6/14/2006

El que quiera peces...

Muy interesante el articulo sobre la dieta de nuestos abuelos del Cantabrico hace mas de 8000 años, lo que lleva a deducir que no solo pescaban en la orilla sino que se adentraban un par de kilometros para coger otros peces con que completar de dieta de jabalies y frutas. Bigaros, andaricas, oricios...osea, nada nuevo bajo el sol, si excluimos que ahora tenemos problemas con la anchoa, la merluza o la reciente costera del bonito, claro que ahora no solo entramos mas de dos kilometros sino que ademas arrastramos las redes por el fondo y seguimos a los bancos de peces por satelite. Despues los culpables son otros.
No tenemos evidencias de como se llamaban estos primeros habitantes de la marina cantabrica, tal vez como los nuevos/viejos vascos, Abain, Abene, Ager, Ahoztar, Karitate, Maintzia...etc. pero si sabemos como se llaman los actuales finlandeses, mas que nada porque nos los pasa un amigo y algunos son de chiste:
La chica del tiempo en el canal MTV3 se llama Mette Mannonen, o la responsable de estudios en el extranjero de la Universidda de Joensvu se llama Mari Ikonen.

Todo esto como intruduccion para nada, porque lo que de verdad está que arde es, y salvando estatutos y la negociación con ETA, el tinglado del concejal y senador Sopeña haciendo de asesor urbanistico de otros, la discusion sobre la capitalidad y los proyectos de Tini para Oviedo y Gijon y las declaraciones del insolvente alcalde de Siero sobre la encuesta realizada por la Universidad en Lugones. Osea que ya sabes, temas de debate donde agotar argumentos y nuestra paciencia democratica, sin perder de vista lo que dijo el clasico: "Cuando una batalla está perdida, solo los que han huido pueden combatir en la siguiente".
El jueves tertulia.

Salud


Más de 8.000 años de dieta cantábrica
El 50% de la alimentación de los pobladores de la Cornisa en el Mesolítico dependía del mar, según un estudio
Playa de San Martin (Llanes)

Los pobladores de la cornisa cantábrica se adentraban en el mar hace ya 8.300 años para capturar peces que al menos suponían un 50% de su alimentación, como demuestran los estudios realizados sobre restos humanos de diferentes yacimientos costeros de Asturias, Cantabria y Euskadi. Ésta es una de las principales conclusiones a la que han llegado expertos de las universidades del País Vasco, Oviedo, Cantabria, Alcalá de Henares, Complutense, Salamanca y Alberta (Canadá) que estudian aspectos multidisciplinares de los yacimientos prehistóricos del litoral atlántico.
Una prueba de «isótopos estables» practicada sobre los restos humanos encontrados en las cuevas de La Poza l'Egua y Colomba, en Asturias, y Jaizkibel 3, en Guipúzcoa, ha permitido conocer las pautas alimenticias de las personas que las habitaron en el Mesolítico, hace más de 8.000 años. En concreto, las pruebas practicadas a los restos humanos hallados por el equipo de la arqueóloga María José Iriarte en un depósito de conchas de Jaizkibel (Hondarribia), considerado el enterramiento más antiguo del País Vasco, ponen de manifiesto que este hombre, entre 30 y 40 años y de un metro y medio de altura, tenía un importante aporte nutricional en su dieta de peces capturados a cierta distancia de la costa.

El profesor de Prehistoria de la Universidad del País Vasco Álvaro Arrizabalaga considera que esta circunstancia acredita que el hombre de Jaizkibel, unos 4.000 años más antiguo que el conocido Otzi encontrado en un glaciar de los Alpes, se adentraba en el mar para pescar por lo menos un par de kilómetros.

El descubrimiento de vértebras de pescado y de espinas de un pez similar al rape en el enterramiento de este individuo corrobora esta hipótesis, según Arrizabalaga, quien explica que en el mismo lugar también se encontraron restos de lapas, bígaros, pinzas de cangrejo y erizos de mar, además de algunos huesos de jabalíes, semillas y herramientas de sílex.

El arqueólogo vasco aclara que los resultados de los estudios practicados sobre los restos de los individuos localizados en Colomba y La Poza l'Egua «se aproximan mucho» a los de Jaizkibel, por lo que los resultados podrían ser extrapolables a los yacimientos asturianos.

Arrizabalaga destacó la importancia de este descubrimiento, porque pone de relieve la excepcional capacidad de adaptación de la especie humana a las condiciones de un entorno cambiante. El Mesolítico es un período de la prehistoria muy exigente, porque tiene lugar «al final de la última glaciación, cuando los animales de clima frío desaparecen y el bosque se extiende de una manera muy rápida, con lo que se produce un cambio de fauna y vegetación al que el ser humano tiene que adaptarse muy rápidamente», afirma el arqueólogo.

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