Que la música tiene una influencia muy importante en nuestra
vida es un hecho evidente, aún sin saberlo y tal como decía Einstein: “la
música es aquel placer del alma que se trata de contar sin saber que estamos
contando”. Ahora la ciencia va un poco más allá.
¿Qué le hace la música a nuestro cerebro?
"Somos lo que somos con la música y por la música", argumenta el autor, neurólogo y neurocientífico
Buenos Aires 14 SEP 2015 - 11:39 CEST
Los seres humanos convivimos con la música en todo momento. Es un arte que
nos hace disfrutar de tiempos placenteros, nos estimula a recordar hechos del
pasado, nos hace compartir emociones en canciones grupales, conciertos o
tribunas deportivas. Pero eso que resulta por demás natural, se produce a
través de complejos y sorprendentes mecanismos neuronales. Es por eso que desde
las neurociencias nos hacemos muchas veces esta pregunta: ¿qué le hace la
música a nuestro cerebro?
La música parece tener un pasado extenso, tanto o más que el lenguaje
verbal. Prueba de ello son los hallazgos arqueológicos de flautas construidas
con hueso de ave, cuya antigüedad se estima de 6.000 a 8.000 años, o más aun de
otros instrumentos que podrían preceder al homo sapiens. Existen
diversas teorías sobre esta coexistencia íntima con la música en la evolución.
Algunas de estas se dieron porque al estudiar la respuesta del cerebro a la
música, las áreas claves que se ven involucradas son las del control y la
ejecución de movimientos. Una de las hipótesis postula que esta es la razón por
la que se desarrolló la música: para ayudarnos a todos a movernos juntos. Y la
razón por la que esto tendría un beneficio evolutivo es que cuando la gente se
mueve al unísono tiende a actuar de forma más altruista y estar más unida.
Algunos científicos, a su vez, sugieren que la influencia de la música sobre nosotros
puede haber surgido de un hecho fortuito, por la capacidad de esta para secuestrar
sistemas cerebrales construidos para otros fines, tales como el lenguaje, la
emoción y el movimiento.
Escuchamos música desde la cuna o, incluso, en el período de gestación. Los
bebés, en los primeros meses de vida, tienen la capacidad de responder a
melodías antes que a una comunicación verbal de sus padres. Los sonidos
musicales suaves los relajan. Se sabe, por ejemplo, que niños prematuros que no
pueden dormir son beneficiados por los latidos de la madre o sonidos que los
imitan.
La música está considerada entre los elementos que causan más placer en la
vida. Libera dopamina en el cerebro como también lo hacen la comida, el sexo y
las drogas. Todos ellos son estímulos que dependen de un circuito cerebral
subcortical en el sistema límbico, es decir, aquel sistema formado por
estructuras cerebrales que gestionan respuestas fisiológicas ante estímulos
emocionales; particularmente, el núcleo caudado y el núcleo accumbens y sus
conexiones con el área pre-frontal. Los estudios que muestran activación ante
los estímulos mencionados revelan un importante solapamiento entre las áreas,
lo que sugiere que todos activan un sistema en común.
Las áreas claves que se ven involucradas son las del
control y la ejecución de movimientos. Una de las hipótesis postula que esta es
la razón por la que se desarrolló la música: para ayudarnos a todos a movernos
juntos"
Uno de los fundadores del laboratorio de investigación Brain, Music and Sound [cerebro,
música y sonido], en Canadá, el científico Robert Zatorre describe así los
mecanismos neuronales de percepción musical: una vez que los sonidos impactan
en el oído, se transmiten al tronco cerebral y de ahí a la corteza auditiva
primaria; estos impulsos viajan a redes distribuidas del cerebro importantes
para la percepción musical, pero también para el almacenamiento de la música ya
escuchada; la respuesta cerebral a los sonidos está condicionada por lo que se
ha escuchado anteriormente, dado que el cerebro tiene una base de datos
almacenada y proporcionada por todas las melodías conocidas.
Estas memorias fueron la base para una original investigación, liderada por Agustín Ibáñez y Lucía
Amoruso, que realizó el Instituto de Neurociencias Cognitivas (INECO)
sobre mecanismos cerebrales que permiten anticipar acciones. Nuestro cerebro
constantemente trata de anticipar qué va a suceder. Para analizar esto, les
mostraron a expertos bailarines de tango vídeos en los que, según el nivel de
experiencia, pudieran prever (o no) cuándo otros bailarines cometerían un
error. Mientras ellos observaban, se registró la activación de ciertas regiones
del cerebro con electroencefalograma de alta densidad. Esta investigación
reveló que solo en los expertos, 400 milisegundos antes de que se iniciara la
secuencia, la actividad cerebral ya anticipaba que iba a ocurrir un error.
