"En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. Españoles, la guerra ha terminado". Decía el ultimo parte de guerra, aunque ni era el ultimo parte, porque despues los emitian por la radio en sustitucion de las noticias, ni tampoco la guerra habia acabado, pues se alargó mas de cuarenta años, sobre todo para algunos. Ahora hay otras guerras mas domesticas, menos sangrientas aparentemente pero que tambien hacen prisioneros y dejan tullidos, y sino ya veremos lo que pasa con la inauguracion del proximo centro comercial, IKEA, anunciada en todas las provincias vecinas y para la que me han comentado que para asistir, hay gente que pidio el dia de descanso. Despues comprará una estanteria y unas perchas, le harán otra tarjeta de credito y comerá unas albondigas suecas y "smolgasbord" y ira a buscar el coche que dejo cerca de la carretera de Colloto, como muy cerca, y ya serán cautivos de una tienda mas, como de los moviles que nos cuenta Joan Barril.
Salud
Alvaro
CAUTIVOS
ENTRE LAS señales de humo, el código Morse o el teléfono móvil, me quedo con el teléfono móvil. Pero una cosa es la tecnología y otra el servicio. Una cosa es el progreso y otra es ver al cliente como un esclavo tonto.
JOAN BARRIL
Se nos dice que el progreso es la posesión. Y a ser posible la posesión de mayores prestaciones. Fascinados --y tal vez necesitados-- de comunicación vamos a cambiar el móvil. Alguien nos dijo que lo mejor para hablar por teléfono en el coche y sin manos era tener un sistema llamado bluetooth, colmillo azul, en honor a un antiguo guerrero escandinavo. Con el bluetooth ni cables ni nada. Llevas el teléfono en el bolsillo, y si te llaman ya sólo queda hablar. El antiguo guerrero escandinavo y su instalación son 500 euros. Pero el teléfono ha de ser compatible con el dichoso guerrero. Pues vamos a dar el reposo del guerrero.
Leemos en la prensa una marca, un modelo de cuatro dígitos y la cosa del bluetooth. El vendedor --espléndido y eficaz-- dice como si nada que una cosa es el anuncio y otra la verdad. O sea: que el anuncio sólo es un deseo, pero que a ellos no les ha llegado la anunciada maravilla. En el mundo de la tecnología la ficción y la realidad son equilibristas de la misma maroma.
¿Qué desean ustedes? Queremos un teléfono que sirva para hablar y escuchar y que contenga un millar de contactos. Nuestro teléfono será nuestra memoria. Con eso basta. Nos ofrecen objetos con cosas prescindibles: radio, MP3, fotografías, sonido polifónico y cámara de vídeo. ¿Pero cuántos números podré almacenar? Quinientos, tal vez. ¿Se ha fijado en la calidad de la foto? ¿Y el sonido?
No nos entienden. Íbamos a comprar una herramienta y nos cubren de juguetes. A un precio más caro, claro.
Palabras engañosas. Esa cámara sirve para una videoconferencia. ¿Cuánta gente va por el mundo haciendo videoconferencias desde un teléfono móvil? Ganas de hacer creer al usuario que es mucho más importante de lo que realmente es.
Llega el momento de los datos. ¿Sabe usted que más del 80% de españoles tiene teléfono móvil? De seguir así tendremos una cuota de mercado del 120% o del 130%. ¿Más de un móvil por persona? Sólo tenemos un par de orejas y una boca. ¿Podremos hablar con mucha gente a la vez? ¿Cuántos móviles muertos o perdidos hay en ese porcentaje creciente?
Firme aquí. Una atmósfera matrimonial cubre el acto de la firma. Hasta que la muerte nos separe. El contrato es de por vida. Es más fácil anular una tarjeta de crédito que darte de baja de un operador de telefonía móvil. Cualquiera puede dejarte sin Visa, pero necesitas un burofax --¿un qué?-- para poder cambiar de compañía. Si el burofax no llega, podemos dejar de pagar, pero entonces llegan cartas de leguleyos en las que la amenaza más suave es ir a Abú Graib.
Llega la factura domiciliada. Unas barras indican que el usuario no consume, que ni llama ni es llamado. El Corte Inglés llama a sus abonados cuando advierten que no usan su tarjeta. Las operadoras ni se inmutan. Doce euros al mes por nada es un buen negocio.
Y, sin embargo, nos fascina la tecnología. Nos creemos todo lo que nos dicen que hay en el tamtam. Somos tan ciegos ante el producto, que no advertimos que la tecnología es una coartada que las operadoras ejercen sobre el incauto usuario cautivo.
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