7/20/2007

Relatos de Verano

A la baja actividad veraniega de nuestra tertulia quincenal hay que ponerle un relleno , como hace la prensa para seguir vendiendo papel sin que se note demasiado que desaparecen las noticias habituales en manos de becarios y becarias que bastante tienen con redactar pequeñas historias costumbristas y de nulo interes mas que para el protagonista y su familia, que vienen de tal o cual provincia castellana a tomar las agua a la bonita playa de Gijón, Antromero o el Sablon ("parez mentira que seas de Llanes, y que te bañes en el Sablón, si te bañares en Puertu Chicu, serias llaniscu de corazon" canta Kiko Butifarra por estas fechas.
Si a las vacaciones judiciales, que tiene peso en la tertulia casi tanto como las sanitarias y las funcionariales, les sumamos ese "veraneo clásico en una aldea de mar, tipicamente cantábrica..." en palabras de Serrat, plantearemos alguna minitertulia a salto de mata para ir preparando la apertura del nuevo curso tertuliano, que se promete jugoso, al menos desde el punto de vista gastronómico, si Vicente no se echa atras de su promesa culinaria.
El primer relato se lo encargamos a nuestro amigo Jose Luis Alvite, aficionado a la publicación por capitulos, que seguimos ahora en El Faro de Vigo y que no decepciona con su maestria para contar historias sordidas y tiernas.

LA CHICA DEL GANGSTER I J.L. Alvite
A finales de febrero del año 2001 se presentó en Madrid a los medios informativos la Asociación de Empresarios de Locales de Alterne, ANELA, que nacía, según sus promotores, para dignificar el ejercicio de la prostitución, lo que suponía ponerse del lado de quienes luchaban contra el proxenetismo, la ignominia sexual y la dudosa higiénica moral de un sector productivo en el que solo era sensible el somier del catre, sin descuidar los redactores fundacionales un claro alegato en favor de convertir el sexo profesional en una noble actividad económica sometida a las correspondientes obligaciones laborales, sanitarias y fiscales, reduciendo la odiosa trata de blancas a una especie de dulce gimnasia de mantenimiento. En la publicidad de la asociación se proclamaba ya en aquel momento un rotundo "No a la retención de mujeres". El eco informativo fue entonces más grande de lo que los asociados esperaban y al ciudadano medio aquella brisa cargada del jabón y dignidad le pareció una verdadera y grata revelación. Seis meses más tarde, una operación policial se encargó de demostrarnos que "Anela" solo era un vistoso folleto turístico y que debajo de aquella sutil capa de dignidad y gel de baño seguía agazapado el sórdido y próspero negocio mafioso de toda la vida. En la redada que la Policía practicó a mediados de julio en varias ciudades españolas, se detuvo, entre otros, a mi viejo conocido Manuel Crego Gómez, que no solo aparecía implicado en oscuros asuntos criminales, sino que, por otra parte, resultaba ser el secretario general de "Anela". Manuel Crego Gómez, alias "Baretta", había nacido en Vila de Cruces (Pontevedra) y no era ningún desconocido en el hampa de la carne. Antes de proyectarse como propietario de los clubes "La Luna", "Olimpo" y "La Fuente", regentó "O Cruceiro" en Ponte Ulla, cerca de Compostela, donde empecé a relacionarme con él hace algo más de veinte años, cuando Manolo no había cumplido los treinta, vivía con su pareja en la compostelana calle Fernando III El Santo y alternaba de madrugada en los mejores círculos de la bohemia compostelana procurando que su aspecto no delatase su turbia profesión. Compensaba su corta estatura con unos modales más largos que sus brazos y una generosidad que le hizo ganarse a no pocos amigos. Fuera del antro que regentaba a medias con el odioso Suso Táboas, "Baretta" nunca se metía en problemas y solía moverse en solitario, jamás acompañado de mujeres, plantado siempre en el extremo de la barra más cercano a la puerta, con ese agudo sentido que los hampones con clase tienen de la discreción y de la seguridad. Si he de ser sincero, para mantener las distancias Manolo Crego no necesitaba insinuar su indudable capacidad para la violencia. Le bastaba con su aspecto resuelto y aquel aplomo rebosante de gentileza y de salud. Lo cierto es que conocí de madrugada a seminaristas más impulsivos que aquel tipo lacónico y moreno que empezó a perderme parte de su encanto natural cuando supe que se rizaba el pelo. También se resintió su imagen cuando saltó lo de aquella chica portuguesa retenida con malos modos en el local que "Baretta" regentaba en Ponte Ulla. El incidente sirvió de paso para que mi relativa amistad con Manolo Crego empezase a resquebrajarse. Rosalía Maria da Silva, alias "Marta", era una de las dos docenas de chicas de su negocio, pero en cierto modo, era también "mi chica". La publicación de un reportaje sobre lo que le ocurría a "Marta" desencadenó una intervención de la Guardia Civil, que no pasó de ser suave pero liberó a la cautiva. Rosalía se marchó de camarera a una parrillada en Xinzo de Limia y mis relaciones con "Baretta" entraron en el principio de la cambiante oscuridad que, con diversas alternativas, las marcaría para siempre. Sabedor de su aversión a mi trabajo en la prensa, una madrugada que coincidimos de copas en la elegante penumbra de "Tifanny", dirigí la mirada a la joyería que lastraba sus manos y le dije: "No dudo de que puedas acabar conmigo a tiros, pero albergo la esperanza de que, por culpa de llevar tanto hierro encima, a ti te fulmine en cualquier momento un puto rayo". "Baretta" encajó el mal gusto de aquella broma si pestañear. He de reconocer que su entereza estaba muy lejos de ser vulnerable a mis frases. Aquel tipo iba ya camino de escalar los peldaños que le llevarían a lo más alto del negocio y había adquirido el aplomo que solo a veces tienen los tontos y los muertos. Cuando me recuperé del sudor que me produjo haberle desafiado con la premonición del "puto rayo", pensé que el implacable "Baretta" era sin duda la clase de hombre al que incluso la ira le enfriaba la cabeza...

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