4/04/2005

Libertad, dignidad, razon y prosperidad

Hoy dice la prensa que esperan dos millones de turistas/fieles en Roma para los funerales del Papa, en el Trastevere se estan frotando las manos porque ya se sabe lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo, aunque sea el caso de un gran Papa como fue el polaco, un gran papa para la Iglesia Catolica que ha defendido el dogma por encima de voces que pedian actualizar el mensaje. Con seguridad, quien lo tenga que juzgar en el otro mundo sera de otra manera porque ya se sabe que "En el cielo un angel no debe tener nada de extraordinario" .
Por otra parte la Iglesia despliega su tradicion y su bien hacer en estas ocasiones, de la mano de un camarlengo hispano y de aqui a la fumata blanca nos esperan jornadas llenas de tradicion, propaganda, recogimiento y hastio, en lo que son maestros nuestros clerigos. Ayer mismo, hubo en la catedral una ordenacion de tres sacerdotes que duro desde las seis hasta las nueve, de tal forma que los asistentes salian (de la casa del Señor, despues de haber entrado cantando) despavoridos a la Gran Taberna para beber algo fuerte y reponerse de tanto ritual y aburrimiento. No me extraña que no se ordenen mas curas, es una prueba muy dura para los familiares y amigos.
Hay en la prensa buenos articulos sobre el Papa muerto y sobre la Iglesia, Manuel Castells, en la Vanguardia, Juan Cueto en El Pais o Miret Magdalena en El Periodico. Por eso, lo que sigue es un fragmento de "Dios y el Estado" de Mijail Bakunin, para contrastar mas que nada.

salud
Alvaro
P.D.: Este jueves no puedo tertuliar pero si estais de acuerdo lo hacemos el jueves siguiente, que lo digan los que viajan, juegan al padel o tienen cita en casas de lenocinio.



(...) Dios padre, viendo, desde lo alto de su esplendor eterno, que ese pobre Dios hijo,
achatado y pasmado por su caída, se sumergió y perdió de tal modo en la que,
aun llegado al estado humano, no consigue encontrarse, se decide, por fin, a
ayudarlo. Entre esa inmensa cantidad de partículas a la vez inmortales, divinas e
infinitamente pequeñas en que el Dios hijo se diseminó hasta el punto de no poder
volver a reconocerse, el Dios padre eligió las que le agradaron más y las hizo sus
inspirados, sus profetas, sus “hombres de genio virtuosos”, los grandes
bienhechores y legisladores de la humanidad: Zoroastro, Buda, Moisés, Confucio,
Licurgo, Solón, Sócrates, el divino Platón, y Jesucristo, sobre todo, la completa
realización de Dios hijo, en fin, recogida y concentrada en una sola persona
humana; todos los apóstoles, San Pedro, San Pablo y San Juan, sobre todo;
Constantino el Grande, Mahoma; después Carlomagno, Gregorio Vll, Dante;
según unos Lutero también, Voltaire y Rousseau, Robespierre y Dantón, y muchos
otros grandes y santos personajes históricos de los que es imposible recapitular
todos los nombres, pero entre los cuales, como ruso, ruego que no se olvide a San
Nicolás.
Henos aquí, pues, llegados a la manifestación de Dios sobre la tierra. Pero tan
pronto como Dios aparece, el hombre se anula. Se dirá que no se anula del todo,
puesto que él mismo es una partícula de Dios. ¡Perdón! Admito que una partícula,
una parte de un todo determinado, limitado, por pequeña que sea la parte, sea una
cantidad, un tamaño positivo. Pero una parte, una partícula de lo infinitamente
grande, comparada con él, es, necesariamente, infinitamente pequeña. Multiplicad
los millones y millones por millones y millones; su producto, en comparación con lo
infinitamente grande, será infinitamente pequeño, lo infinitamente pequeño es
igual a cero. Dios es todo, por consiguiente el hombre y todo el mundo real con él,
el universo, no son nada. No saldréis de ahí.
Dios aparece, el hombre se anula; y cuanto más grande se hace la divinidad, más
miserable se vuelve la humanidad. He ahí toda la historia de todas las religiones;
he ahí el efecto de todas las inspiraciones y de todas las legislaciones divinas. En
historia el nombre de Dios es la terrible maza histórica con la cual los hombres
divinamente inspirados, los grandes “genios virtuosos” han abatido la libertad, la
dignidad, la razón y la prosperidad de los hombres.(...)

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