9/18/2007

Seguridad energética

Asegura el autor de este artículo, que fue además secretario adjunto de Defensa en el gobierno de Clinton, que "...el mundo no está quedandose sin petroleo pero dos tercios de las reservas se encuentran en una región con tanta inestabilidad política como el Golfo Pérsico", una apreciación justa que prescinde del origen de tal inestabilidad y de "los esfuerzos" que se han hecho por parte de los sucesivos gobiernos norteamericanos para controlar tal inestabilidad. Nada como este mapa anamórfico, en el que la superficie de cada pais es proporcional a su reserva de petroleo, y se ha añadido un codigo de colores para representar el consumo de petroleo de cada uno de ellos, para explicarnos lo que pasa y porque pasa.


El rostro cambiante de la seguridad energética

Joseph S. Nye

Los países ricos llevan tres decenios hablando de la necesidad de dominar su adicción al petróleo importado. Sin embargo, a pesar de la retórica preocupada, el problema del suministro de crudo se ha agravado y la seguridad energética es cada vez más compleja. Pese a los repetidos llamamientos de los políticos a la independencia energética, en los últimos 30 años, por ejemplo, Estados Unidos ha duplicado sus importaciones de petróleo, que en la actualidad representan casi dos terceras partes de lo que consume.

Las amenazas de interrumpir el suministro de petróleo para cambiar la política exterior de un país tienen una larga historia, sobre todo en relación con Oriente Próximo. Los Estados árabes miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo propusieron un embargo ya durante la guerra de 1967, pero tuvo escasas consecuencias porque Estados Unidos era entonces, en gran parte, autosuficiente.

En la guerra de Yom Kippur de 1973, el embargo árabe de crudo tuvo mayores efectos, ya que la demanda de petróleo importado en Estados Unidos había aumentado. El embargo hizo subir los precios y desató un periodo de inflación y estancamiento en todo el mundo, además de dejar muy claro que el petróleo es una materia que acabará agotándose. Aunque el embargo estaba dirigido contra Estados Unidos y los Países Bajos, las fuerzas del mercado redistribuyeron el crudo entre los consumidores y, a largo plazo, todos los países compradores sufrieron la escasez del suministro y la misma conmoción en cuestión de precios. Quedó patente que los embargos de crudo son un arma contundente que no sólo daña a los países escogidos sino también a otros muchos.
Desde aquellas enormes subidas de los precios del crudo, la política de seguridad energética ha tenido cuatro elementos. Al liberalizar los precios de la energía, los gobiernos permitieron que los mercados estimularan la conservación y los nuevos suministros. También contribuyeron a la conservación, así como a la utilización de fuentes de energía renovables, mediante la implantación de modestos subsidios y normativas. Algunos gobiernos empezaron a almacenar petróleo en reservas estratégicas para poder emplearlas durante plazos breves de tiempo en caso de crisis. Y los países ricos ayudaron a crear el Organismo Internacional de la Energía, con sede en París, que coordina las políticas (incluidas las reservas estratégicas) de los países consumidores.

Estas políticas siguen teniendo sentido. Sin embargo, seguramente no bastarían para hacer frente a una interrupción prolongada de los suministros. El mundo no está quedándose sin petróleo, pero dos tercios de las reservas se encuentran en una región con tanta inestabilidad política como la del Golfo Pérsico.

Estados Unidos importa del Golfo Pérsico una parte muy pequeña del petróleo que emplea. Su mayor proveedor es su estable vecino, Canadá. Pero la lección de 1973 es que una interrupción de los suministros del Golfo elevaría los precios y perjudicaría tanto a las economías ricas como a las pobres, independientemente de lo seguras que fueran sus propias fuentes.

Además, en los últimos años han surgido nuevas dimensiones del problema de la seguridad energética. Uno de ellos es el gran aumento de la demanda de energía procedente de las economías asiáticas en ascenso, especialmente China.

China parece creer que puede asegurar sus importaciones de energía mediante la firma de contratos con Estados paria como Sudán. Pero, aunque esa estrategia miope y mercantilista crea problemas de política exterior ante situaciones como la de Darfur, no servirá para proteger verdaderamente a China en un periodo de interrupción del suministro. Sería mucho mejor incorporar a China (e India) al OIE y fomentar su participación normal en los mercados mundiales.

Otra dimensión nueva del problema de la seguridad energética es de qué forma los precios elevados y el aumento de las reservas han traspasado el poder a los países productores de energía. Las empresas estatales controlan ya muchas más reservas de gas y crudo que las empresas privadas tradicionales conocidas como las siete hermanas. Muchas de esas compañías estatales, en países como Rusia y Venezuela, no actúan sólo en función de las fuerzas del mercado, sino que emplean su capacidad de fijar precios con fines políticos.

Por último, la cuestión de la seguridad energética se ha complicado más por el problema del cambio climático global. A medida que se han hecho más claros los datos científicos, el cambio climático se ha convertido en un asunto político fundamental tanto en las políticas nacionales como en las de escala mundial.

El aumento del nivel del mar, la sequía en África y la intensidad creciente de las tormentas representan un nuevo tipo de amenaza que es preciso tomar en serio. Por consiguiente, las medidas relacionadas con la seguridad energética deben ocuparse del lado de la demanda todavía más que del suministro.

Algunas medidas propugnadas por varios legisladores, como la de transformar el carbón en líquidos, ayudan a garantizar el suministro, pero producen más emisiones de dióxido de carbono que el petróleo importado. Habría que evitarlas hasta que se perfeccionen las tecnologías para una captura limpia del carbón y el carbono. Por otro lado, mejorar la eficacia energética para poder reducir la demanda y tomar medidas de conservación son cosas beneficiosas tanto para la seguridad del suministro como para el clima global.

Pero no basta con que Estados Unidos y los países de la UE mejoren su eficacia energética si no lo hacen también otros países. China e India pueden asegurarse el suministro sólo con utilizar sus enormes reservas de carbón, pero, si no tienen acceso a una tecnología del carbón perfeccionada, sus efectos sobre la atmósfera serán inmensos.

Este año, China superará a Estados Unidos en emisiones de gases de efecto invernadero. Está construyendo prácticamente dos centrales eléctricas alimentadas por carbón a la semana. En un mundo así, ya no es posible decir que seguridad energética es lo mismo que mayor independencia energética. Lo que debemos hacer es encontrar mejores formas de afrontar la interdependencia energética.

Joseph S. Nye es catedrático en la Universidad de Harvard. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © Project Syndicate, 2007.


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