La temprana muerte de Jose Luis Alvite nos impide conocer su opinión sobre el vano intento de modernizar algunas de las tradiciones hispanas relacionadas con la Navidad, disfrazando a los Reyes Magos de Merlínes reivindicativos y solidarios o de señoras con el pelo como Lucía Bosé, por parte de los que proclaman eso de "Nunca más un pais sin su gente y sin sus pueblos", no sin antes acabar con "la Casta" política que los aupó ahí; pero si sabemos lo que opinaba de los nacionalistas del terruño, que entre cosas abogaban por el cambio de huso horario para sentirse mas cerca de Gran Bretaña que de Asturias.
José Luis Alvite
Nacionalismo (I)
En Galicia los chavales
estudian castellano, gallego, francés e inglés, pero muchos creen que la gramática
es una enfermedad venérea, así que cuando .acaben el bachillerato, estarán en condiciones
de fracasar en cuatro idiomas. Los perros, como no van a clase suelen ser los más
espabilados de la casa. En los círculos .nacionalistas lleva años arraigada la
idea de elevar la lengua gallega por encima de la lengua castellana hasta
conseguir su progresivo e implacable destierro. Al mismo tiempo, el
nacionalismo defiende el estudio de una historia
estrictamente autóctona
y como quiera que en Galicia no andamos sobrados de personajes, a lo mejor en los
manuales hay que incluir la alineación del Celta de Vigo, previa
nacionalización del ruso Mostovoi y la decoloración racial del brasileño Wagner.
En cuanto al ferrocarril de alta velocidad, no faltará quien defienda la supremacía
de la Santa Compaña como medio de comunicación de masas. A Valle-lnclán, naturalmente,
ni mirarte a la cara. En un acto de magnanimidad, a don Ramón María acaso se le
permitiese pasar la fregona en los baños de cualquier biblioteca de pueblo. Hay
que negarte el agua a los que pensaron o escribieron en castellano y se niegan
al reciclaje redentor. En la Televisión de Galicia pasan en versión original
muchas películas anglosajonas pero se dobla al gallego los culebrones
venezolanos. Claro, hay un problema: la lengua gallega carece de autores vivos
de calidad comparable a Cunqueiro, a Blanco Amor, a Pedrayo o a Cabanillas, así
que lo que cunde entre la intelectualidad vernácula es un lenguaje saturado de
ideología y
de
hostilidad que en algunos políticos uttranacionalistas podría considerarse
tenencia ilícita de armas. Al diputado Paco Rodríguez, por ejemplo, le gustarla que incluso
los números de la lotería se tradujesen al gallego. El caso es que los gallegos
de aldea saben que para hablar como el diputado Paco Rodríguez, además de su rencorosa
entonación, se necesitaría una
buena dentadura postiza. Yo creo que si nos gobernase alguien así, a Galicia le
esperaría un espléndido pasado
.
Nacionalismo
(II)
Hay muchas maneras
de. acotar la nacionalidad, según lo que nos convenga sea una definición geográfica,
sociológica, política, gastronómica... Alguien escribió que a falta de una identidad genética
incontrovertible, en la Galicia atrasada de hace unos cuantos decenios la
nacionalidad podía definirse por el diagnóstico del bocio, con lo cual lo que
teníamos no era una identidad política sino una patología. El moderno nacionalismo
se inclina por criterios culturales, sobre todo
teniendo en cuenta la
extensión del idioma como factor de cohesión. Temen los ideólogos de ese nacionalismo
que la merma idiomática determine el estropicio de su idea de la nacionalidad como
emulsión política de la comunicación. El problema es que la lengua inglesa ha
penetrado en el tejido cultural de toda España, incluidas las denominadas
nacionalidades históricas, y sólo en la morfología de la gaita se conserva en
Galicia la entereza idiomática del idioma gallego.
Al ritmo que va el
polémico asunto de la globalización, lo previsible es que incluso aprendamos a callar
en inglés. En Galicia el bocio ha dejado de ser un distintivo nacional-endémico
y las nuevas patologías son internacionalistas.. Los ideólogos nos globalizan
el pensamiento, la moda nos globaliza la ropa, la cirugía plástica nos
globaliza la cara y
por si
fuera poco, el Pentágono
amenaza incluso con globalizamos
la muerte. Y a nadie se podrá permitir la vanidad intelectual de morir en gallego
de una enfermedad autóctona y envidiable que merezca salir en las placas de hígado
y en el escudo de armas. Está claro que ahora aquí la gente se muere a granel, como se muere
en Kansas o en la Lorena entre
otras
cosas porque la muerte no se anda con la pamplina del diccionario y va al grano en su propio
idioma, en el universal idioma de la fatalidad.
Naturalmente hay que conservar
ciertas señas de identidad, una manera de comer, el chaleco conmemorativo del
abuelo, el chinero y el reloj de pared. Pero a sabiendas de que el verde de
nuestra tierra y
el
caudal de sus ríos nos viene en la lluvia que nos trae el aire de otra parte. Y
el aire, amigo mío, no se sabe de memoria las banderas que ondea.
Nacionalismo
(y III)
Parece claro que el
nacionalismo gallego no guarda celosamente en secreto las ansias expansionistas
del nacionalismo del lIl Relch, entre otras cosas porque la fuerza ideológica
del BNG, por ejemplo, carece de la industria pesada que se necesita para que
cuaje el expansionismo. Pocos pueblos son tan celosos como el gallego a la hora
de conservar su identidad cultural, su folclore, su gastronomía e incluso el
tesoro de sus supersticiones. Sin embargo, se trata de una militancia en la
nostalgia más que de un posicionamiento hacia adelante. Vivimos en permanente
estado de restauración, no solo idiomática, sino paisajística, inmobiliaria y emocional. Le hemos
devuelto a la piedra su peso
en el
paisaje catastral e incluso en la gastronomía, en la que tiene creciente éxito
el «pulpo á pedra».
Desconfiados de los
principios de la física tradicional, hay .gallegos que se sentirían más a gusto
si pudiesen volar a Nueva York en un avión de granito. La piedra nos conecta a
la tierra.
Somos un pueblo panteísta
que no aspira a la independencia tanto como a la soledad. Tuvimos la enorme
ventaja de que por estar mal comunicados, ni siquiera llegó aquí al guerra
civil. Fue una suerte, habríamos tenido que tomar una decisión, con lo que nos
cuesta pronunciarnos.
Yo creo
que en una guerra civil, a los gallegos nos harían prisioneros los dos bandos
en contienda.
Es cierto que muchos
gallegos combatieron en la guerra del 36 ·pero yo creo que más que como una
«cruzada», se lo tomaron como una emigración. Nadie aquí reconoce haber
disparado un solo tiro en defensa de nada ni de nadie. Mi abuelo materno me Juró haber leído
tres novelas aprovechando la luz de los obuses durante la batalla del Ebro.
Cuando se licenció, mi abuela le echó una bronca por haber vuelto tan tardea
casa.. Obviamente, no hablo en serio del nacionalismo. Creo que sólo un enfermo mental
puede tomarse en serio una doctrina que
propone que los
pájaros aprendan a volar en el interior de un féretro.
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