10/24/2006

Aquella bofetada por escrito

Amanecemos cada dia unos mas y otros menos, con la amenaza de que nos disgregamos, nos desmenuzamos, osea que esto se va a pique. Si hacemos caso a la emisora de los obispos, nos quedan dos telediarios, lo que es consecuente con su mensaje evangelico, aunque el que lo propaga es "el pequeño taliban de sacristia" en palabra de Luis del Olmo. En estos casos lo mejor es recurrir a la maxima de Miguel Angel Aguilar que dice: "que no cunda el panico porque al menos a corto plazo hay un sistema del que no vamos a salir: el sistema solar".
Mientras esto sigue girando, ya hablaremos algun dia del tan traido y llevado "cambio climático", el articulo de hoy de Alvite, "cine, cine, cine..mas cine por favor" que cantaba Aute.

Salud
P.D.: El jueves tertulia, 8 de la tarde donde siempre. No sabemos si nos leen en el istmo, ni siquiera si habrá pasado los estrictos controles norteamericanos con las latas de fabada y el queso cabrales.

Aquella bofetada por escrito. J.L. Alvite
Del éxito de "House" todos conocemos el rostro y el nombre del actor que lo encarna, pero sólo una minoría casi imperceptible podría citar de memoria el nombre del creador del personaje, y menos aún, la identidad de cualquiera de sus brillantes guionistas. Enumeramos de memoria las películas de John Ford pero nos despreocupamos de saber quienes fueron los tipos que escribieron las historias que le valieron para cimentar buena parte de su prestigio. ¿Cuántos detalles de la vida de Virginia Woolf podríamos citar con la absoluta certeza de no haber colado entre ellos unas cuantas anécdotas biográficas de Nicole Kidman? ¿Desempolvaremos el placer de escuchar una sinfonía de Beethowen a raíz de la magnífica interpretación que de él hace el actor Ed Harris? ¿Cuántos idiotas creen que Van Gogh era un tipo increíblemente parecido a Kirk Douglas? ¿Se resentiría la taquilla si Abraham Lincolm en persona sustituyese a Gregory Peck en la película sobre su vida? ¿A qué se debe que muchos personajes históricos sólo resulten interesantes previamente transformados para el cine? ¿Será que incluso en la biografía de los genios sólo son aprovechables las dos horas que la ajetreada vida moderna nos deja libres para emplearlas en la dulce pasividad que un hombre necesita para mantener abiertos los ojos mientras se come sin saliva medio kilo de palomitas de maíz?
En "Una cara con ángel" se desarrollan realmente pocas cosas memorables, excepción hecha de las filigranas coreográficas de Fred Astaire y la párvula belleza colegial de Audrey Hepburn, pero ocurre con esa película lo que sucede también con "Manhattan", en la que ni siquiera sus más tenaces detractores pueden negarle a Woody Allen el acierto de haber introducido en el arranque la indiscutible belleza de la "Rapsody in Blue", en cuyos acordes muchos recuerdan todavía lo único aprovechable de un mediocre spot publicitario de hace algunos años. Cuando alguien echa mano de la música de Gershwin, lo hace con la plena seguridad de que su película va a tener al menos unos cuantos minutos realmente irrebatibles e inolvidables. Otto Preminger recurrió en su día a David Raskin para que ilustrase con su música el montaje definitivo de "Laura". Se trata de una de esas películas difícilmente discutibles en las que incluso parece que hayan sido cuidadosamente elegidos sus elegantes defectos, pero nadie puede recordar el inocente rostro penal de Laura Hunt sin evocar al mismo tiempo la inolvidable y redonda melodía de Raskin, una de esas partituras que ni siquiera puede destruirse interpretándola a oscuras en un piano mal afinado. Muchos espectadores serían capaces de matar por una mujer como Laura Hunt, aunque sólo fuese con la esperanza de que con el insoportable insomnio del remordimiento acudiese también a su mente la melodía de aquel músico de cuyo nombre la mayoría sólo recuerdan haberse olvidado. En la película de Preminger, la hermosa Gene Tierney se enamora del detective McPherson con una adorable y casi maquinal lentitud, como si degustase aquella mezcla de pomelo, evocación y melodía. Hay quien discute que la dulce Laura Hunt fuese a caer rendida en los brazos del rudo policía, pero la música de David Raskin es tan sugerente y tan irresistible, que en el lugar de la chica de la película, uno mismo podría haber cometido el descabellado error de enamorarse de Dana Andrews. Gracias a tan exquisita partitura, Gene Tierney se convirtió en una de esas chicas del cine por las que cualquier hombre esperaría a gusto el resto de su vida contando al tacto el tiempo en un reloj parado. Era ciertamente una mujer muy hermosa, pero privada de la luz, de las frases y de la música, la belleza puede resultar algo plano e insípido, como uno de esos magníficos espejos cuyo aspecto impecable sabemos que cobraría vida si en su azogue asomase al menos la inquietante mancha penitenciaria de la culposa sombra del humo.
Del Arte ignoramos con frecuencia al artista. Fíjate en "Gilda", muchacho. En "Gilda", Johnny Farrell pierde el control por culpa de los celos y le arrea una bofetada a su chica. Recordamos con detalle la ropa de Rita Hayworth y el rostro crispado de Glenn Ford, pero ¿quién escribió aquella escena? El caso es que no conozco una sola mujer que no hubiese aceptado con cierta vanidad aquella bofetada de Johnny Farrell. Como me dijo en una ocasión una fulana, "la bofetada de un hombre así, encanto, la recordaría como si me doliese eternamente por escrito"...

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