8/19/2007

La (de) Lopez Pereira

"A continuación escucharemos una canción típica del folclore argentino, recopilada por un gran investigador y antropólogo, el licenciado Gustavo Pérez y Alonso. Como buen científico, Pérez y Alonso cultivaba la duda filosófica, se cuestionaba todo constantemente, cultivaba la duda; sin ir más lejos, firmaba sus libros en vez de "Pérez y Alonso", "Pérez o Alonso". Leemos en uno de los ensayos de este autor: "El estudioso debe dudar siempre. A veces, sin embargo, después de dudar demasiado ante algún detalle, me invade una sensación de inoperancia, de ineficacia... más bien de inoperancia... o de ineficacia". Y aquí, sigue diciendo Pérez y Alonso, formulo tres interrogantes; uno: "¿la duda significa un estímulo para la indagación, o un obstáculo inhibitorio?"; dos: "en tanto herramienta filosófica, ¿es epistemológicamente plausible, o implica un eufemismo agnóstico?" y tres: "perdón, ¿de qué estábamos hablando?". Los discípulos de Pérez y Alonso lo recordarán siempre anotando en su cuaderno la canción que entonaba esa anciana de 108 años, a quien él mismo había encontrado en una de sus tantas excavaciones arqueológicas. O también, en el ejercicio de la duda, al bautizar esa misma canción vacilando entre dos posibles títulos: "Añoranzas" y "Nostalgias". Les Luthiers interpretarán ahora esa misma canción; lleva por título "Añoralgias". Esta zamba es el reiterado lamento del que ha debido abandonar su terruño y lo evoca con la emoción de la distancia."

(Versión teatral espectáculo "Luthierías" Teatro Comedia, Córdoba, Argentina, Octubre, 1982. Narrador: Marcos Mundstock - Recitante /CN: Carlos Núñez Cortés)

Como si fuera una historia creada por el grupo Les Luthiers, tal como relataban la introducción para la Zamba Añoralgias, tambien llamada Zamba Catástrofe, las vicisitudes que ha pasado la zamba "La Lopez Pereira" no tiene nada que envidiar la escacharrante fantasia de los compañeros de Marcos Mundstock. Para empezar el propio título no se corresponde con la la letra ni con su amargo sentido, dado que se trata de una cancion de amor no correpondido y el tal Lopez Pereira no es otro que el doctor Carlos Lopez Pereira, abogado y magistrado que en los primeros años del siglo veinte salvó de la carcel al musico Artidorio Cresseri, que dio muerte a la infausta víctima de sus celos. Se cuenta que en una reunion, "alzados ya los ánimos", el propio Lopez Pereira le pidió a Artidorio que ejecutara esa "chilena" que tanto le gustaba y entonces este le dedicó su composición bautizandola en su homenaje con el titulo original : "Chilena dedicada al doctor Carlos López Pereira". Los versos actuales se atribuyen al legendario payador uruguayo Juan Francia, al menos las tres primeras estrofas. La posterior batalla judicial que ha tenido la cancion son dignas de un culebrón interminable, pero lo cierto es que se trata de una las mas reconocidas banderas del folklore salteño y argentino, que ha sido versionada por los grupos y cantores mas tradicionales, tanto que Los Fronterizos acostumbraban a cerrar sus actuaciones con ella. Tambien esta zamba ha servido de protagonista en un cuento del escritor chileno Augusto Alvarado, recluido en la prisión de la Isla de Dawson, en la provincia de Magallanes, por la dictadura militar chilena.

La López Pereyra
Por Augusto Alvarado

Yo quisiera olvidarte / me es imposible mi bien, mi bien tu imagen me persigue, / tuya es mi vida, mi amor también, y cuando pensativo yo solo estoy / deliro por la falsía con que ha pagado tu amor, mi amor.

