
Viene a cuento, debe ser que me traiciona el subconsciente al asociar infancia, patria e idioma, de la tan debatida oficialidad del asturiano y la posición encontrada de los que argumentan en uno y otro sentido. Es evidente que falta un debate en profundidad, porque si bien ha habido un gran consenso en la la Ley de promocion y uso, tambien en la creación y mantenimiento de la Academia de Llingua, no lo hay con la normalización impuesta sobre la unificación de las diversas variantes y mucho menos de la oficialidad, o cooficialidad del asturiano. Hay una corriente relativamente novedosa de los favorables a la oficialidad que se basa en asegurar que la oficialidad no supone obligatoriedad, el mismo profesor Llera lo utiliza como argumento. Pero a estas alturas, y vista la experiencia de otras Comunidades respecto a la practica de sus respectivas lenguas oficiales, nadie se cree que aqui no se van a dar el caso de la "inmersión lingüistica" del asturiano, en contra del español, con el "noble"proposito de mejorar la posición de aquel, supuestamente "minorizado". Tal vez, el rechazo hacia estas posturas "oficialistas" viene de la actitud dogmatica de los que las promueven, que ha generado no pocas guerras internas, y que se hacen visibles en la propia ejecutoria de la Comisión de toponimia que ha "oficializado" la toponimia de los primeros diez concejos de Asturias y cuyo resultado no ha dejado a casi nadie conforme. Otra cuestion, tampoco menor, tambien defendida por el profesor Llera, es atribuir como practicantes del Asturiano a la mitad de la poblacion actual de Asturias, lo que no tiene visos de realidad, como minimo es una exageración.
Oficialidad no es obligatoriedad
FRANCISCO J. LLERA RAMO
Vuelvo a leer con estupor las declaraciones del secretario general de mi partido (el socialista) en Asturias sobre la cuestión lingüística asturiana. A la vista de su reiteración, no sólo por él, sino por otros dirigentes del partido y del Gobierno asturianos, es obvio que no son circunstanciales, sino que responden al ideario «oficial» y a la estrategia de competición del mismo, lo que las hacen más preocupantes, si cabe, por el inmovilismo y la cerrazón que denotan. Perdón por mi atrevimiento, pero reivindicar o demandar la oficialidad de una lengua minorizada como el asturiano no es un síntoma de irredentismo nacionalista o de un radicalismo absurdo, salvo que cometamos el gravísimo error ideológico de entregar la defensa de los derechos lingüísticos o la promoción del bilingüismo o la identidad regional a las ideologías nacionalistas, dando por bueno el automonopolio que éstas están tentadas a atribuirse. Perdón de nuevo, pero hablar de una amenaza nacionalista en Asturias vinculada a la reivindicación lingüística, y, por tanto, seguir promoviendo una especie de cruzada local contra tal «molino de viento», es, como mínimo, una solemne majadería, que, por cierto y al contrario, sirve para catapultar a alguno de los preclaros y extremistas ideólogos locales de la misma a otras «gestas nacionales» que poco tienen que ver con los intereses o el ideario socialista. Si el problema fuese el nacionalismo, que lo dudo en nuestro caso, a éste se le discute y combate, democráticamente, de otras maneras, con otras políticas y, desde luego, no dándole por ganados espacios o demandas sociales como ésta. Vuelvo a insistir, una vez más, que toda esta confusión es fruto de una «ensalada ideológica» preocupante, que se está mostrando incapaz de resolver, por pereza intelectual o una suerte de neurosis obsesiva, la cuestión identitaria y lingüística asturiana de una forma pragmática, creativa e inclusiva, siguiendo la estela marcada por el espíritu y la letra de nuestra Constitución y el desarrollo que de la misma viene haciendo buena parte de las comunidades autónomas. Pero, además, bastaría con que nos inspirásemos y recuperásemos el hilo de nuestra vieja tradición ilustrada jovellanista y otras corrientes locales del pensamiento progresista, que nos dieron a los asturianos un puesto en la historia de las vanguardias modernizadoras de nuestra nación.
Uno espera de los partidos, en general, y muy especialmente de su partido, que sean coherentes, tanto en sus principios como en sus políticas, y, además, lo hagan de acuerdo con el diseño democrático de nuestro marco constitucional.
Sólo la clase política asturiana mantiene la excepcionalidad lingüística de nuestra comunidad. Por un lado, a pesar de reconocer estatutariamente la existencia de la lengua asturiana, de crear
Francisco J. Llera Ramo es catedrático de Ciencia Política y director del Euskobarómetro en