1/23/2016

Espléndido pasado

La temprana muerte de Jose Luis Alvite nos impide conocer su opinión sobre el vano intento de modernizar algunas de las tradiciones hispanas relacionadas con la Navidad, disfrazando a los Reyes Magos de Merlínes reivindicativos y solidarios o de señoras con el pelo como Lucía Bosé,  por parte de los que proclaman eso de  "Nunca más un pais sin su gente y sin sus pueblos", no sin antes acabar con "la Casta" política que los aupó ahí; pero si sabemos lo que opinaba de los nacionalistas del terruño, que entre cosas abogaban por el cambio de huso horario para sentirse mas cerca de Gran Bretaña que de Asturias.




José Luis Alvite

Nacionalismo (I)
En Galicia los chavales estudian castellano, gallego, francés e inglés, pero muchos creen que la gramática es una enfermedad venérea, así que cuando .acaben el bachillerato, estarán en condiciones de fracasar en cuatro idiomas. Los perros, como no van a clase suelen ser los más espabilados de la casa. En los círculos .nacionalistas lleva años arraigada la idea de elevar la lengua gallega por encima de la lengua castellana hasta conseguir su progresivo e implacable destierro. Al mismo tiempo, el nacionalismo defiende el estudio de una historia estrictamente autóctona y como quiera que en Galicia no andamos sobrados de personajes, a lo mejor en los manuales hay que incluir la alineación del Celta de Vigo, previa nacionalización del ruso Mostovoi y la decoloración racial del brasileño Wagner. En cuanto al ferrocarril de alta velocidad, no faltará quien defienda la supremacía de la Santa Compaña como medio de comunicación de masas. A Valle-lnclán, naturalmente, ni mirarte a la cara. En un acto de magnanimidad, a don Ramón María acaso se le permitiese pasar la fregona en los baños de cualquier biblioteca de pueblo. Hay que negarte el agua a los que pensaron o escribieron en castellano y se niegan al reciclaje redentor. En la Televisión de Galicia pasan en versión original muchas películas anglosajonas pero se dobla al gallego los culebrones venezolanos. Claro, hay un problema: la lengua gallega carece de autores vivos de calidad comparable a Cunqueiro, a Blanco Amor, a Pedrayo o a Cabanillas, así que lo que cunde entre la intelectualidad vernácula es un lenguaje saturado de ideología y de hostilidad que en algunos políticos uttranacionalistas podría considerarse tenencia ilícita de armas. Al diputado Paco Rodríguez, por ejemplo, le gustarla que incluso los números de la lotería se tradujesen al gallego. El caso es que los gallegos de aldea saben que para hablar como el diputado Paco Rodríguez, además de su rencorosa entonación, se necesitaría una buena dentadura postiza. Yo creo que si nos gobernase alguien así, a Galicia le esperaría un espléndido pasado
.
Nacionalismo (II)
Hay muchas maneras de. acotar la nacionalidad, según lo que nos convenga sea una definición geográfica, sociológica, política, gastronómica... Alguien escribió que a falta de una identidad genética incontrovertible, en la Galicia atrasada de hace unos cuantos decenios la nacionalidad podía definirse por el diagnóstico del bocio, con lo cual lo que teníamos no era una identidad política sino una patología. El moderno nacionalismo se inclina por criterios culturales, sobre todo
teniendo en cuenta la extensión del idioma como factor de cohesión. Temen los ideólogos de ese nacionalismo que la merma idiomática determine el estropicio de su idea de la nacionalidad como emulsión política de la comunicación. El problema es que la lengua inglesa ha penetrado en el tejido cultural de toda España, incluidas las denominadas nacionalidades históricas, y sólo en la morfología de la gaita se conserva en Galicia la entereza idiomática del idioma gallego.
Al ritmo que va el polémico asunto de la globalización, lo previsible es que incluso aprendamos a callar en inglés. En Galicia el bocio ha dejado de ser un distintivo nacional-endémico y las nuevas patologías son internacionalistas.. Los ideólogos nos globalizan el pensamiento, la moda nos globaliza la ropa, la cirugía plástica nos globaliza la cara y por si fuera poco, el Pentágono
amenaza incluso con globalizamos la muerte. Y a nadie se podrá permitir la vanidad intelectual de morir en gallego de una enfermedad autóctona y envidiable que merezca salir en las placas de hígado y en el escudo de armas. Está claro que ahora aquí la gente se muere a granel, como se muere en Kansas o en la Lorena entre otras cosas porque la muerte no se anda con la pamplina del diccionario y va al grano en su propio idioma, en el universal idioma de la fatalidad.
Naturalmente hay que conservar ciertas señas de identidad, una manera de comer, el chaleco conmemorativo del abuelo, el chinero y el reloj de pared. Pero a sabiendas de que el verde de nuestra tierra y el caudal de sus ríos nos viene en la lluvia que nos trae el aire de otra parte. Y el aire, amigo mío, no se sabe de memoria las banderas que ondea.