En 1872 nació en Salta el músico Artidorio Cresseri, autor de letra y música de la zamba "La López Pereyra", expresión emblemática del folklore argentino hecha popular, entre otros grandes del folklore, por “Los Chalchaleros” y “Los Fronterizos”. Escrita a finales de la década de 1910, su título original fue: "Chilena dedicada al doctor Carlos López Pereyra", título que no es casual pues el padre del músico formaba parte de esa legión de salteños que comerciaban con vastas regiones de los países andinos. El arriero, que llevaba hacia esos sitios mulas engordadas en los valles salteños, retornaba con monedas de plata, artículos traídos de España, modismos, elementos de música y baile y hasta con mujer. Del Perú trajeron la vidala, mientras que la zamba antigua procede del norte chileno. En los descansos del largo y fatigante sendero, los arrieros podían entibiar el alma y apaciguar las penas recitando y cantando coplas inspiradas o aprendidas en el camino. A los once años, Artidorio comenzó a viajar acompañando a su padre a esas tierras, lo que determinó que se quedara luego residiendo en Tarija y desde allí comenzó a viajar a Sucre, familiarizándose con la música y los bailes andinos.


Yo quisiera tenerte / a mi lado todo el día de mis ocultos amores / paloma te contaría pero es inútil mi anhelo jamás, jamás, / vivo solo para amarte callado y triste llorar, llorar.

Tenía más de sesenta años de vida la zamba y había transcurrido más de un siglo desde el nacimiento del músico cuando la escuché por primera vez. Lo que había nacido cerca de los Andes altiplánicos llegó hasta la patagonia, viajando en las guitarras de los modernos arrieros, en las mochilas de los estudiantes, en los infinitos fogones de la Patria Grande. No la conocí en un instante feliz pues un par de días después del golpe militar del 11/09/73 fui detenido en mi domicilio por una patrulla militar. “Mi coronel Gallardo quiere hablar con usted…abríguese por las dudas” me dijo el suboficial a cargo. La conversación con el coronel duró quince meses, sin duda un diálogo largo…a veces tortuoso. Entonces conocí a mi primer compañero de cárcel en los calabozos de Carabineros, en la calle Tomás Rogers de Puerto Natales. Se llamaba Rubén Cárdenas y era funcionario del Ministerio del Trabajo. Estábamos en celdas contiguas y después de los saludos y averiguaciones de rigor comenzamos a conversar de temas diversos. Me contó que formaba parte de un conjunto folklórico del magisterio, pues su esposa era profesora. A René le encantaban la música y el canto. “¿Quieres escuchar algo?”, preguntó “es una zamba que estoy aprendiendo en estos días…te va a gustar”. Y haciendo con su boca sonidos como de bombo a manera de introducción comenzó a desgranar los versos sentidos:


Yo bien sé que no me quieres / pero eso no es un motivo me privas de tus miradas, / mi alma, sin ellas no vivo, voy a ocultarme a una selva solo a llorar, / pueda ser que en mi destierro tus ojos negros pueda olvidar.

Rubén y su zamba fueron como un anticipo de lo que vendría. Porque entre tanto dolor e incertidumbre la música nos acompañaría como amiga fiel en los coros, en las guitarras, en las veladas artísticas que supimos organizar en los escasos resquicios de libertad que lográbamos conseguir. Nunca volví a saber de Rubén Cárdenas. Esa fría noche de septiembre, nieve incluida, nos sacaron violentamente de los calabozos y enfrentaríamos nuestra primera sesión de torturas. Durante todo el tiempo escuché sus gritos. Al amanecer me regresarían a la celda pero mi vecino no volvió. Su canción, sin embargo, me acompañó en esa etapa interminable y aún hoy, casi treinta años después, la recuerdo como portadora del maravilloso mensaje de la música.


En una noche serena / al cielo azul miré, miré, contemplando a las estrellas / a la más bella le pregunté, era ella la que alumbraba mi amor, mi amor, / para pedirle por ella al Dios piadoso resignación.

Grande fue mi sorpresa al descubrir que más de un compañero, en isla Dawson u otros lugares de confinamiento, entonaría las estrofas de la querida zamba. Tal vez fue la mención al destierro, o a la selva, o simplemente por la belleza y el amor que despierta su poesía, “La López Pereyra” se grabó en nuestro corazón para siempre. Gracias, Artidorio Cresseri, hijo de Salta y de Nuestra América por dejarnos esa fiel compañera con ritmo de zamba que no ha envejecido, ni envejecerá jamás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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