"Muchos de nosotros veíamos a la religión como una tontería inofensiva.Puede que las creencias carezcan de toda evidencia pero, pensábamos,
daño? El 11 de septiembre lo cambió todo. La fe revelada no es una
tontería inofensiva, puede ser una tontería letalmente peligrosa.
Peligrosa porque le da a la gente una confianza firme en su propia
rectitud. Peligrosa porque les da el falso coraje de matarse a sí
mismos, lo que automáticamente elimina las barreras normales para
matar a otros. Peligrosa porque les inculca enemistad a otras personas
etiquetadas únicamente por una diferencia en tradiciones heredadas. Y
peligrosa porque todos hemos adquirido un extraño respeto que protege
con exclusividad a la religión de la crítica normal. ¡Dejemos ya de
ser tan condenadamente respetuosos!
No faltan voces en la prensa local, casi siempre desde la Nueva España de Oviedo y su falaz columnista J. Neira, que aplaude "la valentía" de Berzosa para abordar el tema de la evolución.
El otro, un artículo reciente de Manuel Rivas sobre una sentencia de divorcio en la que el Sr. juez se mete en el jardín de los derechos lingüisticos de padre y madre, y muy Sr. mío.
La lengua inutil. Manuel Rivas
Ya que estamos con la verdad narrativa de los cuentos y las últimas voluntades, permítame una breve historia. Un anciano campesino manda llamar al notario para hacer el testamento definitivo. Dice: "De la tierra, dejo un tercio para Ramón, un tercio para María, un tercio para Concha, un tercio para Manuel, otro tercio para Andrés..." El notario le interrumpe: "Pero, ¿no serán muchos tercios?" Y el campesino responde: "¡No sabe usted lo grande que es la tierra!" Pues con las lenguas ocurre algo parecido. Que hay sitio para todas. Que no pesan en la cabeza. Que no hay lengua inútil.
Inútiles, inútiles no le somos, señor juez. Hay muchas personas que nos comunicamos normalmente en gallego y no nos consideramos del todo inútiles. Como ocurre incluso en la judicatura, unos somos menos útiles que otros, hacemos lo que podemos, pero respetamos. Eso si, tenemos una educación mínima del respeto. Nuestros padres nos acunaron, nos criaron y nos contaron cuentos en gallego para espantar el miedo. Y no eran unos inútiles, créame. Gracias a ellos, no le tengo miedo, señor juez.
En su Tesis sobre el concepto de la Historia, dice Walter Benjamin: "No hay ningún documento de la civilización que no sea al mismo tiempo un documento de barbarie". Yo antes no entendía muy bien esta frase, se lo juro, pero se me han aclarado de repente las ideas, como por un rayo, después de leer su fundamento "lingüístico" para negar el traslado escolar a Vigo de unas niñas en el auto tramitado en un caso de divorcio. En ese aspecto, el documento no resiste el principio de realidad. En Galicia, las niñas no sólo aprenderían gallego, sino que podrían enriquecer su castellano con las "maravillosas curvas" que Unamuno admiraba en Valle-Inclán.
No voy a hablarle ahora de Alfonso X el Sabio, ni de Rosalía de Castro, ni del tronco común galaico-portugués, patrimonio lingüístico que nos permite comunicarnos con millones de personas en el mundo, desde Brasil al Timor Oriental. Como además tenemos la suerte de compartir el castellano, vea usted, señor juez, que no vamos tan mal pertrechados, siempre, claro, que a los niños no les amputen la lengua "inútil". Creo que lo que procede en este momento es ir al argumento protoecológico enunciado por Julio Camba. Según demostró en un irónico artículo, el gallego es un idioma muy apto para hablar no sólo entre las personas sino también con todo tipo de animales. ¡Fíjese usted si será útil!
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