Mientras, por aquí lo de siempre y ahora como huele a “cambio de ciclo” como dicen los empresarios, siempre tan espabilaos, ya empiezan a enseñar la oreja la derechina de este país, ahora que barruntan que van a tener su momento de gloria, por eso no quieren dejar pasar su querencia. Si ayer se opusieron en el Senado a que se revise ese Diccionario histórico lleno de mentiras y trampas, y se visten de mantilla para ir a las procesiones y ensalzar las tradiciones religiosas, hoy alaban a la “heroica” División Azul, al tiempo que condenan al gobierno por mantener tropas españolas en zonas conflictivas en misiones de paz y estabilidad.
No dejaría pasar el estupendo artículo de Javier Cercas en El País Semanal: (…) “fair play. No sé cuál fue el origen de esa virtud, pero seguro que está vinculada a siglos de democracia ininterrumpida y de educación en la libertad”. http://www.elpais.com/articulo/portada/pasion/inglesa/elpepusoceps/20110626elpepspor_2/Tes
O al de Jose Luis Alvite en El Faro de Vigo: Adolescencia con cerezas, http://www.farodevigo.es/opinion/2011/06/28/adolescencia-cerezas/558279.html
De la mantilla a la División Azul
En algunos ámbitos de la opinión pública cunde la alarma ante la creciente evidencia de que hay un intento de reescribir la historia del franquismo, maquillar la figura del dictador y restaurar los usos y costumbres de aquel régimen nacional-católico. Un amigo mío, que es catedrático de universidad y milita en el bando de los alarmados, me cita varios casos. Entre ellos, el procesamiento de Garzón por su atrevido intento de investigar los crímenes del franquismo. O la definición del "Generalísimo" en el diccionario biográfico de la Real Academia de las Historia como un militar autorit
ario, pero nunca como un dictador cruel responsable de la muerte de miles de personas. "La tendencia al revisionismo se acentúa en estos últimos años –me dice apesadumbrado–. Ahí tienes, por ejemplo, el éxito de ventas de ese historiador aficionado (y, por cierto, exmilitante en su juventud de una organización terrorista), que defiende la tesis de que fue la República la única culpable del golpe militar del 18 de julio y del inicio de la Guerra Civil". Intento consolarlo con el argumento de que
se trata de un fenómeno localizado y perfectamente explicable, dado que la democracia que "nos hemos dado" (como dicen los cursis) es heredera legal de la dictadura y, por tanto, incorpora muchos de sus rasgos de carácter. "El mismo Felipe González –le recuerdo– reconocía que gobernó apoyándose en lo que él llamaba el ´franquismo sociológico´. Y que uno de los dos grandes partidos políticos con opciones de poder, como el PP, nunca se atrevió a condenar explícitamente la dictadura. Los hijos siempre tratan de salvar la memoria de los padres. Si es que no tienden a imitarlos... ". Me ataja con una sonrisa malévola y empieza a perorar sobre la señora De Cospedal y la oculta simbología de la peineta que lució en la procesión del Corpus toledano. "A los nietos del franquismo –sentencia–, como gozan de amplia libertad personal, les encanta reproducir los protocolos de las aficiones de sus padres, pero sin caer en la cuenta del oprobio ni del coñazo que significaban". Puede que tenga razón. La tendencia al revisionismo es creciente. He leído en el diario "Abc" un artículo de Juan Manuel de Prada en el que se queja del olvido en que ha caído la memoria de la División Azul, aquella tropa que Franco envió a combatir a Rusia para apoyar al Ejército nazi. De Prada cuenta algunas actuaciones heroicas de los divisionarios. Entre ellas, la renuncia a violar a una joven campesina que les fue ofrecida por los soldados rojos para que aliviasen su lujuria cuando eran conducidos prisioneros en un vagón de tren. "Ningún español le rozó un solo pelo –escribe–; ninguno osó dirigirle una sola palabra lúbrica o soez, y repartieron con ella el escaso rancho". Admirable conducta y admirable párrafo. En otros tiempos, antes de convertirse en adalid literario del catolicismo español, el señor De Prada escribió una obrita titulada "Coños" en la que no ahorraba lubricidad a su prosa. La mencionada "Coños" es un repertorio pubiano de una complejidad extraordinaria. Desde el coño de las recién casadas hasta el coño de las cubanas, pasando por el coño de la novia del autor, había de todo. Incluida una mención entusiasmada al coño de las niñas. "¡Qué tentación la de mirar a una niña que mea al lado de una tapia!", confiesa De Prada. Hay que pasarse al revisionismo.
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