero es necesario que conozca el valor moral de tolerar cívicamente aquellos comportamientos que no apruebo o incluso que detesto, siempre que no transgredan la legalidad y en nombre de la armonía social pluralista. Aún más: debo comprender la valía ética -estrictamente ética- de las normas instituidas que permiten el pluralismo de convicciones y actitudes dentro de un marco común de respeto a las personas. Y eso delimita una frontera entre lo que puede y no puede aceptarse también a nivel personal: tengo derecho a considerar vicio nefando la homosexualidad pero no a hostilizar o proscribir las parejas homosexuales. Puedo tener personalmente por importantísimas las raíces cristianas de Europa, pero no puedo considerar mal europeo a quien no sea cristiano ni mal español a quien no sea católico. Y puedo tener la íntima convicción de que muchos malvados merecen la pena de muerte, pero no debo ocultar a los jóvenes que la sociedad democrática en que vivimos ha adoptado como norma la abolición del castigo capital por sus implicaciones deshumanizadoras. Es decir: debe haber una asignatura de ética que reflexione sobre el origen, fundamento y necesidad de los valores humanos en general y una asignatura de Educación para la Ciudadanía que transmita la exigencia moral de tener valores comunes instituidos legalmente, que sirvan de directrices al comportamiento social aunque no puedan serlo siempre de la conciencia personal.

Es preciso instruir y es preciso educar. Lo que no es aconsejable es el puro "adoctrinar", o sea, presentar lo que es un resultado de debates y acontecimientos históricos como algo inamovible, llovido directamente de la eternidad. Dar a entender que todos los profesores de la nueva asignatura son dóciles marionetas al servicio de los intereses gubernamentales es una majadería calumniosa que no merece más comentario. Pero no es imposible que entre ellos aparezca algún iluminado de esos que bloquean el aprendizaje crítico de los alumnos a fuerza de consignas incendiarias y de empeñarse en subvertir lo que aún ni se ha molestado en enseñar (tal como explicó Hannah Arendt). Y es de temer que aún más frecuentes sean los enseñantes que se refugien en la corrección perogrullesca y tímida, en vista del jaleo organizado en torno a este asunto. Es preciso no dejar solos a quienes creen en la oportunidad de la asignatura y están dispuestos a esforzarse entre lógicos tanteos por darle la mejor realidad posible, con prudencia pero también con cierta audacia. De modo que los demás no tendremos más remedio que seguir polemizando en defensa de lo obvio, con la pereza que da...


Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

9/18/2007

Seguridad energética

Asegura el autor de este artículo, que fue además secretario adjunto de Defensa en el gobierno de Clinton, que "...el mundo no está quedandose sin petroleo pero dos tercios de las reservas se encuentran en una región con tanta inestabilidad política como el Golfo Pérsico", una apreciación justa que prescinde del origen de tal inestabilidad y de "los esfuerzos" que se han hecho por parte de los sucesivos gobiernos norteamericanos para controlar tal inestabilidad. Nada como este mapa anamórfico, en el que la superficie de cada pais es proporcional a su reserva de petroleo, y se ha añadido un codigo de colores para representar el consumo de petroleo de cada uno de ellos, para explicarnos lo que pasa y porque pasa.


El rostro cambiante de la seguridad energética

Joseph S. Nye

Los países ricos llevan tres decenios hablando de la necesidad de dominar su adicción al petróleo importado. Sin embargo, a pesar de la retórica preocupada, el problema del suministro de crudo se ha agravado y la seguridad energética es cada vez más compleja. Pese a los repetidos llamamientos de los políticos a la independencia energética, en los últimos 30 años, por ejemplo, Estados Unidos ha duplicado sus importaciones de petróleo, que en la actualidad representan casi dos terceras partes de lo que consume.

Las amenazas de interrumpir el suministro de petróleo para cambiar la política exterior de un país tienen una larga historia, sobre todo en relación con Oriente Próximo. Los Estados árabes miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo propusieron un embargo ya durante la guerra de 1967, pero tuvo escasas consecuencias porque Estados Unidos era entonces, en gran parte, autosuficiente.

