7/26/2008

Universidad

Escribía Jose Angel Valente en 1965 ("La Universidad española: su ocaso y restauración. Revista de Occidente), "La universidad española no entra en decadencia, como se lee a veces, a fines del siglo XVIII, pues su franca deterioración institucional y técnica había empezado un siglo antes. En efecto, al dar cuenta del largo período crepuscular de nuestras instituciones universitarias, recuerda don Alberto Jimenez que en 1650 no había en Salamanca ingún alumno matriculado en matemáticas, y ninguno en matemáticas ni en cirugía en el último años del siglo XVII.
La fijación de nuestras universidades en el modelo teológico mediaval y en el aparato escolástico, contra el cual sigue debatiendose aún con éxito relativo la minoría ilustrada del siglo XVIII, cierra el paso a la ciencia experimental y con ella a los fundamentos del mundo moderno. El retraso de la anatomía y la cirugía parece deberse en buena parte al prejuicio de sacrilegio respecto a la disección de cadáveres, todavía muy aguado en el siglo XVIII (...)

La situación no es comparable a la de otros paises de Europa, sobre todo ya entrado el siglo XIX, especialmente las universidades alemanas, como Halle, Gotinga o Berlín y las inglesas de Oxford, Cambridge y la escocesa de Edimburgo...

La Universidad española entra, en cambio, en lo mas agudo del proceso de decadencia de la institución. En 1772, Salamanca sigue excluyendo de sus planes de estudio a Newton, Descartes y Bacon. A mediados del mismo siglo, el sistema ptolemaico es aún el comúnmente aceptado (con ilustres excepciones, entre las que figura en principalisimo lugar el Padre Feijoo); Copernico y Galileo cuentan con la hostilidad general como contrarios a las Escrituras. En 1757, el doctor Andrés Piquer todavía se veía obligado a polemizar con un clérigo valenciano acerca de la posibilidad de que los ángeles transportasen hombres por vía aérea de Madrid a Lisboa, y trataba de trazar con grandes precauciones las fronteras entre la teología y la física..."

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