11/26/2007

Ante la duda...

El acto de nombramiento de los nuevos cardenales españoles nos ha regalado una frase pronunciada por la Vicepresidenta del gobierno, Maria Teresa Fernandez de la Vega, citando a San Agustin, aquel santo hijo de Santa Monica, doctor de la Iglesia y referente de la ortodoxia católica, cuyos escritos siguen siendo considerados de gran actualidad, que dice: "In necessaris, unitas; in dubii, libertas; in omnibus, caritas." (osea, en lo fundamental, unidad; en la duda, libertad; y en todo caridad) que fue acogido por la curia como suele, una sonrisa y a lo nuestro, a los laicos ni agua, que vino a decir uno de los recien nombrados cardenales. Mejor hubiera sido que la Vicepresidente hubiera recurrido al refranero popular, "Ante la duda, la mas tetuda", que seguro que ahí contaría con la complicidad de no pocos presentes.

Salud


Los pajes del cardenal. JOAN BARRIL

Es de personas educadas celebrar los éxitos de los otros. A los novios les deseamos felicidades aunque no les conozcamos mucho. A los que se van les conminamos a que tengan un buen viaje. A los que cambian de empresa les auspiciamos buena suerte. Son convenciones que nos hacen la vida más fácil y que, a pesar de la pequeña hipocresía que a veces destilan, nos ayudan a soportarnos los unos a los otros. ¡Cuántas veces hemos pronunciado una falsedad universal tan extendida como "Encantado de conocerle"! Y sin embargo, a pesar del nulo encanto, el mundo se sustenta sobre este tipo trampas admitidas por todos.
Pero a veces la cordialidad crea confusión. Si en el Congreso de los Diputados, sus señorías fueran menos agresivas y menos insultantes, tal vez no nos sorprendería la francachela y las sonrisas de las que luego hacen gala insultadores e insultados. ¿Cuál de ellos era el auténtico? ¿El que bramaba, mentía y humillaba al contrario desde su escaño? ¿O ese otro que posa su mano sobre el hombro de su víctima, que le ríe las gracias y con el que incluso pueden llegar a compartir la mesa de un restaurante?
Este fin de semana hemos visto uno de esos encuentros de compromiso que el mundo de la política ha hecho con la Iglesia católica. Tres nuevos cardenales españoles han contado con la presencia, entre otros, del president de la Generalitat y del alcalde de Barcelona arropando al arzobispo y ahora cardenal Lluís Martínez Sistach. Llevamos tanto tiempo convencidos de la necesidad de marcar límites entre la religión y la política, que esa institucionalización civil del cardenalato nos desconcierta.
No se trata que unos y otros se miren a cara de perro. Al fin y al cabo las creencias son del creyente, y la sociedad española forma parte de la religión de Roma. En la última visita del Papa a España, el presidente Zapatero recibió al pontífice en tanto que jefe de Estado, pero por coherencia no le acompañó en los actos litúrgicos que tuvieron lugar en Valencia.
¿Realmente era necesaria la presencia de instituciones civiles en un acto claramente confesional? A mí, personalmente, me alegra que monseñor Martínez Sistach sea cardenal. Ya lo celebraremos. Él en Roma y sus amigos en la intimidad.
Pero me inquieta que en uno de los temas más delicados y emocionales de este siglo como es la religión, el poder democrático no valore lo importante de su aconfesionalidad.
¿Nada que perder?

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