En la guerra de Yom Kippur de 1973, el embargo árabe de crudo tuvo mayores efectos, ya que la demanda de petróleo importado en Estados Unidos había aumentado. El embargo hizo subir los precios y desató un periodo de inflación y estancamiento en todo el mundo, además de dejar muy claro que el petróleo es una materia que acabará agotándose. Aunque el embargo estaba dirigido contra Estados Unidos y los Países Bajos, las fuerzas del mercado redistribuyeron el crudo entre los consumidores y, a largo plazo, todos los países compradores sufrieron la escasez del suministro y la misma conmoción en cuestión de precios. Quedó patente que los embargos de crudo son un arma contundente que no sólo daña a los países escogidos sino también a otros muchos.
Desde aquellas enormes subidas de los precios del crudo, la política de seguridad energética ha tenido cuatro elementos. Al liberalizar los precios de la energía, los gobiernos permitieron que los mercados estimularan la conservación y los nuevos suministros. También contribuyeron a la conservación, así como a la utilización de fuentes de energía renovables, mediante la implantación de modestos subsidios y normativas. Algunos gobiernos empezaron a almacenar petróleo en reservas estratégicas para poder emplearlas durante plazos breves de tiempo en caso de crisis. Y los países ricos ayudaron a crear el Organismo Internacional de la Energía, con sede en París, que coordina las políticas (incluidas las reservas estratégicas) de los países consumidores.

Estas políticas siguen teniendo sentido. Sin embargo, seguramente no bastarían para hacer frente a una interrupción prolongada de los suministros. El mundo no está quedándose sin petróleo, pero dos tercios de las reservas se encuentran en una región con tanta inestabilidad política como la del Golfo Pérsico.

Estados Unidos importa del Golfo Pérsico una parte muy pequeña del petróleo que emplea. Su mayor proveedor es su estable vecino, Canadá. Pero la lección de 1973 es que una interrupción de los suministros del Golfo elevaría los precios y perjudicaría tanto a las economías ricas como a las pobres, independientemente de lo seguras que fueran sus propias fuentes.

Además, en los últimos años han surgido nuevas dimensiones del problema de la seguridad energética. Uno de ellos es el gran aumento de la demanda de energía procedente de las economías asiáticas en ascenso, especialmente China.

China parece creer que puede asegurar sus importaciones de energía mediante la firma de contratos con Estados paria como Sudán. Pero, aunque esa estrategia miope y mercantilista crea problemas de política exterior ante situaciones como la de Darfur, no servirá para proteger verdaderamente a China en un periodo de interrupción del suministro. Sería mucho mejor incorporar a China (e India) al OIE y fomentar su participación normal en los mercados mundiales.

Otra dimensión nueva del problema de la seguridad energética es de qué forma los precios elevados y el aumento de las reservas han traspasado el poder a los países productores de energía. Las empresas estatales controlan ya muchas más reservas de gas y crudo que las empresas privadas tradicionales conocidas como las siete hermanas. Muchas de esas compañías estatales, en países como Rusia y Venezuela, no actúan sólo en función de las fuerzas del mercado, sino que emplean su capacidad de fijar precios con fines políticos.

Por último, la cuestión de la seguridad energética se ha complicado más por el problema del cambio climático global. A medida que se han hecho más claros los datos científicos, el cambio climático se ha convertido en un asunto político fundamental tanto en las políticas nacionales como en las de escala mundial.

El aumento del nivel del mar, la sequía en África y la intensidad creciente de las tormentas representan un nuevo tipo de amenaza que es preciso tomar en serio. Por consiguiente, las medidas relacionadas con la seguridad energética deben ocuparse del lado de la demanda todavía más que del suministro.

Algunas medidas propugnadas por varios legisladores, como la de transformar el carbón en líquidos, ayudan a garantizar el suministro, pero producen más emisiones de dióxido de carbono que el petróleo importado. Habría que evitarlas hasta que se perfeccionen las tecnologías para una captura limpia del carbón y el carbono. Por otro lado, mejorar la eficacia energética para poder reducir la demanda y tomar medidas de conservación son cosas beneficiosas tanto para la seguridad del suministro como para el clima global.

Pero no basta con que Estados Unidos y los países de la UE mejoren su eficacia energética si no lo hacen también otros países. China e India pueden asegurarse el suministro sólo con utilizar sus enormes reservas de carbón, pero, si no tienen acceso a una tecnología del carbón perfeccionada, sus efectos sobre la atmósfera serán inmensos.

