Un día como hoy de hace 78 años se proclamó la Segunda República Española, heredera del espiritu liberal del siglo XIX. se ha escrito una montaña de libros sobre este breve periodo democrático y su trágico final, no podemos cambiar el pasado pero es de justicia recordar a los millones de españoles que habían puesto sus esperanzas y su ilusión en un cambio de régimen que acabara de una vez con las enormes desigualdades y los privilegios de unos pocos.
Inmediatamente de su advenimiento se repuso la marcha de Riego como Himno nacional, ya utilizado en el trienio liberal (1820-23)y prohibido en la Decada Ominosa de Fernando VII y en parte del reinado de Isabel II. Su primera letra la compuso un compañero del general Riego, el tambien asturiano Evaristo San Miguel. También han escrito letras para el himno Alcalá Galiano y Antonio Machado, ya con Azaña de presidente, incluso tuvo mucho exito una letrilla anticlerical:
"Si los curas y frailes supieran
la paliza que van a llevar
subirían al coro cantando
libertad, libertad, libertad".
la paliza que van a llevar
subirían al coro cantando
libertad, libertad, libertad".
La que aqui se reproduce es la adaptada para los centros de enseñanza republicanos en el exilio Mexicano.
De nuevo España resurge
Es tan alto y tan grande su honor
que en el hombre es un timbre de gloria
el nacer y sentirse español.
Libertad de este pueblo
que abre de nuevo
rumbos de vida, vida mejor,
que da por ley el trabajo
la Igualdad, la Justicia y Honor.
Honor, honor a España
Viva la Libertad
Camino del progreso
avancemos con aire triunfal.
De nuevo España resurge
Es tan alto y tan grande su honor
que en el hombre es un timbre de gloria
nacer y sentirse español.
El pasado 1 de abril cumplió 70 años el final de la guerra civil, y con él los ocho años de la segunda República Española, que habian supuesto nuestro mas dilatado periodo democrático.
El último parte de guerra
MIGUEL ÁNGEL AGUILAR 31/03/2009
Mañana se cumplen 70 años del último parte de guerra sellado por el Estado Mayor del Cuartel General del Generalísimo, cuya versión manuscrita rezaba así: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. El Generalísimo Franco. Burgos 1º abril 1939".
Terminada la contienda no hubo magnanimidad en la victoria ni buena voluntad en la paz.
Así, con resonancias clausewitzianas, se declaraba la terminación de la guerra y se daba paso a la instalación de la victoria, como culminación de los "años triunfales", iniciados con el alzamiento del 18 de julio del 36. Pero la cuestión de hoy es el análisis del último parte de guerra, en el que sorprende la mención a los derrotados en los términos de "Ejército Rojo", con mayúsculas en el vocablo Ejército y en el vocablo Rojo; mientras que el vencedor se reserva para sí mismo la modesta denominación de "tropas nacionales" empleando la minúscula para la inicial de cada una de esas dos palabras. Esas "tropas nacionales" tampoco se apellidaban españolas porque esa denominación hubiera excluido a los combatientes "moros", alemanes e italianos.
También es chocante la construcción gramatical, que resulta muy forzada por el uso del hipérbaton, para invertir el orden que deben tener las palabras con arreglo a la sintaxis regular: sujeto, verbo y predicado. De modo inexplicable, los escribas del Cuartel General renuncian a escribir con normalidad que "las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares", y nos enfrentan a una redacción enrevesada que comienza por el verbo -"han alcanzado"-, sigue por el sujeto -"las tropas nacionales"- y concluye por el predicado -"los últimos objetivos militares"-.
Además, conviene fijarse enseguida en la expresión de "Ejército Rojo", elegida como denominación específica para el enemigo derrotado. Porque el "Ejército Rojo", más allá de su fuerte connotación alegórica, carecía de ser una realidad tangible. Si se hubiera querido llamar a las cosas por su nombre en ese último parte de guerra se hubiera adjudicado la derrota al "Ejército de la República" o a sus residuos finales, que operaban bajo la denominación de "Ejército del Centro".
