Nos queda el consuelo que eso pasa en Lodres, osea a los ingleses, porque aqui con lo de los viajes del INSERSO, los clubes como el Centro Asturiano o el Tenis, las tertulias, Ateneos y casinos, los grupos de montaña y las peñas gastronomicas, las hermandades de donantes y la adoración nocturna, los coros y danzas, los grupos de teatro y los equipos de padel y hasta la asociacion de catequistas...etc. está todo Cristo controlado y no faltará un vecino que te toque el" bolo" si le dejas el coche 5 centimetros en su acera o dejes sin podar los cipreses del cierre, cuanto mas si de tu casa salen olores nauseabundos.
hablando del INSERSO, unos amigos jubiletas, marido y mujer, me traen de su ultimo viaje a Ibiza, una revista "especializada para las personas mayores" (MundoSocial), de amplia distribucion en el ambiente (en el ambiente de jubilados, se entiende) en la que un articulo que habla de "Nostalgia Feliz" lo ilustran con una foto mia, guitarra en ristre. A la sorpresa inicial le sigue la constatación que efectivamente, sobre la foto del interior, que ocupa una hoja entera, se rotula "Nostalgia Feliz", y yo creyendo que lo mio era juventud duradera y alegría de vivir y va y resulta que es la imagen de la nostalgia para nuestros mayores. No se si colgar definitivamente la guitarra o aprovechar la promoción para dar el salto al circuito "terceredadista", visto lo previsible de mi actual situación profesional.
Dos años muerta, frente al televisor
(PD).- Una mujer de 40 años que llevaba dos años muerta en el interior de su casa ha sido descubierta por su casero, que estaba extrañado por el retraso de los pagos del alquiler. Junto a la mujer se encontró unas bolsas con regalos navideños y el televisor encendido. La mujer londinense murió en la más absoluta soledad viendo la televisión, y nadie la ha echado de menos en los dos últimos años.
En Londres es normal no conocer al vecino ni estar al tanto de sus movimientos. Pero la desidia habitual en la gran urbe ha alcanzado cotas insospechadas. Una londinense yació muerta en su apartamento durante más de dos años sin que nadie la echara en falta. El cadáver sólo fue descubierto cuando el propietario del piso forzó la cerradura en vista de los retrasos en el pago del alquiler de la vivienda.
En el interior se descubrieron los restos de Joyce Vincent, de 40 años, junto a una bolsa de la compra y regalos navideños. La televisión estaba encendida, los platos sin fregar en la cocina y una pila de correo se acumulaba frente a la puerta. Los matasellos de algunas cartas databan de noviembre de 2003. El cuerpo sin vida de Vincent fue descubierto el pasado enero, pero el caso saltó a la luz pública hace cinco días, cuando se celebró el juicio forense.Así lo recoge un reportaje de El País.
"Hoy en día esto no debería suceder. En Londres hay muchas personas que viven solas y que hacen su propia vida. Nos recuerda a todos que deberíamos prestar más atención a nuestros vecinos"
En Londres es normal no conocer al vecino ni estar al tanto de sus movimientos. Pero la desidia habitual en la gran urbe ha alcanzado cotas insospechadas. Una londinense yació muerta en su apartamento durante más de dos años sin que nadie la echara en falta. El cadáver sólo fue descubierto cuando el propietario del piso forzó la cerradura en vista de los retrasos en el pago del alquiler de la vivienda.
En el interior se descubrieron los restos de Joyce Vincent, de 40 años, junto a una bolsa de la compra y regalos navideños. La televisión estaba encendida, los platos sin fregar en la cocina y una pila de correo se acumulaba frente a la puerta. Los matasellos de algunas cartas databan de noviembre de 2003. El cuerpo sin vida de Vincent fue descubierto el pasado enero, pero el caso saltó a la luz pública hace cinco días, cuando se celebró el juicio forense.Así lo recoge un reportaje de El País.