Este año, China superará a Estados Unidos en emisiones de gases de efecto invernadero. Está construyendo prácticamente dos centrales eléctricas alimentadas por carbón a la semana. En un mundo así, ya no es posible decir que seguridad energética es lo mismo que mayor independencia energética. Lo que debemos hacer es encontrar mejores formas de afrontar la interdependencia energética.

Joseph S. Nye es catedrático en la Universidad de Harvard. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Project Syndicate, 2007.


9/11/2007

El Café de Nicanor

...estaban Gámez el astronauta, Gastón el flauta, Mari la tetas, el novillero poeta con su mujer, el pobre don Agapito y un camellito sin dientes paisano de un primo hermano de algún pariente lejano de Ana Belén....

Esta es la relación de contertulios de Sabina en el café de Nicanor, y añade que "asociado en sociedad con tales socios, se pueden imaginar que los amores van mal, la salud ni fu ni fa y no van bien los negocios..." que desde luego no es el caso de esta humilde tertulia, mucho mas homegenea si contaramos con alguna fémina en plantilla, burguesa si no fuera por nuestro médico anarquico y afrancesado, decididamente izquierdosa si no fuera por nuestro leguleyo, conservador y descreido, equilibrada si no nos faltara nuestro psiquiatra de cabecera, racionalista si hubiera algún ingeniero mas, despreocupadamente agnóstica si no fuera por nuestro cirujano anticlerical... mas alegre si no nos hubiera dejado nuestro amigo Emilio.
Ante semejante tribuna la propuesta de recorrer el campo de batalla de El Mazucu, donde se libro el final de la guerra civil en Asturias, va a tener seguramente una respuesta poco entusiasta y sin embargo se nos ofrece la oportunidad de conocer de la mano de un especialista los detalles de una batalla dramática, en su setenta aniversario, donde se enfrentaron mas de 33.000 soldados del ejercito de Franco, apoyados por la legión Condor alemana, contra no mas 5.000 soldados republicanos.
En esta dirección http://es.geocities.com/paisajes_guerrilla/mazuco.html se puede encontrar un resumen del libro "La Guerra Civil en Asturias", de Juan Antonio de Blas.

Salud camaradas

9/09/2007

La cosecha del dictador

Cuenta hoy en la prensa Jose Mª Izquierdo una anecdota de la mili: "Un día, el capitán de la compañía dijo todo serio: «No vayan a creer ustedes que la vida castrense es fácil. La responsabilidad es mucha. Los militares tenemos siempre la espada de Demóstenes encima de la cabeza». Hacía tiempo que no se oyen historias de la mili, sobre todo porque ya hace unos años que se decidió acabar con aquel sistema obligatorio del servicio militar que en el mejor de los casos representaba un año perdido en un cuartel recibiendo ordenes absurdas mas propias de aquel ejercito que reflejaba Gila en sus chistes. Por otra parte, la experiencia no estaba exenta de buenos momentos y de anécdotas como la descrita, también de nuevas amistades solidarias en aquel encierro obligado.
Con esto de la mili pasa igual que con la dictadura de Franco, nadie parece recordar que existió a pesar que ha marcado nuestras vidas hasta hace muy poco. Si la desaparición del servicio militar obligatorio obedeció a criterios puramente economicistas y de organización, no olvidemos que la medida fue tomada por un gobierno presidido por Aznar y que la verdadera reforma del ejercito habia sido llevada a cabo durante los anteriores gobiernos socialistas, la dictadura duró casi exactamente lo mismo que el dictador y la transición democratica fue en muchos sentido benévola con las personas e instituciones que habian tenido mucho poder durante el regimen autoritario. En el articulo siguiente sobre los rendimientos de la fortuna amasada por la familia del dictador se explica muy bien este hecho que no deja de asombrar.

La cosecha del dictador

La familia multiplica su fortuna gracias al 'boom' con las tierras regaladas a Franco

LUIS GÓMEZ / MÁBEL GALAZ

Quizá sea un caso único en la reciente historia de las dictaduras. El régimen les dio poder y patrimonio. La democracia les ha hecho ricos y decadentes. En su caso, no hubo exilio. Simplemente, un olvido benévolo. Los herederos de Franco forman ahora una familia desmembrada y multimillonaria que de vez en cuando alimenta la voracidad de la prensa basura. Viven un declive pacífico, pero irremediable. El paso del tiempo les ha convertido en una anécdota.