Existen circuitos en la corteza cerebral involucrados en la percepción,
codificación, almacenamiento y en la construcción de los esquemas abstractos
que representan las regularidades extraídas de nuestras experiencias musicales
previas. La construcción de expectativas y su posible violación es clave para
una respuesta emocional.
Las personas cantan y bailan juntas en todas las
culturas. Sabemos que lo hacemos hoy y lo seguiremos haciendo en el futuro.
Podemos imaginar que lo hacían también nuestros ancestros, alrededor del fuego,
hace miles de años"
La relación de la música con el lenguaje también es objeto de estudio. El
procesamiento del lenguaje es una función más ligada al lado izquierdo del
cerebro que al lado derecho en personas diestras, aunque las funciones desempeñadas
por los dos lados del cerebro en el procesamiento de diferentes aspectos del
lenguaje aún no están claros. La música también es procesada por los
hemisferios derecho e izquierdo. Evidencia reciente sugiere un procesamiento
compartido entre el lenguaje y la música a nivel conceptual. Pero la música
parece ofrecer un nuevo método de comunicación arraigada en emociones en lugar
del significado tal como lo entiende el signo lingüístico. Investigaciones
muestran que lo que sentimos cuando escuchamos una pieza musical es muy similar
a lo que el resto de la gente en el mismo lugar está experimentando. Por eso
las melodías, en muchos de los casos, pueden trabajar en nuestro beneficio a
nivel individual, al modular el estado de ánimo e incluso la fisiología humana,
de manera más eficaz que las palabras. La activación simultánea de diversos
circuitos cerebrales producida por la música parece generar algunos efectos
notables: en lugar de facilitar un diálogo en gran medida semántico, como hace
el lenguaje, la melodía parece mediar un diálogo más emocional.
El área de la salud se vale de la música con el fin
de mejorar, mantener o intentar recuperar el funcionamiento cognitivo, físico,
emocional y social, y ayudar a lentificar el avance de distintas condiciones médicas.
La musicoterapia, a través de la utilización clínica de la música, busca
activar procesos fisiológicos y emocionales que permiten estimular funciones
disminuidas o deterioradas y realzar tratamientos convencionales. Se han
observado importantes resultados en pacientes con trastornos del movimiento,
dificultad en el habla producto de un accidente cerebrovascular, demencias,
trastornos neurológicos y en niños con capacidades especiales, entre otros.
Los bebés, en los primeros meses de vida, tienen la
capacidad de responder a melodías antes que a una comunicación verbal de sus
padres"
La música puede ser una herramienta poderosa en el tratamiento de trastornos
cerebrales y lesiones adquiridas ayudando a los pacientes a recuperar
habilidades lingüísticas y motrices, ya que activa a casi todas las regiones
del cerebro. Estudios de neuroimagen muestran que tanto al escuchar como al
hacer música se estimulan conexiones en una amplia franja de regiones
cerebrales normalmente involucradas en la emoción, la recompensa, la cognición,
la sensación y el movimiento. Las nuevas terapias basadas en la música pueden
favorecer la neuroplasticidad -nuevas conexiones y circuitos- que compensan en
parte las deficiencias en las regiones dañadas del cerebro. La música es física
y anima a la gente a moverse con el ritmo. Cuanto más destacado es el ritmo,
más radical y contundente el movimiento del cuerpo. El ejercicio físico puede
ayudar a mejorar la circulación, a proteger el cerebro y facilitar la función
motora. La música induce estados emocionales al facilitar cambios en la
distribución de sustancias químicas que puede inducir estados de ánimo
positivos y aumento de la excitación, lo que a su vez puede ayudar a la
rehabilitación.
La música parece ofrecer un nuevo método de
comunicación arraigada en emociones en lugar del significado tal como lo
entiende el signo lingüístico"
Emoción, expresión, habilidades sociales, teoría de la mente, habilidades
lingüísticas y matemáticas, habilidades visoespaciales y motoras, atención, memoria,
funciones ejecutivas, toma de decisiones, autonomía, creatividad, flexibilidad
emocional y cognitiva, todo confluye en forma simultánea en la experiencia
musical compartida. Las personas cantan y bailan juntas en todas las culturas.
Sabemos que lo hacemos hoy y lo seguiremos haciendo en el futuro. Podemos
imaginar que lo hacían también nuestros ancestros, alrededor del fuego, hace
miles de años. Somos lo que somos con la música y por la música, ni más ni
menos.
Facundo Manes es neurólogo y neurocientífico
(PhD in Sciences, Cambridge University). Es presidente de la World Federation
of Neurology Research Group on Aphasia, Dementia and Cognitive Disorders y
Profesor de Neurología y Neurociencias Cognitivas en la Universidad Favaloro
(Argentina), University of California, San Francisco, University of South
Carolina (USA), Macquarie University (Australia). @manesf
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