Nacionalismo (y III)
Parece claro que el nacionalismo gallego no guarda celosamente en secreto las ansias expansionistas del nacionalismo del lIl Relch, entre otras cosas porque la fuerza ideológica del BNG, por ejemplo, carece de la industria pesada que se necesita para que cuaje el expansionismo. Pocos pueblos son tan celosos como el gallego a la hora de conservar su identidad cultural, su folclore, su gastronomía e incluso el tesoro de sus supersticiones. Sin embargo, se trata de una militancia en la nostalgia más que de un posicionamiento hacia adelante. Vivimos en permanente estado de restauración, no solo idiomática, sino paisajística, inmobiliaria y emocional. Le hemos devuelto a la piedra su peso en el paisaje catastral e incluso en la gastronomía, en la que tiene creciente éxito el «pulpo á pedra».
Desconfiados de los principios de la física tradicional, hay .gallegos que se sentirían más a gusto si pudiesen volar a Nueva York en un avión de granito. La piedra nos conecta a la tierra.
Somos un pueblo panteísta que no aspira a la independencia tanto como a la soledad. Tuvimos la enorme ventaja de que por estar mal comunicados, ni siquiera llegó aquí al guerra civil. Fue una suerte, habríamos tenido que tomar una decisión, con lo que nos cuesta pronunciarnos. Yo creo que en una guerra civil, a los gallegos nos harían prisioneros los dos bandos en contienda.
Es cierto que muchos gallegos combatieron en la guerra del 36 ·pero yo creo que más que como una «cruzada», se lo tomaron como una emigración. Nadie aquí reconoce haber disparado un solo tiro en defensa de nada ni de nadie. Mi abuelo materno me Juró haber leído tres novelas aprovechando la luz de los obuses durante la batalla del Ebro. Cuando se licenció, mi abuela le echó una bronca por haber vuelto tan tardea casa.. Obviamente, no hablo en serio del nacionalismo. Creo que sólo un enfermo mental puede tomarse en serio una doctrina que
propone que los pájaros aprendan a volar en el interior de un féretro.

Mentiras verdaderas

En el único afán de divulgación de materias referidas al mundo de las relaciones entre personas, en especial dentro de la pareja, os hago llegar este informe que puede ser muy útil en ciertos casos y circunstancias.  La culpa la tuvo de aquel diálogo mítico que ha quedado grabado en el inconsciente colectivo (sea lo que sea lo que quiso decir Jung) en el que Johnny Guitar (Sterling Hayden) se dirige a su amada Vienna (Joan Crawford) arrastrándose por una caricia.

JOHNNY: ¿A cuántos hombres has olvidado?
VIENNA: A tantos como tú mujeres.
JOHNNY: ¡No te vayas!
VIENNA: No me he movido.
JOHNNY: Dime algo bonito.
VIENNA: Claro. ¿Qué quieres que te diga?
JOHNNY: Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años.
VIENNA: Te he esperado todos estos años.
JOHNNY: Dime que habrías muerto si yo no hubiera vuelto.
VIENNA: Habría muerto si tú no hubieras vuelto.
JOHNNY: Dime que me quieres todavía, como yo te quiero.
VIENNA: Te quiero todavía, como tú me quieres.
JOHNNY: Gracias. Muchas gracias.

