Como se que os gusta el debate y el merecumbé, aquí va una
pequeña muestra de lo que se guisa en la prensa canalla sobre la propuesta de
Podemos de suprimir la santa misa de la programación de la televisión pública.
Es triste y razonable, pero comprensible a la vista del estado del socialismo
histórico, que sea Podemos el que abandere esa lucha por la laicidad y también
esperable que las huestes eclesiales iban a responder con todo la artillería
contra semejante afrenta. Ya lo dijo Gabilondo no hace mucho, la Iglesia (la
auténtica, no cualquiera) no quiero esto y lo otro, lo quiero todo… en consecuencia,
cada batalla es una guerra y no nos engañemos, armas las escogen ellos.
Salud camaradas
De votos
- ARCADI ESPADA
16/03/2017 03:09
La renovación de la vida pública pasa por la necesidad de que los nuevos
actores examinen las viejas rutinas. Así el partido Podemos y la retransmisión
de la misa dominical por la cadena pública. Es razonable que hayan pedido su
supresión. Aún recuerdo con melancólica nitidez cuando a las 12 en punto, y en
Radio Nacional de España, el gran Luis del Olmo interrumpía sus programa y
proclamaba solemne: "Es la hora del Ángelus". El espacio público
no es la suma de las opiniones privadas sino de aquello que tienen en común las
opiniones privadas. Ni la religión ni cualquier otra forma de
adoctrinamiento deben tener cabida. Mucho más, técnicamente considerado, cuando
la Iglesia católica tiene infinidad de recursos y posibilidades para airear la
llamada palabra de Dios.
La propuesta del partido Podemos tiene, además, una loable capacidad
preventiva. La inmigración, genéricamente considerada, solo ha traído
beneficios salvo en un asunto concreto, que es precisamente el religioso. La
mayoría de inmigrantes llevan consigo extravagantes creencias, no
necesariamente católicas y mucho peor que las católicas, sobre la proclamación
del mundo, que incluso en el Occidente aún tenuemente religioso pertenecen al
dominio de las fábulas entrañables. Si hay misa católica en la televisión
pública no se ve por qué deberían vetarse allí las ceremonias de cualquier otra
religión. Y espero que en este punto a nadie se le ocurra aludir la
audiencia y caer en la blasfemia de pasar a dios por el share.
En términos estrictamente estéticos la religión es la más exitosa de las
ficciones basadas en hechos reales, siendo, en este caso, el hecho real la
muerte. Hay millones de personas interesadas en sus prácticas concretas y por
lo tanto es natural que estas personas reciban su satisfacción. Pero siempre y
cuando el estatuto ficcional quede preservado. En términos éticos, no puede
haber dudas de que la televisión pública debe informar sobre los actos y las
ceremonias religiosas y sobre sus protagonistas y sus disputas. Así lo hace
con la política. Pero todo eso es muy distinto de la retransmisión semanal de
un mitin. Conozco algún socialdemócrata que en su ontológica doblez estaría
dispuesto a transigir con la misa, siempre que pudiera escribir las homilías
del capellán, al modo como el Gobierno escribe el discurso del Rey. No es mi
caso. Yo quiero una Iglesia libre, pero en su sitio. Por las mismas razones que
las diabólicas tetas de Rita Maestre no deben violentar la eucaristía, tampoco
no debe la eucaristía desbordar el espacio reservado a la doctrina, que en la
tele pública se organiza en temporada de voto y etiquetado con la palabra propaganda.
La X de los partidos
- LUIS MARÍA ANSON
16/03/2017 03:09
"A misa solo van cuatro viejas beatas. Los templos están vacíos. Basta
con retirar la asignación presupuestaria a la Iglesia para aplastarla
definitivamente", le explicó el entorno sabio de José Luis Rodríguez
Zapatero al presidente por accidente. Dicho y hecho. La partida en favor de
la Iglesia Católica desapareció en los Presupuestos Generales del Estado a
partir de 2007. Dejando a un lado la atención religiosa que es lo más
importante, la ingente labor de la Iglesia en lo social, en lo benéfico, en lo
asistencial, en lo educacional, en lo cultural, quedaba sin atención directa.
"Y que no se diga que somos sectarios, que los ciudadanos y ciudadanas
decidan si aportan el 0,7% a la Iglesia en sus declaraciones a Hacienda
rellenando con un aspa el casillero correspondiente".
El fiasco de los anticlericales ha sido mayúsculo. 7.347.612 contribuyentes
trazaron la X en la declaración a Hacienda del último ejercicio para dedicar a
la Iglesia el 0,7% de sus impuestos, porcentaje ridículo, por cierto, que el PP
de Montoro no se ha molestado en incrementar hasta el 1,5. Teniendo en cuenta
que una de cada cinco declaraciones son conjuntas, el número de
contribuyentes, según la estimación de Laura Daniele, se cifra en
9.000.000 y la cantidad que beneficia a la Iglesia resulta superior a la que
recibía antes de la maniobra zapatética. Los vaticinios de los anticlericales
se movían en el voluntarismo. La realidad nada tiene que ver con lo que ellos
proclamaban. Los templos se llenan cuando se celebran oficios destacados. Once
millones de personas acuden a misa todos los fines de semana. Cerca de dos
millones de jóvenes rodearon al Papa en Madrid en la celebración de la
eucaristía, las procesiones de Semana Santa en toda España abarrotan calles y
plazas y el 80% de los padres de familia solicitan estudios de religión para
sus hijos. Esa es la realidad incuestionable que el histerismo sectario y
anticlerical se niega a reconocer.
He reiterado en muy varias ocasiones que los partidos políticos y los
sindicatos, zarandeados por el descrédito, solo empezarán a regenerarse
democráticamente con la aprobación de una ley que diga: "Ningún partido
político, ninguna central sindical podrá gastar un euro más de lo que ingrese a
través de las cuotas de sus afiliados". Pero seamos generosos. Añadamos a
esos ingresos el 0,7 que, en un casillero abierto al efecto en las declaraciones
de la renta, permita a los ciudadanos señalar con una X al partido de su
preferencia o dejar el espacio en blanco. Lo mismo que se ha hecho con la
Iglesia Católica. Hoy, de forma directa o indirecta, el dinero público paga
el 90% de lo que derrochan los grandes partidos políticos. Que sean los
ciudadanos los que decidan voluntariamente si destinan el 0,7 a su partido
preferido o si dejan en blanco el casillero. Igual, igual que se hace con la
Iglesia Católica.
La financiación de los partidos políticos es el escándalo que no cesa. Aparte de los suculentos renglones presupuestarios que ellos mismos se
atribuyen por muy diversos conceptos, como se han convertido en gigantescas
agencias de colocación para enchufar a parientes, amiguetes y paniaguados, como
gastan de forma desmesurada, como tienen la sartén por el mango de las
licencias y las concesiones, caen muchas veces cuando alcanzan el poder en las
mordidas que, del 3% al 20% y a veces más, vertebran la larga caravana de la
corrupción.
Luis María Anson, de la Real Academia Española
No hay comentarios:
Publicar un comentario