1/13/2005

Dios

"¡¡Y yo que me creia físico !!" dicen que exclamo Ernest Rutherford, fisico neozelandes, al recibir la noticia de la concesion del Premio Nóbel de Quimica en 1908. Es como si ahora, los nuevos "gestores" (jeje por lo de nuevos) del Club de La Fresneda ponen una placa a Emilio en reconocimiento a la buena organizacion de "La Milla del Cartero" o la tala de arboles , y los 16 años de salidas (de rutas o excursiones, quiero decir) del grupo de montaña no hubieron tenido lugar. Lo que pasa es que a menudo nos olvidamos de aquella maxima del sabio: "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el proposito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta sencillo" .
Eso parece pasarle a la Iglesia española, que van a hacer el ridiculo, una vez mas, si nadie lo remedia.

Alvaro
P.D.: Hablando de onanismo decia Woody Allen que la masturbación es hacer el amor con alguien a quien amas.

Dios Por Juan José Millás
El País

Sí, sí, por favor, que los obispos convoquen finalmente esa manifestación con la que vienen amenazando al PSOE para que no cumpla su programa. Quiera Dios que soliciten para sí el derecho que negaron a la sociedad española cuando llevaban a Franco y al Santísimo, por este orden, bajo el mismo palio. Ojalá que la televisión pública se ocupe del acontecimiento como el suceso histórico que está llamado a ser. Por nuestra parte, reuniríamos a toda la familia en torno a la pantalla para que los jóvenes apreciaran las diferencias entre los unos y los otros. "Mirad", les diríamos, "cómo se aprovechan de la democracia, en la que no han creído nunca, mientras que los ateos, sin participar de sus valores, se los financiamos a través de los Presupuestos Generales del Estado".

A nosotros, el celibato y la castidad nos parecen perversiones brutales que, además de provocar desajustes psíquicos y hormonales que a la vista están, acaban con la demografía. Pero daríamos el alma, como el otro, por defender el derecho a ser casto y célibe siempre y cuando no se convirtiera en una obligación. Y ello pese a que la Iglesia, si pudiera, nos prohibiría divorciarnos. Ya nos lo prohibió durante cuarenta años dominados por la opacidad intelectual de las sotanas y la mugre emocional de las sacristías. También nos prohibió los anticonceptivos y el condón y la libertad de prensa y el onanismo y la concupiscencia y el carnaval y la risa. Además, censuró las películas y las obras de teatro y las novelas y los ensayos filosóficos y los escotes y hasta la minifalda.

A nosotros, en cambio, no nos parecería mal que los obispos acudieran con sotana a la manifestación. Ojalá viéramos desfilar a un millón de antidivorcistas, de antiabortistas, de antifeministas, de antidemócratas, para que aprendieran una lección de tolerancia histórica que les ayudara a no confundir su orden moral con el orden moral. Y otra cosa: nos encantaría ver en la concentración al mismísimo Dios detrás de una pancarta. Aunque lo más probable es que Dios, si existe, se quede a verla por la tele, espantado una vez más de que en su nombre se condene ahora a los homosexuales, a las células madre o a Darwin. Dios no puede estar tan loco


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