El nuevo libro del
Papa Ratzinger nos descubre una realidad sorprendente en la que se prescinde de
la imagen idílica del niño en el portal rodeado de la mula y el buey y una
estrella en lo alto anunciando la buena nueva. De eso nada, dice Ratzinge, en el
portal no había animales (?) y la estrella, una supernova.
Cagate lorito, de un plumazo nos deja sin iconografía para nuestro nacimiento,
ya solo nos va a quedar el "caganer" catalán, previsiblemente independiente para
las Navidades del año próximo, y el arroyo de papel de plata con las
lavanderas en sus tareas. Afortunadamente no toca un ápice la doctrina de fe
sobre la virginidad de María o la intervención del Espiritu Santo en la
concepción de Jesús, que son según él, “Historia, historia real, acontecida, historia interpretada y
comprendida con base a la Palabra de Dios”. Una curiosa forma de
hacer pasar por historia real detalles imposibles de comprobar y creencias religiosas.
Lo de la campaña para las elecciones en
Cataluña va camino de convertirse en profesión de fé, tanto en los autenticos
deseos independentistas como en la honorabilidad de los propios dirigentes de
CIU sobre sus dineros en bancos suizos y su procedencia.
Salud y
República
¿Una mayoría indestructible?
En la fase final de la campaña, sucede que los que infunden miedo a disentir de la ola populista se presentan como víctimas
Son otros sistemas bien conocidos, originados en caudillismos y
totalitarismos varios y especializados en la tergiversación electoral mediante
candidaturas únicas y otras simulaciones falsarias, los que se sustentan en
mayorías indestructibles. Se conciben para durar milenios, piensan haber
descubierto el movimiento continuo, como sucedió entre nosotros, pero resultan
en el caso más favorable incapaces de sobrevivir a sus fundadores, desaparecidos
los cuales surgen inevitables los fenómenos de la desestalinización,
desmaoización, desfranquización y así sucesivamente. En
democracia ninguna opción partidista se vota de una vez para siempre. La
libertad de opción regresa intacta al elector concluido el periodo establecido,
para que reconsidere a favor de qué contendiente quiere echar su papeleta.
Ya se sabe que las campañas electorales producen excitaciones que empujan
hacia posiciones en el borde de la irracionalidad, donde cunde la preferencia
por las exageraciones y la descalificación de los adversarios, con escasa
consideración a los electores y a sus intereses directos, que muchas veces
desaparecen en la polvareda de la propaganda sectaria. El cruce de acusaciones
distorsiona la realidad y se opta por rehuir los esclarecimientos reclamados con
la invocación de la santidad de los propios objetivos. Se cumple así la leyenda
de aquella viñeta de El Roto de que “una buena bandera lo tapa
todo” y se ocultan las consecuencias que subrayaba esa otra según
la cual “los sueños de la nación producen exilios”.
Como sucede con los periódicos y otros medios de comunicación, que andan
siempre exigiendo transparencia y ofreciendo opacidad, los partidos
contendientes en las elecciones sospechan de la honradez de sus rivales, pero
guardan ominoso silencio sobre los abusos registrados en sus propias filas, que
han tenido buen cuidado en pasar por alto sin procurar remedio. Porque los
partidos, a los que tanto se incita al consenso para buscar las mejores salidas
al interés general, prefieren mantener abiertas sus hostilidades, que solo
deponen en casos excepcionales, cuando calculan los beneficios mutuos derivados
de la oscuridad, a costa de los contribuyentes.
Por eso, muchas veces el antagonismo es luminoso y, como sucedía con las
antiguas máquinas de proyección cinematográfica, de la chispa del arco voltaico
que cerraba el circuito entre ánodo y cátodo salía
a la luz merced a la cual los
espectadores veían la película en el patio de butacas. Mientras que, cuando se
anula la diferencia de potencial, es decir, cuando se opta por el consenso
encubridor, todo queda a oscuras y los espectadores ciegos para seguir la cinta.
Como decía Cuco Cerecedo, los gánsteres que discuten en un garaje por el reparto
del botín huyen juntos en el mismo coche al oír la sirena de la policía. Nos
falta saber qué sirena se oyó el 25 de febrero de 2005 en el Parlament,
pero el presidente Maragall, denunciante de las comisiones del 3% en las
adjudicaciones de la obra pública durante los Gobiernos de Pujol, y el
denunciado Mas, entonces líder en la oposición de CiU, convinieron ese día un
apagón indefinido. La amenaza de Mas fue que dejarían de ser posibles las cosas
importantes que requerían un cierto círculo de confianza entre PSC y CiU. Así
que, en aras del nuevo Estatuto, Maragall pulsó el interruptor y fuimos a
negro.
Ahora, en la fase final de la campaña, sucede que los que infunden miedo a
disentir de la ola populista, los que han inducido el silencio de los
discrepantes, los que han engrasado con subvenciones la adhesión inquebrantable
de los medios de comunicación, se presentan como víctimas. Porque, como escribió
Orwell, “el buen nacionalista, además de rehuir la desaprobación de los errores
cometidos por su propio bando, desarrolla una notable capacidad de sordera para
percibirlos”. Atentos.
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