Johnny Guitar. Nicholas Ray (1954).


Las 7 mentiras que las mujeres cuentan a sus parejas (y son iguales en solteras y casadas)

Todos tenemos una tendencia a ocultar determinada información o a decir ciertas verdades a medias, pero los expertos creen que las féminas lo hacen más, especialmente en cuestiones de cama
Tranquila, no te alteres que aún no se ha enterado del paripé que te traes entre manos. (iStock)
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Sean piadosas o no, las mentiras son grandes protagonistas de nuestra vida y adoptan un papel especialmente perturbador cuando estamos en pareja. Verdades a medias que nos sirven de comodín para evitar conflictos, hacer sentir bien a la otra parte o, simplemente, guardarnos determinados pensamientos personales porque aún queremos conservar cierto espacio como individuos.
Diferentes investigaciones han demostrado que la mayoría de nosotros mentimos y se calcula que al menos lo hacemos una o dos veces al día, pero según Tracey Cox, la sexóloga de cabecera del diario británico 'Daily Mail', las mujeres algo más y encima coincidimos en buena parte de nuestras trolas. Y para muestra, la experta en relaciones sentimentales revela las mentiras más comunes que las mujeres dicen a sus parejas. ¿Con cuántas de ellas te identificas?
Ellas son grandes actrices y ellos se lo creen todo. (iStock)

'El sexo sigue siendo igual de bueno'

Cierto, el sexo puede ser mejor cuando llevamos más tiempo con una persona, sabemos lo que funciona en la cama y existe una complicidad especial mucho más íntima y cariñosa. “Pero, ¿más emocionante? Eso es muy inusual. La pasión, la lujuria y la emoción necesitan cierto grado de novedad para encenderse de nuevo”, asegura Cox, quien advierte que por muchas cosas innovadoras que se intenten en la cama, “sigue siendo el mismo cuerpo que con el que se están practicando relaciones sexuales desde hace años, y su cerebro lo sabe”.
Irónicamente, son las parejas que tienen las mejores relaciones y estables las que más sufren la falta de deseo. El deseo y el amor necesitan cosas muy diferentes para mantenerlas en funcionamiento, explica la psicoterapeuta Ester Perel: “el segundo se nutre de la cercanía, la seguridad emocional y la previsibilidad, mientras que el deseo se alimenta de la incertidumbre y las cosas 'prohibidas'”.
Por muchas cosas innovadoras que se intenten en la cama, sigue siendo el mismo cuerpo que con el que se practica sexo desde hace años, y el cerebro lo sabe
La mayoría de las parejas aceptan que el sexo evoluciona de la lujuria y el erotismo a una zona más íntima y amorosa a cambio de tener una relación estable, pero casi nadie lo verbaliza. Tampoco hay que hacer leña del árbol caído, desde luego, pero mentir y asegurar que todo es igual de placentero que al principio para no herir los sentimientos de su pareja y que piense que sigue siendo todo un 'toro' en la cama.

'Sí, sí. Hemos llegado al orgasmo a la vez'

Un mito que se repite y al que demasiadas parejas dan una importancia desorbitada. Dejémonos de soñar despiertos: alcanzar el clímax a la par es bastante más inusual de lo que has escuchado. Hay varias razones por las que las mujeres, según Cox, mienten a sus parejas asegurando que han disfrutado de un orgasmo simultáneo: “En primer lugar, la mayoría tarda mucho más en alcanzar los orgasmos que los hombres, así que ellos normalmente han terminado antes de que ellas siquiera estén a mitad de camino; y en segundo, estamos hablando de diferencias de segundos, ya que los orgasmos femeninos y masculinos normalmente duran menos de un minuto”.

