2/19/2010

Flores de papel

"No dejes que la realidad (o la verdad) te arruine una buena noticia, o...un buen negocio", es lo que debieron pensar en la Fundación Gustavo Bueno (Gustavo Bueno y sus vástagos) cuando en la parcela en construcción del Museo de Bellas Artes aparecieron los restos de una fuente rómana del siglo II, que echaba para atras unos siglos el montaje de los XII de Oviedin, que habían preparado con esmero para el ayuntamiento. Hoy sabemos además que el ayuntamiento les pagó a esta generosamente subvencionada fundación mas de 800.000 euros, que ellos a su vez subcontrataron a la empresa de una de sus hijas, y que por la exposición que instalaron en el café Español pasaron no mas de 7000 visitantes, por lo que tuvo que adelantarse su cierre. Lo que se llama un negocio redondo, para la Fundación, y ruinoso para la cosa pública, pero como los actuales gestores de la City, aquellos que acusaron al último alcalde socialista de dejar 2000 millones (de pesetas de la época) sin gastar, son liberales de nuevo cuño y lo público está de más, pues que carge con el mico.

Como tenemos que ir acostumbrandonos a que la información municipal está cada vez más en el apartado de sucesos, el artículo de Alvite viene que ni pintao.

Flores de papel
J.L. Alvite

En mi época de redactor de sucesos, al gitano Dimas Jiménez Gabarri le gustaba que escribiese sobre él. A cambio de algún dinero me contaba en exclusiva sus delitos. Solía rondar la puerta del periódico o me esperaba en los locales donde yo solía tomar las copas a deshora. Le gustaba beber una mezcla de ron, güisqui y ginebra que casi lo dejaba sin voz con cada trago. «Una vez maté a un hombre cerca del hotel Atlántico en A Coruña, pero los detalles te van a costar cinco mil pesetas, periodista». «No puedo darte tanto dinero. Me estás empobreciendo, ¿sabes?», le dije. «¡Un asesinato! ¡Te hablo de un asesinato! ¿Cuántos asesinatos cuentas cada año en tu puto periódico? Con saña, ¿comprendes?, clavándole unas tijeras hasta ensangrentar el codo. ¿El motivo? No sé… creo que fue un arrebato; estaba algo pasado de copas… Si quieres, podríamos ponernos de acuerdo en los detalles». «Estás borracho, Dimas. Aunque trajeses contigo el cadáver, no sabría si creerte. Además, un asesinato con tijeras no se cotiza tanto. Esa sangre sólo es costura, ¿comprendes?, una verdadera mariconada. ¿Cómo es que llevabas encima unas tijeras?». El gitano esperó a recuperar la voz después de un trago. «Flores. Hago flores de papel. Cosas del psicólogo de la cárcel. Cree que me puedo reinsertar vendiendo jodidas flores de papel. Según mis cálculos tendría que vender ocho mil flores cada día para pagarme la comida. ¿Y a quién cojones puede venderle ocho mil flores un gitano? ¡Y de papel! ¿Cómo demonios quieren que renuncie a ser un delincuente? Tendría que vender cada flor al precio que cuesta un libro. ¿Te imaginas? Viviría del papel, como vives tú, aunque casi ni sé dibujar mi nombre». Aquella noche me armé de dignidad y no le compré su crimen al bueno de Dimas. Él se puso furioso y estrelló el vaso contra la botellería del bar. Se le humedecieron los ojos. «¡Por el amor de Dios, Dimas!, ¿por qué te pones así? No puedo pagarte lo que pides, eso es todo. No me lo permiten ni mi bolsillo ni mi conciencia. Tus miserias me están arruinando. Duermo mal cada vez que pienso que me cuestas más dinero que mi propia familia». Dimas se largó dando tumbos y yo esperé a que el tipo del bar calculase los desperfectos. La factura fue tan elevada que, sinceramente, me volví a casa pensando que me habría salido más barato que el gitano asesinase allí mismo al camarero.

1 comentario:

Karu dijo...

GRACIAS POR TU MENSAJE EN MI BLOG, SEGURO SEGUIRÉ POSTEANDO SOBRE EL FOLKLORE ARGENTINO, SALUDOS!!