Dice un refrán castellano "las cosas en su momento y los nabos en adviento" es lo que debió pensar Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, para ilustrarnos en el 33 aniversario de la muerte del dictador con su peculiar memoria histórica sobre el pasado de otros partidos politicos, ya que el suyo, los liberales conservadores, por no llamarlos la derecha tradicional, todo el mundo sabe que son puros y de generación espontanea. Nada que ver con aquellos desalmados de otros tiempos que al poco fueron alcaldes y devotos de Maria, como el matarife Rafael Medina (en la imagen con el mono blanco) cuando dirigía una partida de falangistas en la retaguardia andaluza a la busqueda de victimas que colgar con los ganchos de carnicero.
Que bien retrató Umbral a la entonces Ministra de Cultura:
"Tiene mi dama cara de roedor
cuerpo de malvestida, maldesnuda
y tiene achares de mujer cornuda
que se muere de amores sin amor.
Tiene nuestra ministra su bravura,
frígido ministerio del calor,
tiene cuerpo y no tiene, tiene horror,
porque es que a nadie se la pone dura.
Ministra de la cosa, y un palor
de visita pesada y de cuentera,
rancia y envejecida primavera,
su cultura ha llegado a Campoamor.
Tiene mi dama jeta cuartelera.
No se la folla ni el Comendador."
La Presidenta Historiadora
Esperanza Aguirre es muy observadora. Se ha dado cuenta de que el PSOE es un partido centenario y, claro, tiene una larga historia. Tan singular descubrimiento ha llevado a la presidenta de la Comunidad de Madrid a denunciar que en sus sedes haya retratos de los líderes históricos socialistas, de Pablo Iglesias a Largo Caballero, Julián Besteiro o Indalecio Prieto. Asustada, la pobre, de que semejantes criminales aún tengan un hueco en algunas paredes, nos ha recordado que fueron los socialistas, aquéllos, éstos y los próximos, se supone, quienes mataron a Calvo Sotelo. Siguiendo la estela de los deplorables cesaresvidales, píosmoas y otros falsificadores, ha tenido la osadía de repetir la patraña de que fueron ellos quienes provocaron la Guerra Civil, y no los golpistas Franco, Mola o Queipo de Llano.
En el PP no tienen retratos de gente tan malencarada como aquella, que formaron Gobiernos elegidos por los votos de los ciudadanos. Ca. Allá no los necesitan. Para qué, si tienen en persona al presidente fundador del partido, que puede empapelar las paredes de Génova con sus retratos junto a Franco, de cuando una y otra vez fue ministro con el dictador.
Y si en la transición todos perdimos la memoria, y se ha llamado don Manuel a Fraga Iribarne, y así va aseguir,afortunadamente, no parece oportuno que nadie del PP dé a ningún partido lecciones de historia de la democracia. Porque entonces tendremos que recordar a la presidenta historiadora, de vista avezada pero memoria frágil, que ahí donde hoy asienta ella sus reales, el dirigente comunista Julián Grimau fue defenestrado por la policía franquista en 1963, antes de ser fusilado. Esposado y golpeado, alguien le tiró por una ventana de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, sede de la actual presidencia de la Comunidad de Madrid. Y el encargado de inventarse un surrealista salto voluntario para justificar cómo se rompió la cabeza y las dos muñecas aquel famoso detenido fue, cosas de la vida, el actual presidente fundador de los populares, don Manuel Fraga Iribarne.
Lo dicho, todo olvidado. Pero callen, por favor, quienes tanto y tanto tienen para callar.
En el PP no tienen retratos de gente tan malencarada como aquella, que formaron Gobiernos elegidos por los votos de los ciudadanos. Ca. Allá no los necesitan. Para qué, si tienen en persona al presidente fundador del partido, que puede empapelar las paredes de Génova con sus retratos junto a Franco, de cuando una y otra vez fue ministro con el dictador.
Y si en la transición todos perdimos la memoria, y se ha llamado don Manuel a Fraga Iribarne, y así va aseguir,afortunadamente, no parece oportuno que nadie del PP dé a ningún partido lecciones de historia de la democracia. Porque entonces tendremos que recordar a la presidenta historiadora, de vista avezada pero memoria frágil, que ahí donde hoy asienta ella sus reales, el dirigente comunista Julián Grimau fue defenestrado por la policía franquista en 1963, antes de ser fusilado. Esposado y golpeado, alguien le tiró por una ventana de la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol, sede de la actual presidencia de la Comunidad de Madrid. Y el encargado de inventarse un surrealista salto voluntario para justificar cómo se rompió la cabeza y las dos muñecas aquel famoso detenido fue, cosas de la vida, el actual presidente fundador de los populares, don Manuel Fraga Iribarne.
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