10/05/2015

Gordos y felices

Ayer se decía en un telediario que la obesidad se había convertido en una plaga global, no solo exagerando la magnitud del problema, que localmente puede ser muy preocupante, sino una muestra de subjetividad que hace alusión al mundo inmediato que nos rodea y prescinde de la mayoría de la población mundial que tiene en buena medida el problema contrario. Esa visión parcial del mundo es lo que define el etnocentrismo, “una visión de las cosas según la cual el propio grupo es el centro de todo”.  Simplifica brillantemente Manuel Vicent la influencia determinante del lugar del mundo de donde se procede para esperar un destino u otro.

Salud camaradas    


Códigos

Nuestro domicilio es más importante que nuestra herencia biológica

A estas alturas de la historia el destino de la humanidad se debate entre dos códigos, el genético y el postal. La estructura cromosómica del ser humano se compone de una combinación de cuatro bases bioquímicas que giran con una doble hélice para formar el edificio intrincado de la vida. El destino de la humanidad está ligado a este código según el cual genéticamente estamos h
echos solo de materia y todos partimos de cero al nacer, movidos por una maquinaria celular idéntica a todas las personas, no importa el origen y la raza. Pero, sin duda, en la vida existe un elemento discriminatorio más determinante que el código genético. Se trata del código postal. Este marca definitivamente nuestro futuro. Nacer y vivir en Somalia implica un alto riesgo de morir joven, pobre y machacado por la enfermedad. Nacer y vivir en la avenida Foch de París o en el Upper East Side de Manhattan significa salud, riqueza y larga vida. Nuestro domicilio es más importante que nuestra herencia biológica. El cartero sabe adonde llevar las buenas y las malas noticias. Genéticamente Einstein apenas se distinguía de un simple ratón o incluso de la mosca del vinagre, pero la diferencia entre un escandinavo y un subsahariano es abismal, por eso si nada podemos hacer por cambiar nuestra estructura cromosómica, a la hora de adquirir un poco de felicidad todo nuestro esfuerzo suele estar dirigido a vivir en un buen código postal, que generalmente suele llevar aparejado el uso y disfrute de los derechos humanos. El terrible espectáculo de miles de emigrantes que mueren ahogados en el Mediterráneo y la angustia de los refugiados que huyen de la guerra y se estrellan contra las vallas de Europa se debe a que tratan agónicamente de alcanzar un buen código postal, porque saben de sobra que si permanecen bajo el hambre y las bombas su código genético habrá fracasado.

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