Los marqueses de Villaverde tuvieron pasaporte diplomático hasta finales de los ochenta
Mientras parte de la familia veraneaba en el Pazo de Meirás, el séptimo nieto, Jaime, uno de los
Francis, el único con el apellido Franco, acaba de comprar un edificio valorado en 12 millones
El penúltimo 'pelotazo' está en 10 millones de metros cuadrados vendidos en Arroyomolinos
Algunas fuentes citan la cifra de 60.000 millones de pesetas, otras llegaron hasta los 100.000. El patrimonio familiar nunca fue auditado. Hacienda no les molestó durante años

Hace unas semanas, como cada verano por agosto, Carmen Franco, la hija del dictador, abrió las puertas del Pazo de Meirás, un histórico inmueble que simbolizó en tiempos el poder austero de su padre. Ahora es un lugar para encuentros familiares, pero la matriarca no ha logrado reunir a demasiada gente. No es extraño. Desde hace unos años, todas las citas familiares se caracterizan por las ausencias. Allí acudió este verano su hija Carmen Martínez-Bordiú con su última adquisición, José Campos. También su nieto Luis Alfonso de Borbón con su mujer, Margarita Vargas, hija de un multimillonario venezolano. Luis Alfonso es la última esperanza de la familia para recuperar una nobleza perdida: sigue postulándose al trono de Francia, una aspiración ridícula de la que participa un núcleo de autodenominados legitimistas franceses. Y no apareció nadie más por el pazo. Los otros Franco estaban ocupados en otras actividades.

Mientras una parte de la familia disfrutaba del verano gallego, el séptimo nieto del dictador, Jaime, pasaba una noche en la cárcel antes de prestar declaración por una acusación de malos tratos. Su novia, una joven llamada Ruth, con la que además de una relación sentimental compartía algún negocio inmobiliario en Barcelona, le denunció tras una bronca tremenda en el hotel Byblos de Fuengirola. El juez decretó finalmente una orden de alejamiento contra Jaime. El nieto pequeño se refugió en sus abogados para no hablar, y el resto de la familia intentó pasar el tema por alto. La inestable armonía familiar de los Franco volvió a romperse con este episodio, mientras la prensa basura especulaba sobre la duración del enésimo matrimonio de Carmen. Alguna otra mala noticia interrumpió la aparente tranquilidad del pazo: unos inspectores de Cultura de la Xunta pretendían acceder al inmueble para inspeccionarlo, aduciendo que sus propietarios estaban obligados a abrir sus puertas al público una serie de días al mes. Si algo no ha pretendido nunca la familia Franco -a excepción quizá de Carmen Martínez-Bordiú- es que el pueblo husmee en sus asuntos.

La resistencia de la hija de Franco a abrir las puertas del pazo ha puesto sobre la mesa el interés por conocer la realidad patrimonial de una familia que, durante los treinta años de democracia, no se ha sentido obligada a dar alguna explicación. La democracia fue tan paciente con los Franco que tanto Carmen como su marido, el marqués de Villaverde, llegaron a disfrutar de pasaporte diplomático hasta bien avanzados los años ochenta. Un hecho tan sorprendente saltó a la luz la tarde del 7 de abril de 1978, cuando Carmen Franco fue requerida por un funcionario de aduanas en el aeropuerto de Barajas. Se disponía a viajar a Lausana (Suiza), pero algo en el interior de su bolso hizo saltar la alarma del detector de metales. El bolso estaba repleto de medallas y condecoraciones labradas en metales nobles, propiedad de su padre. El suceso motivó una denuncia por contrabando. Las medallas fueron regalos recibidos por el dictador, como regalos fueron el Pazo de Meirás, el Canto del Pico en Torrelodones o el palacio de Cornide en A Coruña. Poco hizo la familia para labrarse un porvenir por sus propias manos.

