8/30/2006

Arqueologia versus paleontologia

Me pasa un compañero lo que en su ámbito es la polémica del verano, al margen de otras polémicas políticas más o menos interesantes. La cuestión se suscita por una carta en la prensa del estimado economista Juan Velarde Fuertes, uno de estos "gurus" que pontifican todos los veranos desde la atalaya de los Cursos de La Granda, dirigidos por el ínclito Teodoro López Cuesta, sobre un yacimiento "arqueológico" que puede verse afectado por las obras de la nueva carretera a Salas (debe ser nuestra condena que toda nuestra acción política se centra en las obras publicas y es el debate permanente entre unos y otros). La contestación de profesor García Alcalde incide en esa extendida confusión entre Arqueología y Paleontología, que se traslada a los conceptos de Patrimonio Cultural y Patrimonio Natural, impropia de un profesor universitario, aunque su materia de estudio sea de otro ámbito. La confusa respuesta del catedrático Velarde le deja en mal lugar y a buen seguro, y conociendo a Jenaro, tendrá cumplida y exacta respuesta.

Salud

JENARO L. GARCÍA ALCALDE

Abandono de pésimo humor mis vacaciones veraniegas (ya muy desbaratadas por la preparación de una nueva asignatura del neonato Máster de Recursos Naturales del departamento de geología) para comentar la carta abierta dirigida al rector de la Universidad de Oviedo por el economista salense Juan Velarde Fuertes, publicada el pasado día 18 en LA NUEVA ESPAÑA, y un comentario relacionado con dicha carta, firmado por E. Peláez y V. Díaz Peñas, publicado en el mismo diario el día 24.
En esencia, el señor Velarde afirma que parece existir un sorprendente yacimiento «arqueológico» al comienzo de la recta de Salas, en el término de Casazorrina, donde el botánico ya fallecido don Rufino Sagredo determinó un «ejemplar extraño de alga roja fosilizada del Ordovicense Medio y Superior», con una edad de «350 millones de años».
El yacimiento, «desconocido para nuestra Universidad», podría resultar afectado por las obras de la autovía Oviedo-La Espina, por lo que se piden estudios «arqueológicos» en vistas a su evaluación y posible conservación. (El entrecomillado corresponde a términos y frases literales de las notas de prensa que se glosan). A bote pronto, esta historia se parece a la conocida broma relacionada con el nombre de Santillana del Mar, que ni es santa, ni llana, ni está cerca del mar.
Voy a tratar de ser lo más sobrio que pueda en mis comentarios sin entrar a calificar el batiburrillo de inexactitudes de la noticia, porque ignoro qué parte corresponde al señor Velarde y cuál a los periodistas, siempre ávidos de noticias sensacionales. Para empezar, no se trata de ningún yacimiento arqueológico, sino de un yacimiento paleontológico. La Arqueología, aunque les cueste aceptarlo a algunos practicantes, analiza los vestigios de la actividad humana, con vistas a conocer el entorno ecológico y la evolución de los procesos culturales y, por tanto, comprende, siendo muy generosos con el concepto de Humanidad, como mucho, los últimos 5 o 6 millones de años de la Historia de la Tierra. La Paleontología, por su parte, estudia el patrimonio natural, en particular los vestigios de la Historia de la vida desde hace, por lo menos, 3.500 millones de años hasta la actualidad.
El afloramiento rocoso de Casazorrina no es, por otro lado, un yacimiento puntual, del tipo que suelen trabajar los arqueólogos, sino un yacimiento extensivo, comprendiendo un conjunto de capas del llamado Grupo de Rañeces, de más de 500 m de potencia, muchas de las cuales son ricas en fósiles de grupos diversos: corales, braquiópodos, trilobites, briozoos, moluscos, equinodermos crinoideos y blastoideos, tentaculites y un largo etcétera. Dichas capas se extienden en un área de varios centenares de kilómetros cuadrados al norte y al sur de Salas, formando parte del flanco oeste de una gran cubeta estructural, el sinclinal de Cornellana, a caballo de varios concejos, que alcanza incluso el mar entre Avilés y Cabo Vidrias. Lo que ocurre es que la densa vegetación asturiana oculta dichas rocas, que sólo salen a la luz del día merced a obras públicas o catas de variada índole.
En tercer lugar, la edad de esas capas no es ordovícica (u «ordovicense», como la denominan en las noticias de prensa) sino devónica. El Ordovícico es un período muy antiguo de la Historia de la Tierra que comenzó hace casi 490 millones de años y terminó hace unos 445 millones de años.
El Devónico es un período de antigüedad menor; en particular la del yacimiento salense es de unos 405 millones de años. El dato de edad aportado en la prensa, 350 millones de años, sería asignable a un período aún mucho más reciente, bien conocido en nuestra región: el período Carbonífero.
El área del sinclinal de Cornellana y, muy concretamente, los yacimientos fósiles cercanos a Salas, como el que discutimos, son conocidos desde hace mucho. Sin ánimo de pontificar, porque no tengo a mano los documentos oportunos, Noel Llopis Lladó, el creador de la Sección de Geología, más tarde Facultad, de la Universidad de Oviedo, los trabajó y muestreó intensamente desde, al menos, 1950, y hay numerosos estantes y contenedores en Madrid y Oviedo donde está depositada la colección del ilustre profesor, con muestras paleontológicas de Salas y otros lugares próximos pertenecientes a la misma formación geológica. El profesor emérito Dr. Jaime Truyóls, antiguo director del departamento de Paleontología de nuestra Universidad encauzó, cerca de los setenta, los esfuerzos de muchos de sus doctorandos, entre ellos yo mismo, al estudio de las rocas y fósiles de aquella zona y puedo dar testimonio personal del hecho, porque reuní también una amplia colección de fósiles del lugar durante la realización de mi tesis doctoral (el yacimiento de Casazorrina está catalogado con la sigla A-25 en dicho trabajo), depositada en el Museo de Geología de Oviedo que, en parte, se estudió ya o mencionó en varios de mis trabajos. Por citar algunos de los principales hallazgos, mencionaré el de un nuevo género y especie de braquiópodos, «Arbizustrophia diaphragmata» (publicado en García-Alcalde, 1972), muy abundante en la recta de Salas o el del espiriférido, también perteneciente a un nuevo género, «Ferronia subspeciosa» (publicado en García-Alcalde, 2003), asimismo presente allí. Otros profesores de la Universidad de Oviedo como los doctores Francisco Soto, Miguel Arbizu, Fernando Álvarez y Montserrat Truyols estudiaron y describieron en sus tesis y en otras publicaciones nuevos braquiópodos, trilobites, corales rugosos y tentaculítidos de la misma zona. Y creo que algunos más de nuestros colegas hicieron lo propio con muestras de briozoos, estromatoporoideos, tabulados, crinoideos y, quizás, de conodontos, aunque, al no tener sus respectivas bibliografías a mano y no querer molestarles en sus vacaciones preguntándoselo por teléfono, dejo la última aseveración en suspenso. En fin, lo que acabo de manifestar demuestra con claridad que los yacimientos de la recta de Salas y su entorno no son «desconocidos para nuestra Universidad».

