En Siero tienen prisa
Pero una cosa es la teoría política y otra la práctica de la misma. Esto es lo que se ha demostrado en el Ayuntamiento de Siero con el intento de desalojar al PS(O)E de la Alcaldía para, inmediatamente, ocupar el “trono” local una especie de “santa alianza” política protagonizada por los concejales del Foro y un grupo de ediles que alcanzaron su protagonismo municipal en los pasados comicios de mayo como militantes del PP. El fracaso de la “intentona” –probablemente, preparada rápidamente, pero sin atender a la necesidad de que fuera bien planeada- es la confirmación del aviso que les hacía, en septiembre, el “Jefe” del recién nacido Foro AC… Ahora, el fracaso del intento de presentar y debatir la moción de censura contra el alcalde que tomó posesión de su cargo hace apenas unos cinco meses, se intenta resolver apelando a los Tribunales. Al parecer, lo que les interesa –además de hacer las cosas rápidamente, sin procurar hacerlas bien- es “sostenella y no enmendalla”… Cualquier observador tranquilo, después de contemplar este “gag” de la política municipal, podría convencerse de que lo que les importa no es la política municipal, podría convencerse de que lo que les importa no es “censurar” la (supuesta) mala gestión –apenas iniciada- del alcalde socialdemócrata, sino abrir una brecha en el muro de la democracia local para pasar al otro lado con todo su equipaje de ambiciones personales, asaltar el poder y, después, imponer sus dictados. Por lo visto, no les basta con participar en el gobierno de la municipalidad, sino, además, quieren configurarlo a la medida de sus propios intereses.
Este caso es la consecuencia del mal uso que se hace de las mayorías en la democracia. Un uso que, en realidad, es pura y simplemente un abuso. Utilizar las mayorías en democracia para satisfacer deseos personales –o de grupos- es, en términos de ética política, una barbaridad. Y cuando, además se pretende justificar esa ambición apelando a las necesidades del bien común, el asunto se convierte en un bárbaro atentado a la razón democrática. El remedio para evitar estos casos –o, por lo menos, para atenuarles su agresividad política- podría se el de exigir, como condición previa para ejercer el oficio público de la política, una buena formación moral cívica. Pero esa moral cívica es algo que no se puede improvisar, puesto que es la consecuencia final de un largo proceso de formación personal.
A pesar de esa dificultad, algo habrá que hacer para que la democracia nacional no sirva como pretexto par introducir de matute, en este país, las viejas tendencia personalistas, que se resuelven, casi siempre, imponiendo un interesado despotismo político. Despotismo que sirve también para certificar el secuestro de la moral cívica, que es, precisamente, el mejor de los cimientos para construir sobre él una democracia sólida, entendida como una filosofía, basada en el respeto al hombre y en la búsqueda del bien común.
Entendiendo bien que esa democracia facilite la condición esencial de la naturaleza democrática: un sistema de gobierno en el que el poder va desde abajo arriba. Quizá, esto haya sido lo que obviaron los “descontentos” de la Municipalidad porque la derecha, en Siero, tiene mucha prisa.
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