9/13/2005

La Rouquiña

Menos Estado es lo que pide la derecha liberal-conservadora, como se hacen llamar ahora, y sus portavoces son periodistas, funcionarios, prejubilados, politicos... que tiene en comun ser los mayores receptores de subvenciones de nuestro estado benefactor y de la seguridad social universal. Contradiciones de las que no se libre ni siquiera nuestro bien amado Rouco Varela y su sobrino gay, conocido en Santiago como La Rouquiña.
Decia hoy Millas que despues de saber que los Reyes Magos son los padres solo nos faltaba ahora descubrir que no existe el Septimo de Caballería. Para algunos ciudadanos de Nueva Orleans mejor, porque tienen orden de tirar a matar.
El miercoles en la tertulia seguro que sale el tema del huracan que amenaza con llevarse por delante la (increible) credibilidad de Bush.

Salud
Alvaro
P.D.: mañana comienza la temporada de la Peña Gastronomica con un ligero asado de cordero y gochu al omoprazol, a la estaca, quiero decir, en pagos mierenses.


Los enigmas del Katrina
Carlos Carnicero

Hay que haber vivido un huracán de fuerza cinco para saber de lo que se está hablando. De repente, los sólidos más pesados empiezan a volar, el viento arranca los postes de la luz y las vías del ferrocarril y nada parece tener la condición de estable, mientras una lluvia infernal azota todo lo que está sobre la superficie de la tierra. Es la manifestación más aproximada del Apocalipsis.
No cabe duda de que una catástrofe natural de estas consecuencias arrasa las estructuras más sólidas, y nadie puede poner en cuestión la fuerza destructiva que el Katrina desató contra la ciudad de Nueva Orleans. El problema ya no es la potencia de la tragedia sino la eficacia de los medios para paliar sus consecuencias. El gran enigma despejado por el Katrina ha sido la debilidad del Estado en Norteamérica.
Siguen pasando los días y con éstos se consolida la evidencia de déficit profundos en la sociedad norteamericana y en la configuración de su sistema político y administrativo, que confirman la contradicción existente entre el poder económico, tecnológico y militar del Estado más poderoso del mundo, su debilidad estructural para la cohesión social de sus ciudadanos y su impotencia para el cuidado y el bienestar de los sectores más desfavorecidos. En Nueva Orleans, lo que está ocurriendo es la eclosión de una rebelión silenciosa y desorganizada de los marginados ante la impotencia de las autoridades para dar una respuesta pública eficaz a una catástrofe para la que las coordenadas económicas y tecnológicas del país debieran estar preparadas de una forma mucho más eficiente.
En Estados Unidos, el abismo entre el universo de lo privado de la acumulación de riqueza y el desistimiento del Estado como factor de cohesión y compensación social ha evidenciado, con la eclosión del Katrina, una sociedad profundamente enferma cuyos virus pueden socavar la estabilidad misma del régimen si la mayoría de los ciudadanos empiezan a percibir que la Administración republicana es un formidable aparato para la acumulación de riqueza de los poderosos, en el que la guerra de Irak, con todo su coste económico y humano, no es más que otro instrumento de beneficio para el conglomerado industrial y financiero que de verdad gobierna y se ha apoderado de la Casa Blanca.
La pérdida de respeto a una sociedad que ha demostrado tal grado de impotencia e ineptitud para socorrer y organizar a las víctimas del Katrina va marcar un punto de inflexión en el mundo, cuando Estados Unidos, con la arrogancia que le caracteriza, pretenda dictar normas de comportamiento que evidentemente no está en disposición de ejecutar en su propio territorio.

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