4/19/2011

Blasfemo profundo y satánico


Escribe hoy Arcadi Espada sobre la pretendida contra-procesión atea que se acaba de prohibir en Madrid aduciendo problemas de orden público y menosprecio (?) a la religión, que muestra el respeto secular que se le tiene a las manifestaciones religiosas, católicas por supuesto, que solo ven como ofensas las discrepancias con sus ideas. No está tan lejos las leyes que castigaban las infracciones a los preceptos religiosos y "las buenas costumbres" y el papel de valedores de su cumplimiento que ejercían no pocos miembros de la Iglesia. Para muestra, un botón: la denuncia del cura de Cuérigo, en Aller, Asturias, de un vecino por trabajar en festivo con "desempacho y perversidad".

Procesión del santísimo Cristo de la Misericordia, en Oviedo

Ideas y orden público
Arcadio Espada
Hablo de oídas, más de lo habitual, pero parece que han prohibido en la ciudad de Madrid una procesión atea que iba a coincidir con la celebración católica del Jueves Santo. Además de atea la procesión era burlona y se anunciaba con unos lemas que a una juez le han parecido irreverentes. La decisión vuelve a probar el estatus de privilegio que las ideas religiosas tienen en la sociedad española. Es frecuente que ante la convocatoria de ceremonias laicas, políticas, algunos grupos exhiban en la calle una suerte de contraprogramación ideológica. Pasa, por ejemplo, con el 12 de octubre, con el 11 de septiembre catalán y con muchas otras ceremonias. Como máxima coerción la policía establece una suerte de recorridos alternativos para que las disputas no generen encuentros desagradables entre unos y otros.
La prohibición de Madrid se fundamenta en un peligroso supuesto: que la procesión atea no es disenso sino ofensa. Como las ideas no pueden ofenderse unas a otras, ha de concluirse que la religión, para los que han prohibido el acto, es algo más que una idea. Exactamente, una forma de orden público, cuya alteración resultaría perseguible de (santo) oficio. Algo que resulta intolerable. Si la religión quiere ocupar, como tantas veces reclama, un lugar en el espacio público y quiere defender allí sus ideas debe hacerlo en pie de igualdad. Cuando una idea cualquiera, sean Dios, la Patria, el Partido o el Equipo, no se limita a exhibirse en el espacio de discusión pública, sino que pretende diseñar sus límites, a la sociedad democrática no le queda otro remedio que exigir su expulsión de ese espacio. La democracia puede acoger a los que quieren destruirla; pero naturalmente debe asegurarse de que no puedan cumplir sus propósitos.
El Jueves Santo es un día más, normalmente soleado, y festivo en algunas comunidades. Algunos ciudadanos tienen la creencia de que en ese día se produjo, me parece, el prendimiento de Jesús, y exhiben su convencimiento en las calles, a veces con una belleza muy conmovedora y adictiva. Otros ciudadanos creen que esa creencia es falsa y dañina. Y quieren combatirla utilizando la razón, la burla y el sarcasmo. El ateísmo, como indica la propia naturaleza de la palabra (sindios), es una creencia subordinada, cuyo carácter los ateos, al igual que los antifascistas o los anticomunistas, aceptan con honor y hasta con alegría. Y es por eso que para sus libres manifestaciones eligen el Jueves Santo y no el 15 de agosto en Madrid, Baden-Baden.

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