Dice Manuel Vicent que "la edad de la inocencia perdura mientras uno cree que la paloma es un ave dulce e inofensivo, pero llega un día en que descubres que se trata de un animal sucio, agresivo, transmisor de enfermedades y cuyas heces corrosivas pueden destruir una catedral", algo asi le ha pasado a un vecino nuestro que vive en la plaza que ha llegado a la conclusion que o se trae a un halcon o se va a vivir a otro sitio, tal es la invasion de las palomas en su terraza y ventanas,( y por desgracia, las construcciones de nuestros benefactores Los Alamos no tienen la vocacion de perdurar tanto como las catedrales) que ha hecho un estudio profundo sobre las maldades de las palomas y nos lo ha presentado el otro dia en el pub, entre copa y copa (a la salida, Victor abogaba por el exterminio, Ramon por la esterilizacion y yo ofrecia mi coleccion de escopetas de feria) . Algo hay que hacer, sin tener que insultar a los que inocentemente les traen maiz periodicamente.
Conclusion: aquellos primeros cristianos no conocian las propiedades y el comportamiento de aves tan dañinas y le dieron una simbologia que ahora, que somos menos inocentes, pude resultar perjudicial para su mensaje. Vamos, que como mensajeras no son tan buenas como se creia. Pero no os equivoqueis, fuera de la Iglesia no existe salvacion, decia San Irineo, osea que hay que cargas tambien con los simbolos, aunque esten devaluados.
Muy bueno el articulo de Savater del sabado, os pego una parte porque ya se que lo leisteis completo. Tambien un poco del articulo de Vargas Llosa de ayer, sobre el poder de la literatura, incluso de la literatura de masas como el Codigo DaVinci.
El jueves tertulia, a la hora de siempre, las 20 horas (mi padre era ferroviario) y el que quiera ausentarse para ver el telediario de Gabilondo, está excusado. Como Fico está amenazado de expulsión (en el expediente incoado se le aprecian además faltas repetidas que, incluso, ocultó a su esposa) no se le permitirá la asistencia si no acude con un queso Gamonedo de los finalistas en la ultima feria del queso de Onis.
Salud
Alvaro
La laicidad explicada a los niños
FERNANDO SAVATER
En 1791, como respuesta a la proclamación por la Convención francesa de los Derechos del Hombre, el Papa Pío VI hizo pública su encíclica Quod aliquantum en la que afirmaba que "no puede imaginarse tontería mayor que tener a todos los hombres por iguales y libres". En 1832, Gregorio XVI reafirmaba esta condena sentenciando en su encíclica Mirari vos que la reivindicación de tal cosa como la "libertad de conciencia" era un error "venenosísimo". En 1864 apareció el Syllabus en el que Pío IX condenaba los principales errores de la modernidad democrática, entre ellos muy especialmente -dale que te pego- la libertad de conciencia. Deseoso de no quedarse atrás en celo inquisitorial, León XIII estableció en su encíclica Libertas de 1888 los males del liberalismo y el socialismo, epígonos indeseables de la nefasta ilustración, señalando que "no es absolutamente lícito invocar, defender, conceder una híbrida libertad de pensamiento, de prensa, de palabra, de enseñanza o de culto, como si fuesen otros tantos derechos que la naturaleza ha concedido al hombre. De hecho, si verdaderamente la naturaleza los hubiera otorgado, sería lícito recusar el dominio de Dios y la libertad humana no podría ser limitada por ley alguna". Y a Pío X le correspondió fulminar la ley francesa de separación entre Iglesia y Estado con su encíclica Vehementer, de 1906, donde puede leerse: "Que sea necesario separar la razón del Estado de la de la Iglesia es una opinión seguramente falsa y más peligrosa que nunca. Porque limita la acción del Estado a la sola felicidad terrena, la cual se coloca como meta principal de la sociedad civil y descuida abiertamente, como cosa extraña al Estado, la meta última de los ciudadanos, que es la beatitud eterna preestablecida para los hombres más allá de los fines de esta breve vida". Hubo que esperar al Concilio Vaticano II y al decreto Dignitatis humanae personae, querido por Pablo VI, para que finalmente se reconociera la libertad de conciencia como una dimensión de la persona contra la cual no valen ni la razón de Estado ni la razón de la Iglesia. "¡Es una auténtica revolución!", exclamó el entonces cardenal Wojtyla(...)
Hace un par de años, coincidí en un debate en París con el ex secretario de la ONU Butros Gali. Sostuvo ante mi asombro la gran importancia de la astrología en el Egipto actual, que los europeos no valoramos suficientemente. Respetuosamente, señalé que la astrología es tan pintoresca como falsa en todas partes, igual en El Cairo que en Estocolmo o Caracas. Butros Gali me informó de que precisamente esa opinión constituye un prejuicio eurocéntrico. No pude por menos de compadecer a los africanos que dependen de la astrología mientras otros continentes apuestan por la nanotecnología o la biogenética. Quizá el primer mandamiento de la laicidad consista en romper la idolatría culturalista y fomentar el espíritu crítico respecto a las tradiciones propias y ajenas. Podría formularse con aquellas palabras de Santayana: "No hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que oprime a un mundo que no entiende en nombre de otro mundo que es inexistente"(...)
VARGA LLOSA
El párroco de la iglesia de Saint Sulpice, en París, anda muy atareado últimamente, con las masas de turistas que, su ejemplar de El código da Vinci, de Dan Brown, bajo el brazo, vienen a preguntarle dónde está la línea de plata en el centro de la nave que describe el narrador (y que en efecto existe) y dónde se comete aquel crimen que es uno de los episodios neurálgicos de la novela. Un amigo mío que trabaja en la editorial Plon, exactamente frente a Saint Sulpice, al otro lado de la bellísima plaza, y que conoce al párroco, me dice que éste anda desconcertado y entristecido con esta prueba flagrante de enajenación colectiva: ¿cómo es posible que tanta gente se tome en serio ese disparate sacrílego según el cual Cristo y María Magdalena procrearon y el secreto de la estirpe que así fundaron lo preserva hasta nuestros días una secta de fanáticos que no vacila en recurrir al crimen para evitar que se haga público?
El acosado párroco sabe sin duda mucho de religión pero lo ignora todo sobre los poderes de la ficción para irrumpir en la historia y en la vida y trastocarlas. Por lo demás, no existe una ciudad en el mundo como París donde la literatura haya depositado, sobre la realidad, una capa tan rica y deslumbrante de mentiras literarias, inseparables ya de aquella, y a menudo más ciertas y visibles que las verdades objetivas que les gustan a los historiadores. Puede ser que el monstruoso Quasimodo y la bella gitanilla sólo existieran en la fantasía de Victor Hugo, pero todo aquel que entra a Nôtre Dame, haya ido allí o no por ellos, siente su presencia rondando las torres y asomando entre las gárgolas y sabe que la imposible pareja está ya como transubstanciada de la novela a la catedral de los franceses, de la que nadie podrá ya erradicarla nunca (...)
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