5/15/2008

Gallegos

Andan las cosas revueltas en la prensa y en algunos ambientes politicos de nuestros vecinos por el éxito inusitado de un libro cuya reedición se ha presentado en la feria de Buenos Aires. Se trata de Super Chistes Gallegos, de un tal Ricardo Parrotta que firma como Pepe Muleiro. Por estas latitudes, y longitudes, nos coge de nuevos que en algunos ambientes de las antiguas colonias americanas, probablemente no los mas educados, hagan uso de un estereotipo de gallego que no corresponde en absoluto con el que se tiene en el resto de España donde, especialmente para los que presumimos de conocerlos bien, se valoran mucha su seriedad, discreción, sensibilidad e inteligencia. En el Faro de Vigo de hoy, Anxel Vence lo explica muy bien. Como tambien la ironía y el sentido de humor está muy extendido en Galicia, copio el chiste que me acaban de enviar unos amigos de Viveiro.

Una Gallega toma el avión a Nueva York con un pasaje en clase económica....

Cuando llega al avión busca su asiento y de repente se encuentra con los asientos de primera clase. Viendo que parece que estos son mucho más grandes y confortables, decide sentarse en el primer asiento vacío que ve. La azafata revisa su boleto y le dice a la chica que su asiento es de clase económica. La Gallega responde: - Soy joven, Gallega y bonita, y voy a sentarme aquí hasta llegar a NuevaYork. Frustrada, la azafata va a la cabina y le informa al Capitán del problema con la pasajera. El capitán envía al copiloto a hablar con la Gallega y le confirma que su asiento esde clase económica. La Chica responde: - Soy joven, Gallega ybonita, y voy a sentarme aquí hasta llegar a Nueva York. El Copiloto no quierecausar problemas por lo que se retira a la cabina para comentarle el problema alCapitán. El Capitán le dice que su novia es Gallega y que él puede hacerse cargo del problema. Así que va a ver a la muchacha, le susurra algo al oído. Ella inmediatamente se levanta y dice: - Muchísimas gracias -... abraza al Capitán y se va a sentar a su asiento de clase económica. El Copiloto y la azafata, quienes estaban observando alucinados la escena, corren a preguntarle al Capitán qué le había dicho a la Gallega para convencerla. El Capitán les dice: - Le dije que los asientos de 1ª clase no van a Nueva York.


Gallegos, Leperos, Polacos y otros tontos

Anxel Vence

Anda algo alborotada la colonia galaica en Argentina por la reedición de una antología de chistes de gallegos en la que -una vez más- se pinta a los oriundos de este país como gente de escasas luces, por no decir rematadamente idiota. Los nacionalistas han entrado al trapo, pero lo cierto es que el asunto debiera suscitar más bien el aburrimiento que la indignación.
Cualquier curioso que acostumbre a navegar por Internet habrá descubierto a estas alturas que los llamados "chistes de gallegos" constituyen todo un género en las antiguas colonias españolas de la América Latina. Nada hay de original en ellos. Más o menos graciosos, todos son intercambiables con los de Lepe en España, con los de polacos en Estados Unidos y con los que se hacen a propósito de los belgas en Francia. Si de algo no puede acusarse a Ricardo Parrotta (el autor de la recopilación que tanto revuelo acaba de despertar en Argentina) es de haber usado la imaginación a la hora de copiar y pegar su miscelánea de chistes.
Más que un simple gentilicio, la palabra "gallego" fue -y por lo que se ve, sigue siendo- sinónimo de estúpido en la mayoría de las repúblicas americanas de Ultramar.
Bien es verdad que el calificativo de gallego, utilizado a veces como insulto, se aplica por aquellas tierras ahora reconquistadas por Telefónica y los bancos a todos los españoles sin distinción de origen: ya sean extremeños, murcianos o catalanes. Ninguna razón hay, por tanto, para que los gallegos propiamente dichos se sientan ofendidos en particular, como al parecer está ocurriendo estos días en la Feria del Libro de Buenos Aires.
Difícilmente se les podrá reprochar, por otra parte, esa costumbre a los latinoamericanos si se tiene en cuenta que el propio Gobierno español nos cuenta a menudo chistes de gallegos.
Cierto director general de Tráfico, por ejemplo, estuvo de lo más gracioso cuando no hace mucho atribuyó a un "problema psicológico" de los vecinos de este país el copioso número de accidentes que se registra en las carreteras de Galicia.
Lo sorprendente del asunto es que no hablaba en broma, como acaso tampoco lo hiciera una anterior ministra de Medio Ambiente que hace un par de veranos creyó encontrar el origen de la oleada de fuegos que asolaba a Galicia en "el miedo de los gallegos a su propia debilidad" y el carácter "muy rural" y en consecuencia "muy caciquil" de los habitantes de este reino. Ninguna culpa cabría atribuir a los incendiarios ni, por supuesto, a la manifiesta incompetencia de los gobiernos -así central como autonómico- para hacer frente a las llamas. Aunque suene a chiste.
Por fortuna, los gallegos gastan fama de ser gente comprensiva y de talante bienhumorado que -al igual que los polacos, los belgas y los vecinos de Lepe- no suele dar mayor importancia a este tipo de anécdotas. Tanto es así que ni siquiera nos tomamos a mal el supuesto chiste en el que un pistolero, obligado a elegir entre Hitler, Bin Laden y un gallego para gastar las dos únicas balas de las que dispone, decide emplear ambas contra nuestro paisano "para no correr riesgos".
Todo esto es cosa de mucha risa, naturalmente. Imaginemos, sin embargo, que el agudo Ricardo Parrotta o cualquier otro chistoso especializado en los gallegos se aventurase a publicar un libro del mismo tono bajo el título de "chistes de negros" o, peor aún, de "árabes" o "sudacas". No es improbable que, en tal caso, el Gobierno español hubiera intervenido para afearle su conducta xenófoba y racista, como de hecho sucedió durante el episodio de las caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca.
Infelizmente, los gallegos no militamos en las filas del profeta y, por si fuera poco, este reino padece la oprobiosa fama de ser tierra del Santiago Matamoros. Conformémonos, pues, con que el Gobierno se limite a no subvencionar la edición española de los "Superchistes gallegos" de Pa-rrotta. Y gracias.

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