Resulta curioso, para terminar, que el profesor Velarde adquiriese conciencia de la importancia del yacimiento de Salas aportando un fósil para su determinación ¡a un botánico! No dudo de que el señor Sagredo, autor de la identificación del «ejemplar extraño de alga roja fosilizada», fuese un gran botánico, pero dudo que fuese tan buen paleontólogo.
Hasta el día de hoy no apareció en la zona de Salas ningún fósil asignable a ese grupo de vegetales, que fosilizan muy rara vez en el tipo de rocas, principalmente carbonatadas, que constituyen el Grupo de Rañeces del sinclinal de Cornellana y, por supuesto, mucho peor, en las rocas areniscosas típicas del Ordovícico, período al que había asignado el hallazgo el señor Sagredo.
Es loable, por lo desusado, que el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Salas considere la posibilidad de proteger el yacimiento concreto de Casazorrina, e incluso que realice un estudio previo de impacto medioambiental. Es seguro que así se recuperarán nuevos fondos paleontológicos, lo que nunca está de más. Lo que es llamativo es que se plantee la situación con un yacimiento del Devónico Inferior, cuyo interés no es ni mayor ni menor que otros muchos que jalonan la zona y que fueron unas veces descubiertos y otras destruidos por las innumerables obras públicas realizadas.

Al margen de cualquier acción puntual promovida por la preocupación personal de personajes muy alejados de las disciplinas geológicas, para poder evaluar en el futuro con criterio lo que debe conservarse y lo que no haría falta que el Principado incluyese a paleontólogos y otros geólogos en la comisión de Patrimonio para desempeñar con el patrimonio natural el papel que los arqueólogos tienen en la peritación del patrimonio cultural.

Jenaro L. García-Alcalde es catedrático de Paleontología de la Universidad de Oviedo.

JUAN VELARDE FUERTES

Entre los científicos usamos ciertas convenciones. Si se incumplen, lo que se ofrece queda, de inmediato, desechado. De ahí mi asombro ante el artículo enviado por el profesor García-Alcalde bajo el título «Un yacimiento en Salas que no es desconocido», publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 26 de agosto de 2006.

Dice en él «comentar la carta abierta dirigida al rector de la Universidad de Oviedo» por mí en LA NUEVA ESPAÑA el 18 de agosto de 2006. Y he aquí que se lanza a decir que en ésta se habla de un yacimiento «arqueológico», y, como un nuevo Fray Gerundio de Campazas, sobre una frase que no existe, naturalmente, en mi carta, intenta posar de culto en léxico y en geología.
Yo decía, humildemente, a la Universidad de Oviedo que un botánico, Rufino Sagredo -las algas son de su dominio, creo-, me había escrito en 1973 una carta, al entregarle yo para que la identificase una fósil que había encontrado en un yacimiento en Casazorrina, diciendo que era un ejemplar raro de «Selenepora compacta» (Billings), un alga roja extraña. Por eso le parecía que el yacimiento podría ser muy interesante. Rufino Sagredo ha merecido que el catedrático de Botánica Gabriel Blanca le dedicase la «Centaurea sagredoi», que, por cierto, tiene una flor preciosa.

Textualmente, yo añadía al rector: «¿No debería algún geólogo, algún paleontólogo, algún biólogo de la Universidad de Oviedo acercase por allí y ver si lo que entonces daba la impresión de entusiasmar, por el tono de la misiva a Sagredo (el botánico), merece la pena?». Y concluía: «Y si ellos opinasen que la cosa no merecía la pena, también me parecería bien».
Yo no soy no geólogo, ni paleontólogo, pero no quería tener la responsabilidad de que se destruyese algo que pudiera ser interesante. Lo que sí pretendo ser es universitario y científico. Y quien escribe sobre otro texto sin congruencia con lo que en él se dice no es científico y en la Universidad no sigue la mínima cortesía corriente en ella.

Juan Velarde Fuertes es catedrático de Economía Aplicada y premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales.

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