9/14/2005

EL PRIMER HUMANO

Ultimamente se me escapa alguna cosa, el domingo de El Pais no, y sobre todo estoy muy vago con el correo, ademas que este final de agosto está siendo prodigo en reuniones, llamadas, consultas..etc osea, (el puto) trabajo. Si es que no tienen consideración.
Pesa tambien que se nos ha agostado la tertulia, con el calor y la sequía. Y ultimamente, tomar el vermú en la plaza es un peligro porque se te acerca cualquiera a darte la "brasa" sin mas alternativa que escapar a ver como van las obras del Club, el futuro campo de futbol mas lujoso de la Comunidad, que para eso hay dinero y aficion. Y ya se sabe que eso de controlar obras, como los jubilados, es muy poco creativo y acaba uno cansadisimo de lo que trabajan los demás.
Y encima no nos lo van a dejar pisar, que hay que haber sido o bien jugador , directivo, padre o madre de promesa, abogado o juez o futbolista frustrado, forofo del Madrid, oculista, dentista o industrial del gremio de la construccion, pelotas habitual o empleado de Los Alamos. Como digo, un lujo a su alcance. Ademas iluminado, para jugar a altas horas, que van a hacer las 24 horas de futbol por relevos, como hace el Cartero con sus 24 horas de la Milla y aquella tan bonita del Maraton de padel, con cordero asado, pan de leña y vino.
Afrotunadamente comienza la temporada de Peña Gastronomica y creo que la abriremos bien antes de que lleguen los menús con fundamento del invierno. Tambien enseguida la montaña, cuando Emilio tenga a bien acabar las vacaciones mediterraneas. Y por supuesto la tertulia, que la tenemos un poco descuidada y no puede ser, que se amontonan las cosas y se nos olvidan los argumentos.

Salud
Alvaro
P.D.: Hoy en El Pais, Sampedro se pregunta quien fue el primer humano, en este caso humana porque ya se sabe que aqui no hay duda, antes fue la gallina que el huevo, con perdón.






¿Quién fue el primer humano?
Javier Sampedro
Si conoce a algún monstruo esperanzado, escóndalo en una cueva hasta que le salga noviaLa Eva de la que hablan los genetistas es la hembra de la que proceden todas las mujeres actuales, pero no sabemos si era humana u homínida. Sólo sabemos que vivió en África hace cerca de 200.000 años. También sabemos que su novio no se llamaba Adán, porque Adán -el macho del que provienen todos los hombres actuales- tardaría todavía 80.000 años en nacer. Adán y Eva son abstracciones genéticas, y nada nos dicen sobre el origen de nuestra especie. Para colmo, el darwinismo ni siquiera nos garantiza que nuestra especie tenga un origen definido. Si la evolución no es más que la acumulación gradual de pequeños cambios, el primer ser humano nunca existió propiamente.
Sin embargo, los paleontólogos no tienen el menor problema para identificar un cráneo de Homo sapiens entre un millón de cráneos de sus antepasados. La historia que cuentan los fósiles no es "una de esas películas francesas en las que se ve crecer la hierba", en la expresión de Woody Allen. La evolución humana es un thriller con un final brusco y sorprendente. Nuestra anatomía apareció en África hace unos 200.000 años, y ya entonces era plenamente reconocible: un cerebro del tamaño actual y con signos evidentes de hipertrofia en los lóbulos frontales, donde residen las altas funciones mentales que nos distinguen (a veces) de las demás bestias del planeta. ¿Tiene sentido, entonces, preguntarse quién fue el primer ser humano?
Imagínense una tribu de Homo erectus, cerebro pequeño, herramientas toscas, fealdad generalizada, en la que, de pronto, una hembra pare el primer cachorro de Homo sapiens de la historia de la Tierra, o de la Vía Láctea. Qué momento. ¿Qué propondría el jefe de la tribu? ¿Matricularlo en una escuela para erectus superdotados? ¿Contratarle como astrólogo? ¿Comérselo? ¿Tendría la madre que esconder al bebé en una cueva secreta durante 15 o 20 años? ¿Y luego con quién lo casa? ¿Quién va a querer a ese cabezón follonero y pestilente? Demasiados deberes para el pobre guionista.
Pero nunca han faltado científicos dispuestos a escribir ese guión. Se les suele llamar saltacionistas, porque creen que la evolución procede a saltos. Uno de los primeros fue Francis Galton, el brillante primo de Darwin. Otro fue Hugo de Vries, uno de los tres biólogos que redescubrieron las leyes de Mendel en 1900 y dispararon así la moderna revolución genética. Pero el más célebre es sin duda Richard Goldschmidt (1878-1958), inventor del concepto del "monstruo esperanzado". Si el saltacionismo siempre ha sido una herejía para los darwinistas, Goldschmidt y su monstruo esperanzado no son ya heresiarcas, sino la verdadera encarnación del diablo.
Goldschmidt fue director de genética del Instituto Kaiser Wilhelm de Berlín, pero era judío y a finales de los años treinta tuvo que emigrar a California para alejarse de los hornos de la razón étnica. Según cuenta Stephen Jay Gould en La estructura de la teoría de la evolución (Tusquets, 2004), los estudiantes californianos le conocían como El Papa por su estilo imperioso. Cavó su tumba al publicar en 1940 La base material de la evolución, donde proponía que las nuevas especies surgían de "monstruos esperanzados", cambios bruscos y drásticos -como añadir de pronto 500 centímetros cúbicos al cerebro de un Homo erectus- que, por casualidad, resultaban útiles en tiempos de crisis. Goldschmidt murió en 1958 convertido en la caricatura académica de Belcebú, y sigue siendo el modelo perfecto que todo estudiante de biología debe evitar si quiere medrar en el departamento, o en el bar del departamento.
Pero usted no se deje impresionar. Si conoce a algún monstruo esperanzado, escóndalo en una cueva hasta que le salga novia. Puede ser el futuro de la especie.

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