'Tenemos sexo muy a menudo'

Mentimos en el número de veces que practicamos sexo a la semana, especialmente de puertas a fuera de nuestro nidito de amor, probablemente por no excluirnos de las medias o por pura vergüenza. Pero engañarnos con que tenemos una vida sexual ultraactiva, además de triste, no aporta nada positivo a nuestra relación. Según los datos recogidos por la Encuesta Nacional de Actitudes y Estilos de Vida en Reino Unido, las parejas casadas disfrutan de un promedio de un encuentro sexual a la semana. Sólo unos pocos aseguraban hacerlo todos los días y otros tantos se unían a los tan de moda 2,5 polvos semanales. “Algo creíble puede ser, pero no cuando llevamos años en pareja”, sentencia la sexóloga.
Aproximadamente el 80% de las féminas aseguran haber fingido un orgasmo, y cerca del 60% confiesa hacerlo con regularidad
Si hay especialistas en dar envidia a los demás con el tema de que tienen una vida sexual de lo más activa, estas son, en opinión de Cox, las solteras: “Las personas en relaciones a largo plazo a menudo miran a sus amigos solteros con envidia, imaginando que ellos disfrutan de un montón de placentero y lujurioso sexo. La realidad es que las personas sin pareja tienen menos relaciones sexuales que las casadas, incluso aquellos matrimonios que llevan juntos mucho tiempo”, y respalda sus datos con los de una investigación según la cual, tras analizar la vida sexual de cerca de 6.000 personas entre 14 y 94 años, el 61% de los solteros no habían tenido relaciones sexuales en el último año en comparación con el 18% de las personas casadas. Apenas un 5% de los que no tenían pareja practicaban sexo entre dos y tres veces a la semana, pero los matrimonios seguían ganando alcanzando un 25% de los casos dentro de esta hipótesis.

'Nunca he fingido un orgasmo'

Tal y como coinciden en la mayoría de las investigaciones sobre vida y hábitos sexuales, mientras que apenas el 25% de las mujeres lo consiguen, el 90% de los hombres tienen un orgasmo durante el coito. Aproximadamente el 80% de las féminas aseguran haber fingido un orgasmo, y cerca del 60% lo hace con regularidad.
Según un reciente estudio basado en las respuestas de mujeres con edades comprendidas entre 18 y 31 años, hay cuatro razones principales por las que optan por fingir el orgasmo: no quieren herir los sentimientos de su pareja; el miedo a admitir que no son sexualmente 'perfectas'; para intentar autoexcitarse y poder llegar al orgasmo; y para terminar el acto cuanto antes. Quizás a salvo de la tercera opción, todas ellas interpretaciones innecesarias. Mejor ser sinceras en este ámbito y, en todo caso, solicitar un esfuerzo postcoital que alivie también sus necesidades.
Para no desencantar a sus parejas les 'hacen fiesta' por cualquier cosa, por pequeña que sea. (iStock)

'No veo porno'

Varios estudios han confirmado algo que probablemente ya sabías: entre el 95 y el 98% de los hombres consumen pornografía, pero no son los únicos. “El 55% de las mujeres ven algún tipo de contenido erótico al menos una vez al mes, el 40% asegura consumir porno semanal y el 96% asegura haberlo visto en algún momento en compañía de su pareja”, relata Cox.

'¿Vibra qué? Yo no me masturbo'

En la década de los 50, los datos de la macroencuesta realizada por el Instituto Kinsey reflejaron que el 92% de los hombres se masturban mientras que el 58% de féminas admitían disfrutar del onanismo en alguna ocasión. Hacerlo lo hacen, e incluso tienen ayuda: “El 52% de las mujeres usan un vibrador con regularidad y alrededor del 80% poseen algún tipo de juguete sexual”, asegura la sexóloga. Y es algo bueno, ya que la ciencia ha demostrado que las féminas que admiten masturbarse y jugar con vibradores tienen más altos sus niveles de libido y alcanzan el orgasmo más fácilmente.

'Sólo pienso en tener sexo contigo'

La mayoría de las fantasías sexuales giran en torno a la idea de acostarnos con alguien externo a la relación, ya sea un completo desconocido o alguien de nuestro entorno actual o pasado remoto. Esto no quiere decir que las mujeres no fantaseen con su amante actual, pero, desde luego, lo hacen muchas menos veces de lo que les comentan.