La historia deja constancia de que quien se rindió en Breda fue Mauricio de Nassau y no el inexistente Ejército de Lutero y que el vencido en Waterloo fue Napoleón y no los jamás reclutados Ejércitos de Rousseau, de Voltaire y/o de los enciclopedistas y la Ilustración. Del mismo modo que aquella madrugada del 8 de mayo de 1945 en el Cuartel General de Eisenhower fue el jefe del Estado Mayor alemán general Jodl quien firmó la rendición de la Wermacht, sin mención alguna al "Ejército Nazi", que nunca existió como tal, y así sucesivamente.
Aquí, sin embargo, a la altura del 39, en la ribera del Arlanzón, los acampados en Burgos parecían mantenerse "impasible el ademán", adictos al lema joseantoniano de que a los pueblos los mueven los poetas. Otra cosa es que enseguida se comprobara cómo a la poesía quedaba superpuesto el prestigio del terror, invocando las exigencias del guión de la Cruzada.
En todo caso, el prestigio del terror era un elemento psicológico favorecedor para inocular las dosis convenientes de docilidad. Claro que la expresión "Ejército Rojo" puede también ser un intento de presentar la del 1º de abril como una victoria obtenida sobre el Comunismo Soviético. De este modo, el Generalísimo pretendía encumbrarse a sí mismo como vencedor de Trotsky y Stalin.
En la hipótesis más benévola podría pensarse que el último parte de guerra derivara del antiguo precepto de las Ordenanzas según el cual "la consideración y aun la honra del enemigo vencido son compatibles con la dureza de la guerra y están dentro de la mejor tradición española". En esa línea, las Ordenanzas prescriben también que a nadie ha de cegar la victoria; que en ella se extremará la disciplina y que con el enemigo vencido se respetarán los derechos y las leyes y usos de la guerra.
Pero, como enseguida se vio, de eso nada. Del lema con el que Winston Churchill encabezaba sus memorias -"En la derrota, altivez; en la guerra, resolución; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad"-, fue imposible encontrar rastro alguno a partir de aquella primavera de 1939 y de las siguientes que volvieron sin atender el pronóstico reidor fijado en las estrofas del Cara al sol. Ni magnanimidad en la victoria, ni buena voluntad en la paz, que sólo llegaría 39 años después con la Constitución reconciliadora de 1978.
Terminada la contienda no hubo magnanimidad en la victoria ni buena voluntad en la paz.
Así, con resonancias clausewitzianas, se declaraba la terminación de la guerra y se daba paso a la instalación de la victoria, como culminación de los "años triunfales", iniciados con el alzamiento del 18 de julio del 36. Pero la cuestión de hoy es el análisis del último parte de guerra, en el que sorprende la mención a los derrotados en los términos de "Ejército Rojo", con mayúsculas en el vocablo Ejército y en el vocablo Rojo; mientras que el vencedor se reserva para sí mismo la modesta denominación de "tropas nacionales" empleando la minúscula para la inicial de cada una de esas dos palabras. Esas "tropas nacionales" tampoco se apellidaban españolas porque esa denominación hubiera excluido a los combatientes "moros", alemanes e italianos.
También es chocante la construcción gramatical, que resulta muy forzada por el uso del hipérbaton, para invertir el orden que deben tener las palabras con arreglo a la sintaxis regular: sujeto, verbo y predicado. De modo inexplicable, los escribas del Cuartel General renuncian a escribir con normalidad que "las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos militares", y nos enfrentan a una redacción enrevesada que comienza por el verbo -"han alcanzado"-, sigue por el sujeto -"las tropas nacionales"- y concluye por el predicado -"los últimos objetivos militares"-.
Además, conviene fijarse enseguida en la expresión de "Ejército Rojo", elegida como denominación específica para el enemigo derrotado. Porque el "Ejército Rojo", más allá de su fuerte connotación alegórica, carecía de ser una realidad tangible. Si se hubiera querido llamar a las cosas por su nombre en ese último parte de guerra se hubiera adjudicado la derrota al "Ejército de la República" o a sus residuos finales, que operaban bajo la denominación de "Ejército del Centro".
La historia deja constancia de que quien se rindió en Breda fue Mauricio de Nassau y no el inexistente Ejército de Lutero y que el vencido en Waterloo fue Napoleón y no los jamás reclutados Ejércitos de Rousseau, de Voltaire y/o de los enciclopedistas y la Ilustración. Del mismo modo que aquella madrugada del 8 de mayo de 1945 en el Cuartel General de Eisenhower fue el jefe del Estado Mayor alemán general Jodl quien firmó la rendición de la Wermacht, sin mención alguna al "Ejército Nazi", que nunca existió como tal, y así sucesivamente.