Algunos de estos obsequios fueron extraordinariamente generosos. José María del Palacio Abárzuza, conde de las Almenas, un noble obsesionado por el arte, fue quien regaló a Franco tras la Guerra Civil un palacio de 2.000 metros cuadrados situado en Torrelodones, a las afueras de Madrid. En el Canto del Pico murió Antonio Maura, fue cuartel del ejército republicano, residencia de descanso de Francisco Franco y, finalmente, un suculento negocio para sus descendientes. El palacio fue vendido por la familia en 1988 por 300 millones de pesetas. El abandono y desinterés de la familia Franco facilitó continuos robos de su patrimonio y un incendio cuyas causas nunca se aclararon. Su claustro, reclamado desde hace años por la Comunidad Valenciana, está a punto de devolverse. Del mismo tenor fue otro regalo, el palacio de Cornide, situado en la parte vieja de A Coruña, una casa solariega del siglo XVIII con mucha historia detrás. El palacio fue adquirido por el Ministerio de Educación y Ciencia en 1962 y tres años después llevado a una discreta subasta a la que acudió el conde de Fenosa, que lo adquirió y, al inscribirlo, ordenó que se pusiera a nombre de Carmen Polo de Franco. Y, naturalmente, el Pazo de Meirás, un regalo del pueblo.

Al periodista y escritor Mariano Sánchez Soler se debe la obra más documentada sobre el patrimonio cosechado por la familia Franco (Franco, SA, editorial Oberón). Sánchez desbroza cómo la austeridad del dictador contrastaba con la voracidad de su entorno familiar, que se manifestaba incluso en la recepción de regalos que instituciones y particulares hacían como consecuencia de las famosas recepciones celebradas en El Pardo cada martes. Jamás estos regalos fueron inventariados. La familia siempre consideró que tales ofrendas pasaban a engrosar el patrimonio familiar. Lo mismo hizo con cuanta documentación oficial se manejó en El Pardo, documentación que pasó a formar parte de una fundación privada tras la muerte del dictador, la Fundación Francisco Franco, un hecho insólito que ha llegado a nuestros días. Ni siquiera se tiene la certeza absoluta de que dicha fundación posea en sus fondos toda la documentación que salió de El Pardo, puesto que algunos historiadores han denunciado la venta de documentos en anticuarios. El propio Sánchez reconoce la dificultad de estimar a cuánto ascendió la fortuna de los Franco lejos del poder. Algunas fuentes citaron la cifra de 60.000 millones de pesetas. Otras llegaron hasta los 100.000 millones. Las cuentas nunca fueron auditadas. Hacienda no les molestó durante años.

Los sucesivos Gobiernos democráticos pasaron de puntillas por esa riqueza obtenida aprovechando la influencia de un apellido. Algunas investigaciones independientes documentan cómo durante años la familia, a veces a espaldas del propio dictador, acumuló sociedades patrimoniales y testaferros que ocultaban inmuebles, aparcamientos, fincas solariegas y, naturalmente, palacios. La propaganda glosó que los Franco vivían del modesto sueldo de Franco como capitán general, pero esa versión quedó al descubierto a su muerte. Máxime cuando el Gobierno franquista, con el dictador enfermo, aprobó en las Cortes el futuro sueldo de Carmen Polo como viuda de jefe de Estado. Al morir en 1988, cobraba 12,5 millones de pesetas repartidas en 14 pagas, cuatro millones más que Felipe González, por entonces presidente del Gobierno.

El elenco de los Franco se divide entre quienes han procurado llevar una vida discreta y quienes no han podido evitar ser protagonistas de algún escándalo. Los siete nietos de Franco forman una familia en la que cada uno va a lo suyo. Carmen, la nietísima, ha confesado que se ven poco, pero que cuando lo hacen lo pasan bien. Su proyección mediática es indudable y a fuerza de divorcios ha logrado tener un caché caro. "Me gustaría hacer una película con Almodóvar", ha llegado a decir, antes de participar en el concurso televisivo Mira quién baila. Todavía espera una oportunidad, pero mientras tanto ha interpretado en la vida real un papel que bien podría inspirar al director de cine: una separación del duque de Cádiz poco después de morir el dictador; una fuga a París para convivir con el anticuario Rossi, con quien se casó y tuvo una hija, a la que siguió otra relación con un arquitecto italiano, y, por último, una boda de sainete en Santander con José Campos, un cántabro bonachón, de quien dicen se enamoró porque "le hacía reír".

