7/02/2009

Callejeros

De la profusión y a menudo arbitrariedad de los callejeros de nuestras ciudades y pueblos proviene aquella anécdota de Santiago Ramón y Cajal, por la que un vecino del ilustre investigador, el doctor Mata, colgó una advertencia, molesto por las continuas confusiones:

En este humilde portal
no vive ningún Cajal

A lo que Ramón y Cajal respondió con otra nota:

Vive en esta vecindad
cierto médico poeta
que al fin de cada receta
pone "Mata" y es verdad

Sobre el callejero y sus coincidencias escribe hoy Espinás en El Periodico.

Hablan las placas de las calles

JOSEP MARIA Espinàs
Soy un lector curioso de guías urbanas, nomenclátores y guías telefónicas. Si tengo un rato que me parece libre –en casa o cuando estoy en la habitación de un hotel en el extranjero–, leo la información que tengo a mano, sea la que sea. No porque la encuentre útil, sino porque me distrae y, a menudo, me divierte.
Tengo un nomenclátor de Barcelona entre cuyas páginas guardé hace tiempo una lista de raras coincidencias. No sé si desde entonces los nombres de las calles han cambiado; alguno quizá ha desaparecido tragado por una avenida, pero el juego es sorprendente.

En el nomenclátor puede comprobarse cómo se conectan las calles. Algunos contactos son naturalísimos: calle de Avellaners y calle de Ametllers, y la calle de Cardenera se une a la de Pasarell. Huelga decir que la lógica preside el encuentro de la calle de Sagristans con la de Capellans. Aún hay otro ejemplo: a la calle de la Estrella Polar se entra –no podía ser de otro modo– por la calle de las Nebuloses. Y, claro, a la plaza del Firmament se accede por la calle de los Satèl·lits.

No puede decirse que algunas denominaciones sean demasiado feministas. Coinciden la calle de los Ases y la calle de las Dames, y no debe de ser casual que estas Dames acaben en la plaza de las Olles. La antigua guía citaba Estudis, y añadía esta precisión: «Callejón sin salida». Debía de ser un aviso a los jóvenes barceloneses, en el sentido de que se dejaran de gramáticas y de filosofías y se dedicaran a aprender un oficio junto al padre.
Estremece un poco descubrir que las calles del Isard y del Castor, simpatiquísimos animales, van a dar a la rambla del Caçador.
Más de una vez he confesado que me gusta mirar placas y rótulos. Los hay pintorescos, como el de un callejón de un pueblo andaluz. El callejón me recibió en la entrada con esta placa: calle de Salsipuedes. No entré. Acababa de empezar un viaje y no quería correr riesgos. Y cuando, en París, realizaban obras en la calle de Lenin, pusieron este aviso: «Calle de Lenin, cortada, excepto para los vecinos de la calle de Karl Marx». Es para pararse y meditar. Según el cartel, solo los ciudadanos marxistas podían tener acceso a la revolucionaria calle de Lenin.
Volviendo a Barcelona, una revelación más: a la calle del Negoci se entra por la calle de la Confiança. Quizá esto ya es anticuado. Pero en Gràcia encontramos la gran lección: a la calle del Progrés se entra por la de la Llibertat.

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