Aquí, sin embargo, a la altura del 39, en la ribera del Arlanzón, los acampados en Burgos parecían mantenerse "impasible el ademán", adictos al lema joseantoniano de que a los pueblos los mueven los poetas. Otra cosa es que enseguida se comprobara cómo a la poesía quedaba superpuesto el prestigio del terror, invocando las exigencias del guión de la Cruzada.
En todo caso, el prestigio del terror era un elemento psicológico favorecedor para inocular las dosis convenientes de docilidad. Claro que la expresión "Ejército Rojo" puede también ser un intento de presentar la del 1º de abril como una victoria obtenida sobre el Comunismo Soviético. De este modo, el Generalísimo pretendía encumbrarse a sí mismo como vencedor de Trotsky y Stalin.
En la hipótesis más benévola podría pensarse que el último parte de guerra derivara del antiguo precepto de las Ordenanzas según el cual "la consideración y aun la honra del enemigo vencido son compatibles con la dureza de la guerra y están dentro de la mejor tradición española". En esa línea, las Ordenanzas prescriben también que a nadie ha de cegar la victoria; que en ella se extremará la disciplina y que con el enemigo vencido se respetarán los derechos y las leyes y usos de la guerra.
Pero, como enseguida se vio, de eso nada. Del lema con el que Winston Churchill encabezaba sus memorias -"En la derrota, altivez; en la guerra, resolución; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad"-, fue imposible encontrar rastro alguno a partir de aquella primavera de 1939 y de las siguientes que volvieron sin atender el pronóstico reidor fijado en las estrofas del Cara al sol. Ni magnanimidad en la victoria, ni buena voluntad en la paz, que sólo llegaría 39 años después con la Constitución reconciliadora de 1978.
P.D.: Me permito recomendar un libro, La República Asediada, un gran trabajo colectivo dirigido por Paul Preston.
El 24 de julio de 2010 entró este mensaje en el correo que no advertí hasta ahora. Por su interés lo reproduzco aqui.
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Estimado amigo Alfonso Illas: Acabo de localizarlo por Internet, y he leído la información muy interesante que ofrece sobre el Himno de Riego. Una de las letras que incluye, específicamente la que cantan los niños del Colegio Madrid (del que fui alumna fundadora desde el tercer año de Primaria), es compuesta por mi padre, el Prof. Marcial Rodríguez González. Mi padre, exiliado español perteneciente al partido de Don
Manuel Azaña (Izquierda Republicana), fue maestro de Historia de la Música en los colegios del exilio, ampliamente conocido y estimado por los niños y jóvenes del exilio, desde 1939 hasta que falleció en México el 2 de junio de 1971. Todavía seguimos cantando los exalumnos de esos increíbles colegios, el Himno de Riego con letra de mi padre: "España de nuevo resurge..,. etc.". Cuando el Colegio Madrid cumplió 60 años
de su fundación, fui invitada al emotivo acto, y los niños interpretaron el Himno de Riego con letra de mi padre. Los exalumnos los acompañamos coreándolos. También fue autor de los himnos del Instituto Luis Vives (del que también fui alumna), y del Colegio Madrid. Su biografía aparece en el libro que me publicaron en el Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga: "El éxodo de una familia malagueña en la guerra civil", el 26 de mayo del año 2009, y que presenté con gran emoción en el Ateneo de Málaga (mi tierra natal).
Espero que será tan amable de darle el crédito merecido a la autoría de la letra del Himno de Riego que escribió mi padre, y que venimos cantando los niños y jóvenes del exilio, desde 1939 hasta la fecha. Me ha dado mucha alegría el haberlo encontrado por Internet..
Desde México le envío un cordial saludo. GLORIA.
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Dra. Gloria Rodriguez De Alvarez
Doctorado en Orientación Psicológica
Tel. 55-50-63-05
Dra. Gloria Rodriguez De Alvarez
Doctorado en Orientación Psicológica
Tel. 55-50-63-05
1 comentario:
¡Qué alivio saber que somos más, aunque nuestras voces siguen silenciadas! Y estoy hablando de la entrevista por parte de la TPA a Puente Ojea, aún sin emitir. . .
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