"Hoy en día esto no debería suceder. En Londres hay muchas personas que viven solas y que hacen su propia vida. Nos recuerda a todos que deberíamos prestar más atención a nuestros vecinos"
señaló Lynne Featherstone, diputada del distrito donde residía la difunta, en el barrio de Hornsey, al norte de Londres. El obispo anglicano de la zona, Peter Broadbent, lamentó la ruptura de los lazos comunitarios y defendió la construcción de una sociedad comprometida con el prójimo:
"Deberíamos conocer al vecino tan bien como a la persona con la que trabajamos o con la que socializamos".
Los vecinos fallaron a Joyce Vincent. También sus hermanas. Y una asociación de mujeres a la que acudió buscando refugio como víctima de violencia doméstica. Le procuraron un pequeño apartamento de protección oficial, dentro de un gran bloque de unas 200 residencias, regentado por una cooperativa de viviendas, la Metropolitan Housing Trust. Pero ni unos ni otros se interesaron por comprobar qué tal se acomodaba a su nueva situación, cómo prosperaba con sus problemas.
(...)
Vincent probablemente acababa de hacer la compra, pero las bolsas de plástico provenían de una cadena de supermercados que ya no existe. El patólogo no pudo determinar las causas de la muerte debido a que los restos encontrados eran prácticamente un esqueleto. Y la policía descartó circunstancias sospechosas en el fallecimiento. El juez forense Andrew Walker decretó un veredicto abierto, es decir, sin justificación certera sobre la razón de la muerte de Vincent. Sus vecinos creyeron que el apartamento estaba desocupado. Michael Dobbs explicó al diario The Guardian que había llamado a la puerta en varias ocasiones, sin obtener respuesta alguna. A este inquilino no le extrañó el mal olor, ni el ruido constante de la televisión porque, según dijo, el inmueble no brilla por su limpieza ni por el silencio:
"Es asombroso pensar que tenía familia, pero nadie vino".
El Ayuntamiento pagaba parte del alquiler del apartamento. El resto correspondía a la inquilina y, obviamente, los retrasos iban acumulándose. Fue entonces, años después, cuando la Metropolitan Housing Trust quiso desahuciar a la morosa y, tras forzar la cerradura, se encontraron con un espectáculo patético. Una familia ocupa hoy el piso donde Joyce Vincent murió olvidada por todos
"Deberíamos conocer al vecino tan bien como a la persona con la que trabajamos o con la que socializamos".
Los vecinos fallaron a Joyce Vincent. También sus hermanas. Y una asociación de mujeres a la que acudió buscando refugio como víctima de violencia doméstica. Le procuraron un pequeño apartamento de protección oficial, dentro de un gran bloque de unas 200 residencias, regentado por una cooperativa de viviendas, la Metropolitan Housing Trust. Pero ni unos ni otros se interesaron por comprobar qué tal se acomodaba a su nueva situación, cómo prosperaba con sus problemas.
(...)
Vincent probablemente acababa de hacer la compra, pero las bolsas de plástico provenían de una cadena de supermercados que ya no existe. El patólogo no pudo determinar las causas de la muerte debido a que los restos encontrados eran prácticamente un esqueleto. Y la policía descartó circunstancias sospechosas en el fallecimiento. El juez forense Andrew Walker decretó un veredicto abierto, es decir, sin justificación certera sobre la razón de la muerte de Vincent. Sus vecinos creyeron que el apartamento estaba desocupado. Michael Dobbs explicó al diario The Guardian que había llamado a la puerta en varias ocasiones, sin obtener respuesta alguna. A este inquilino no le extrañó el mal olor, ni el ruido constante de la televisión porque, según dijo, el inmueble no brilla por su limpieza ni por el silencio:
"Es asombroso pensar que tenía familia, pero nadie vino".
El Ayuntamiento pagaba parte del alquiler del apartamento. El resto correspondía a la inquilina y, obviamente, los retrasos iban acumulándose. Fue entonces, años después, cuando la Metropolitan Housing Trust quiso desahuciar a la morosa y, tras forzar la cerradura, se encontraron con un espectáculo patético. Una familia ocupa hoy el piso donde Joyce Vincent murió olvidada por todos
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