La vida pública de Carmen contrasta con el estilo de vida de Mariola. Pocas son las imágenes de la segunda de las nietas, arquitecta y esposa de Rafael Ardiz. Algo similar ocurre con Merry, quien tras protagonizar una boda mal vista con Jimmy Giménez Arnau, con quien tuvo una hija, se marchó de España para vivir con un norteamericano al que como a ella le fascina la meditación. Quizá a quien más le espante la vida pública es a Arantxa, la nieta pequeña, a quien se vio por última vez en la boda de Carmen con Campos, hace algo más de un año, con un rostro matizado por el bisturí.

En un momento dado, los Franco quisieron convertir en el cabeza de familia al nieto mayor, Francis, quien modificó el orden de sus apellidos para poder ser llamado Francisco Franco y así perpetuar ese nombre. También heredó, por deseo expreso de Carmen Polo, el título de señor de Meirás, concesión en la que el entonces ministro de Justicia, el socialista Enrique Múgica (hoy Defensor del Pueblo), miró para otro lado. Pero Francisco Franco, nieto, tampoco tuvo suerte en sus avatares sentimentales y económicos. Salió mal su matrimonio con María Suelves, biznieta del conde de Romanones, con quien tuvo dos hijos. Un hijo suyo, Juan José Franco Suelves, mató por accidente de un disparo a un compañero de caza. Y él mismo tuvo un altercado con la justicia chilena a consecuencia de una estafa. Su posición como gestor del patrimonio de la familia fue un fracaso, por lo que fue discretamente colocado en un segundo lugar. El mayor de los nietos vive ahora con su segunda mujer, Miriam Guisasola, en un espléndida casa valorada en 12 millones de euros. Las desgracias parecen menos si van acompañadas de un buen patrimonio que soporte, incluso, una mala gestión. Entre las numerosas propiedades de los Franco (unas 50 sociedades, algunas de ellas ya extinguidas, mueven esa fortuna), una ha adquirido especial importancia. Se trata de la finca de Valdelasfuentes. Esa propiedad ha permitido a la familia dar el penúltimo pelotazo. Sita entre las localidades madrileñas de Móstoles y Arroyomolinos, fue adquirida en los años sesenta en una operación en la que intervinieron Carmen Polo y el marqués de Villaverde, con el conocimiento del propio Franco.

Era una finca rústica de casi 10 millones de metros cuadrados, que se dedicó durante años a labores agrícolas y ganaderas. Franco gestionó en ratos libres esa finca, que llegó a ser muy productiva, lo que motivó que se hablara de ella como "la SA de SE (su excelencia)". Sobre la finca, el teniente general Francisco Franco Salgado Araújo llegó a escribir en Mis conversaciones privadas con Franco: "Es una finca espléndida, donde se cultivan infinidad de productos. Tiene además ganado. Tuvo la suerte, además, de encontrar agua. Dentro de unos años tendrá un valor incalculable". No sin razón.

A la muerte del dictador, la finca sufrió la gestión de Francis. Se despidió a decenas de empleados y, a falta de mejor dedicación, pasó a ser escenario del rodaje de películas. Entre ellas, La escopeta nacional, de Berlanga, pero también algunas de terror y otras de contenido erótico. La finca fue objeto de posteriores recalificaciones, donde han entrado a formar parte del negocio algunos constructores madrileños, y ha permitido a la familia hacer caja.

Ninguno de los herederos de Franco ha demostrado ser un mago de las finanzas. Sin el paraguas de El Pardo, ninguno ha destacado profesionalmente. Se han limitado a vivir de las rentas, como algunos ex socios de la familia consultados por este periódico. "Con esas fincas y esos inmuebles es muy difícil no hacer dinero tal y como se ha movido el mercado inmobiliario en España", afirma uno de ellos, quien reconoce que los Franco "se limitaban a buscar buenos socios para sus sociedades y que éstos fueran quienes emprendieran las gestiones". El patrimonio lo ha soportado todo: la mala gestión, el descuido y cierto despilfarro. Carmen Franco llegó a manifestar en 1978, en una de sus escasas declaraciones públicas: "Los Franco no tenemos ninguna gran fortuna, ni fuera ni dentro de España". Las más de 4.000 viviendas que se proyectan edificar sobre una parte de Valdelasfuentes dan una idea del potencial que pueden tener su patrimonio. Valdelasfuentes es el penúltimo pelotazo de los Franco: la fortuna acumulada en dictadura se multiplica en democracia.La cosecha del dictador