7/29/2007

Recondita armonia


Cuando ayer noche resonaba en todo el patio central aquello que cantaba Mario Cavaradossi:

"Recondita armonia, di bellezze diverse!...
E bruna Floria, l'ardente amante mia...
E te, beltade ignota,
cinta di chiome bionde!
Tu azzurro hai l'occhio,
Tosca ha l'occhio nero!
L'arte nel suo mistero
le diverse belleze insiem confonde;
ma nel ritrar costei
il mio solo pensiero,
il mio solo pensiero,
Tosca, sei tu!

chocaba con el entorno majestuoso y escasamente armonico del enorme patio central del mayor edifico construido en España, que duplica el espacio construido por el monasterio de El Escorial., bajo el auspicio de aquel ministro de la dictadura, Girón de Velasco, fundador de las JONS, de imponente físico y verbo fogoso y amenazador, que comenzaba sus discursos con retorica combativa donde la hubiera.

"Camaradas combatientes de Castilla: Que Dios os guarde, camaradas. Que Dios os conserve la juventud con que dais brillo a vuestras canas primeras. Camaradas de Castilla: Viejos amigos, hermanos de la hora dramática, hijos de la gleba y de la majada, que Dios os guarde para la prole, para la Patria y para la Historia..."

Lo cierto es que la representación de Tosca en el patio central de la antigua Universidad Laboral de Gijón fue un éxito, sino musical si al menos de publico y como anticipo de lo que se pretende para un futuro cercano con el desmesurado edificio, construido a la gloria de la dictadura franquista. Para los que no conocian el viejo edificio recordaran la sorpresa, después de atravesar el atrio corintio dispuesto alrededor de un patio rectangular con 10 columnas de granito de mas de diez metros, el enorme patio tan grande como la plaza de San Marcos de Venecia, donde habian dispuesto el escenario, utilizando como fondo la espectacular fachada de la iglesia y la torre giralda con ascensor renovado.

Para volver a la realidad nada mejor que el articulo de hoy de Manuel Vicent en El Pais, con el que estoy de acuerdo sobre sus preferencias a la hora de elegir como destino futuro una tertulia en el mas allá.

Salud
Al


Tertulia. Manuel Vicent
Luís Buñuel dejó dicho que después de muerto le gustaría salir del sepulcro cada diez años para comprar el periódico, leerlo en el velador de un café y una vez enterado de lo que pasaba por aquí, volver de nuevo a la tumba. Todos tenemos un designio secreto para la eternidad. Unos prefieren la absoluta oscuridad de la nada, conscientes de que si en la otra parte de la tapia existe algo, sin duda, será mucho peor de lo que ofrece este mundo. Algunos señoritos esperan que el cielo sea una prolongación de la finca de caza que poseen en la tierra, en la que ciertos bienaventurados se hayan convertido en venados de catorce puntas y los ángeles en perdices blancas a merced de sus rifles y escopetas. Muchos se conformarían con que el más allá fuera un lugar bueno o malo, pero donde se pudiera aparcar. A otros no les importaría ir al infierno si allí hubiera un garito de jazz y el fuego no licuara el hielo del whisky que uno podría tomar oyendo en directo a Charlie Parker. Por mi parte estaría dispuesto a acelerar el tránsito hacia el otro lado si en algún punto del universo pudiera montar a mi gusto una tertulia con amigos muy escogidos, inteligentes y simpáticos, entre los que, por supuesto, estaría Buñuel. La peña tendría algunas reglas. No se le preguntaría a nadie si estaba vivo o muerto, si había sido ya juzgado, salvado o condenado. Cada contertulio se sentaría a la mesa con la única condición de que se tomara la eternidad con buen humor y mucha calma. Durante cuarenta años he pertenecido a una tertulia de cómicos, periodistas, jueces, pintores y algunos fantasmas. Cada uno traía noticias de su oficio y con ellas se formaba una realidad poliédrica de teatros, tribunales, periódicos, pinturas y fantasías, sin otra esperanza que la de seguir hablando sentados hasta el final de la vida. Sería muy divertido continuar con esta tradición en el otro mundo. Unos llegarían con noticias del paraíso, otros con la experiencia del fuego eterno. La última novedad, llena de glamour, sería siempre la que se produjera cada noche en el espectáculo del infierno, aunque cada diez años se esperaría a que Buñuel regresara de la tierra con el periódico leído. Puesto que en la eternidad el tiempo se comprime en la punta de una aguja, cualquier catástrofe futura ya habría sucedido. Ninguna noticia de sangre o de estupidez acaecida en nuestro planeta tendría allí el menor interés, pero todos los contertulios guardarían silencio cuando Buñuel diera los resultados de las ligas de fútbol.